«El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo», escribió Jorge Luis Borges en su poema El amenazado (1972). Manuel González Gil retoma la prosa borgeana para desarrollar su obra.
Me duele una mujer narra los meses posteriores a la ruptura amorosa entre Paula y Miguel Sánchez, un joven profesor de filosofía. Un psicoanalista recibe a Miguel en las diversas etapas de su tratamiento, marcando con su particular humor e ironía una paliza terapéutica. Miguel está siempre acompañado por Martín, su amigo inseparable, o acaso sean los dos la misma persona.
El espectáculo se presentará en el Teatro Multiteatro Comafi (Avenida Corrientes 1283), Ciudad de Buenos Aires, a partir del 12 de enero, de miércoles a domingo. El elenco, que comenzó sus ensayos dos meses atrás, está conformado por Nicolás Cabre, Mercedes Funes, Carlos Portaluppi, Facundo Calvo y Sol Loureiro.
El director del espectáculo tiene 70 obras en su haber y más de 40 años de carrera versátil en el teatro argentino. Realizó estudios en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático y fundó el grupo teatral Catarsis, con el cual trabajó durante más de 25 años.
Títulos como El diario de Adán y Eva, Porteños, Entre Borges y Piazzola, El loco de Asís, Los Mosqueteros, Porteñas, El Show de las divorciadas y Dos locas de Remate forman parte de sus creaciones.
En una charla amena, el Director de Actores contó a Nota al Pie todo lo relacionado con su reciente trabajo.
–¿Cómo se dio el proceso de escritura?
Escribí la obra hace cinco años, nació con una idea de contar la abstinencia afectiva de un hombre. Es un tema que generalmente se cuenta más a partir de la mujer y el tango es el único género que abarca este llorar por la mujer perdida. Por eso en un comienzo pensé en asociarla a una situación de tango, después decidí que fuese simplemente una comedia.
El proceso fue muy interesante, llevo diciéndole bastante a productores de Buenos Aires que sería buenísimo probar en el teatro under diferentes obras para ver la repercusión en la gente: verlas en funcionamiento, hacer las correcciones necesarias para luego llevarlas a salas de más audiencia. Por eso la estrené en el Tinglado hace 5 años; recién después de la pandemia decidí llevarla a calle Corrientes, con un elenco de lujo y con el cual me siento muy feliz.
–¿Dirigir y escribir al mismo tiempo es una alquimia perfecta?
El Director tiene que adueñarse de la obra en el buen sentido. Cuando dirijo una que no es mía, la reescribo tres veces desde el comienzo hasta el final porque necesito entenderla como si fuese propia. Muchas veces me piden que haga adaptaciones, resulta inclusive más orgánica esa escritura.
–Respecto al casting, ¿tuviste que ver en la elección del elenco?
Lo que hacemos con la producción es ponernos de acuerdo: la producción pone el acento en lo comercial y yo en lo artístico; de esa puja, salen los elencos finales.
-El psicoanálisis está instaurado muy fuerte en la cultura argentina. En Me duele una mujer creaste un personaje con este perfil.
Está muy insertado en nuestra sociedad. Para el público, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires, una sesión de terapia está muy incorporada a su rutina y sus hábitos. Los psicoanalistas pasan a ser personajes importantes de una obra, muchas veces para otros países es algo sofisticado, raro, resulta de mayor dificultad del entendimiento.
–En la publicidad de la comedia no se revela qué papel caracterizará cada actor, ¿hay algún motivo especial?
Ese es un juego argumental que no quiero develar hasta que el público vea la obra. Prefiero que la gente descubra, como un rompecabezas, cuál lugar ocupará cada uno de los personajes. Importante es también que sepan que un profesor de filosofía vive el abandono a través de lo que estudió sobre el amor, la locura; lo tiene en un punto tan sublimado que la realidad no coincide con lo que busca, por eso está destinado a fracasar el personaje.
–¿El público se verá reflejado en la trama?
El proceso de tratamiento que vive el personaje, a los tres y a los seis meses de su abandono, es el derrotero que hace en la obra y provoca (espero) que la gente pueda vivir esa catarsis de lo que le ocurre a Miguel. Al sufrir, despertará el espejo de lo que sucede en miles de relaciones y parte de la audiencia se verá identificada. Es mi pretensión, acompañando desde la sonrisa, desde la emoción, la reflexión pero básicamente está en un tono de humor. La pieza es sumamente divertida y refleja la locura que se vive en el amor, cómo nos hace cometer actos extremos, a veces sin sentido.
–¿Sos muy detallista en los ensayos?
Sí, estamos ensayando hace dos meses. Tuvimos que cortar un momento porque Carlos tuvo que actuar en una película y Mercedes estaba terminando de protagonizar una serie. Trabajamos mucho con Nicolás porque es el personaje principal. Soy meticuloso, en lo que requiere la sincronización de lo técnico, las luces, la presencia exacta de las entradas y salidas de elementos, todo tiene que ser obsesivamente perfecto. Los actores se ríen porque la reescribo todos los días, modificando las escenas.
–De todas las obras que creaste, ¿cuál es la más importante en tu vida?
Todas, pero puedo decir que El loco de Asís (la primera que escribí) fue un éxito más allá de lo pensado, estuvo muchos años en cartel. El diario de Adán y Eva, que hice durante cinco años en Buenos Aires y en España con Miguel Ángel Solá, me hizo crecer en todo sentido y plasmó una amistad de toda la vida; creamos una sociedad a partir de que nos conocimos. Los Mosqueteros del Rey fue una pieza bendecida por el público pero Me duele una mujer es la que acapara todos mis sentidos.