A sus 93 años, tras ser condenado por múltiples delitos de lesa humanidad, el ex represor Miguel Osvaldo Etchecolatz murió este sábado 2 de julio. Según fuentes cercanas a Télam, Etchecolatz falleció en una clínica de San Miguel bajo custodia policial. Su figura siempre recordará los años más oscuros de la historia argentina reciente, sus incontables víctimas,y sus familias, jamás le han concedido el beneficio del olvido ni el silencio.
Echecolatz se desempeñó como Director de Investigaciones de la Policía Bonaerense durante la última dictadura militar llevada a cabo entre los años 1976 a 1983. En el lapso de su gestión, y como mano derecha del general de brigada Ramón Camps, se le adjudican incontables persecuciones, torturas, desapariciones, asesinatos y delitos de tipo sexual.
Memoria, Verdad y Justicia
En los juicios de los años que precedieron la búsqueda de justicia, a Etchecolatz se lo condenó por un gran número de sentencias; todas esas causas se unificaron en una pena única de reclusión que hasta el año 2018 cumplió con prisión domiciliaria. Finalmente, se le revocó el derecho y se debió trasladar a una cárcel común.
En mayo de este año, el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata hizo efectiva su condena final y Etchecolatz fue hallado culpable por estar detrás del secuestro, la tortura y el asesinato de siete detenidos. Entre estos nombres se encontraba el de Francisco López Muntaner, estudiante visto por última vez en la operación conocida como La Noche de los Lápices.
El pueblo argentino se ha encargado de no permitir que su nombre se desligue de sus acciones. A pesar de tener una esposa que lo ha defendido e incluso justificado, su hija Mariana acompañó la marcha del año 2018 junto a las organizaciones que buscan a sus hijos, nietos y familiares víctimas de la dictadura cívico militar. En sus declaraciones pidió que Etchecolatz cumpla una condena sin beneficios de 2×1, y sin ser candidato viable para la Ley de Obediencia.
Con el paso de los años, el expolicía ha sido objeto de escraches públicos y condenas sociales permanentes. Mientras cumplía su prisión domiciliaria en su casa de Mar del Plata una congregación se hizo oír en las puertas de su residencia en Peralta Ramos. En esa ocasión, se contó con el apoyo y la presencia de referentes de organizaciones que luchan por la búsqueda de la verdad. Entre ellas, H.I.J.O.S y Madre de Plaza de Mayo, Línea Fundadora.
“Me tocó matar y lo haría de nuevo”
Nacido en Azul, provincia de Buenos Aires el 1 de mayo de 1929, el ex represor dejó tras él nueve cadenas perpetuas. Esta cantidad de años es una representación simbólica del gran número de atrocidades y delitos que se le adjudican, también representa la resolución de una sociedad que no concede ningún tipo de perdón a sus genocidas.
«Por mi cargo me tocó matar y lo haría de nuevo», dijo Etchecolatz en el marco de las declaraciones por el juicio de La Cacha, un centro clandestino que operó bajo la dirección del Servicio de Inteligencia del Ejército. En el tiempo que llevó a cabo su puesto como Director de Investigaciones, entre marzo de 1976 y fines de 1977, se le computan incontables crímenes de atentado directo contra los derechos humanos.
El caso de Jorge Julio López
Los nombres y rostros de desaparecidos ligados a Etchecolatz son muchos y todos son importantes, no obstante, el que más resuena es el de Jorge Julio López. El albañil, sobreviviente al ex centro clandestino de Pozo Arana, declaró en varias ocasiones como testigo clave del proceso de condena del ex policía.
Lopez desapareció en 2006, en pleno ejercicio de un gobierno democratico. Una de las imágenes que más mella hizo en los medios y en la sociedad se dio el 24 de octubre de 2014. Durante la jornada en la que tanto Etchecolatz como sus compañeros ex militares eran oficialmente sentenciados, el represor tenía en sus manos un trozo de papel con el nombre de Jorge Julio López.
Además, es señalado como uno de los autores en una gran cifra de apropiaciones de identidad. Etchecolatz abandonó este mundo, que sin duda ha contribuido a hacer más cruel e injusto, guardando un silencio absoluto. Jamás dio siquiera un indicio del lugar donde se encuentran todas las personas desaparecidas bajo su yugo, ni Jorge Julio López; ni Clara Anahí Mariani; ni los estudiantes apresados durante la infame “Noche de los Lápices”.