Educar es uno de los principios fundamentales para la transformación de la sociedad, tanto a nivel intelectual como humano. En la historia argentina, existen muchos ejemplos que permiten resaltar esas cualidades y sobre todo, a aquellas personas que han destacado en su rol como profesor con toda honorabilidad. Es por ello, que bien vale la pena mencionar en una fecha tan especial como hoy, a Jose Manuel Estrada, quien fuera educador, escritor e intelectual en el siglo XIX y por quien se celebra cada 17 de septiembre, el Día del Profesor.
Nacido el 13 de julio de 1842 en la Ciudad de Buenos Aires, ha transcurrido su vida educando a les jovenes en diversas áreas: se ha destacado como historiador, orador, periodista e inclusive ha participado activamente de la política. Conocido como uno de los impulsores de la docencia secundaria y universitaria, entre sus ítems se encuentra haber sido director del Colegio Nacional de Buenos Aires. Falleció un 17 de septiembre de 1894.
Una breve pero completa vida
A los 16 años, más precisamente en 1858, Estrada publicó su primer libro Al descubrimiento de América por el cual obtendría el primer premio del Liceo Literario de Buenos Aires. En esos primeros años, se destacó como periodista en los semanarios La Guirnalda y La Religión. Este último sería uno de sus primeros trabajos como asiduo defensor de la fe católica, entre los que se destacaron posteriormente Signum Foederis – efectos sociales y religiosos de la armonía en 1859 y Cristianismo y Democracia en 1862.
En su rol como escritor, fundó junto a Lucio Mansilla el Círculo Literario, el cual se proponía estudiar la historia Argentina. Del mismo participaron importantes personajes de la literatura e historia nacional como Valentín Alsina, Dardo Rocha, Luis Sáenz Peña, Miguel Navarro Viola, Carlos Guido y Spano y Estanislao del Campo. Luego se unirían Juan María Gutiérrez, Juana Manso, Marcos Sastre, Luis Lorenzo Domínguez y Juan Carlos Gómez.
Política y educación, yendo de la mano
Entre 1865 y 1876, sus actividades fueron repartiéndose tanto en su rol como educador como en su participación activa en la política nacional. En su primera actividad, dictó cursos de Historia Argentina en la Escuela Nacional de Profesores, el cual le permitió publicar el libro Lecciones de Historia Argentina. Además, fue titular de la cátedra de Instrucción Cívica en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Inclusive, fue Jefe del Departamento de Escuelas de la Provincia.
En 1873 fue elegido Diputado Provincial, cargo que ocuparía hasta 1876. En ese lapso, ocupó el rol de jefe de la Dirección General de Escuelas Normales. Además, fue el encargado de la cátedra de Derecho constitucional y administrativo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Posteriormente sería elegido Rector del Colegio Nacional de Buenos Aires.
Últimos años
Continuó defendiendo la fé católica en los distintos órdenes, ya sea educativos como políticos. Bajo este último orden, fue elegido junto a Pedro Goyena como Diputado Nacional por la Unión Católica. Estuvo en contra de la Ley de Matrimonio Civil promulgada en 1888 y de la Ley 1420 de Educación Laica. Fue orador en la fundación de la Unión Cívica de la Juventud, mejor conocida como Unión Cívica Radical (UCR).
Posteriormente finalizó su cargo como diputado en 1890. A consecuencias de los problemas de salud, aceptó un puesto como ministro plenipotenciario ante el gobierno de Paraguay, en donde se alojó para mejorar su padecimiento. Pese a todo, terminaría falleciendo en 1894. Posteriormente, su sepulcro fue declarado monumento histórico por decreto 12806 del 2 de octubre de 1946, e identificado con el número 419 en el Cementerio de la Recoleta, CABA.
Pensamientos sobre la educación
Estrada consideraba que el objetivo de la escuela primaria era moralizar y formar el carácter de los individuos; y así moralizar a la sociedad en su conjunto y hacerla apta para la democracia, una forma de gobierno que exige preparación cultural e intelectual. Esta educación primaria dependería de dos instituciones: la escuela, y la biblioteca popular.
Por su parte, consideraba que la instrucción secundaria, “unidamente con la superior, profesional y facultativa, prepara la clase gobernante en las naciones organizadas bajo el principio de la igualdad política”.Dado que se trata de una formación de dirigentes, el autor consideraba que la motivación no debía ser el lucro económico, sino la elevación del espíritu y de las facultades humanas.