Es domingo, son las 6 de la mañana y la feria conocida como el Triángulo de Bernal, en Quilmes, comienza a poblarse de personas que empiezan a colocar sobre el césped sus mantas y caballetes con tablas a modo de mesa para exhibir la mercadería que venden en el predio ubicado entre la Av. Dardo Rocha y las calles Pilcomayo y Bermejo.
La mayoría de productos que se comercializan son cosas usadas, pero se puede encontrar de todo: ropa, plantas, zapatillas, herramientas de trabajo; algunos puestos venden elementos de ferretería y artículos de limpieza sueltos, entre otros.
Las medidas de restricción de circulación y cuidado ordenadas por el Gobierno Nacional impactaron de manera brutal en les manteres del lugar. Las familias que trabajan allí dependen de lo que puedan vender en el día para satisfacer necesidades básicas. Se pueden ver familias enteras trabajando en las mantas.
La crisis económica frente al virus
En conversación con Nota al Pie, les feriantes explicaron la desesperante situación que atraviesan.
Alejandra tiene 59 años, su improvisada mesa está llena de canastos donde se ven muñecas antiguas, calcos y cosas usadas. Hace 7 años que vende en allí y cuenta que la feria está dividida en dos: una parte de aproximadamente 100 puestos que da a la Av. Rocha; y otra que se ubica pasando un terraplén y un puente que las divide.
La feria funciona los domingos de 8 a 13 horas, pero les feriantes empiezan a llegar a partir de las 6 de la mañana para garantizar sus lugares y acomodar la mercadería.
Hace dos semanas, producto de un video grabado a modo de denuncia, desde un auto que circulaba por la avenida frente a la feria, la Municipalidad de Quilmes los obligó a despejar el lugar en el que se encontraban y correrse hacia la parte de atrás. Lo que provocó mayor amontonamiento y un conflicto por los lugares con les manteres ubicades del otro lado del puente.
“Estábamos bien y ordenados sobre el lado de la avenida, nunca tuvimos ningún problema. Como ven acá estamos todos con tapabocas y alcohol en gel, lo que nosotros no podemos es controlar a la gente que circula”, dijo Alejandra.
Por este motivo, lo que le piden al municipio es que les dejen volver a sus antiguos lugares con la distancia reglamentaria entre puestos bien delimitada; y que marquen senderos de circulación para que la gente que va a comprar no se amontone.
Las vidas de les feriantes
La mujer contó también que depende de la venta en ferias para mantenerse ella, a su mamá de 85 años y ayudar a su hijo que está casado con 2 hijos y sobrevive vendiendo comida. “Entendemos que estamos en pandemia y por eso venimos y cumplimos con cuidarnos, pero si me quedo en mi casa no me mata el virus, me mata el hambre”, concluyó Alejandra.
Karina y Juan venden artículos de limpieza y reventa de productos que compran en ofertas de mayoristas. “No podemos estar peleándonos entre nosotros porque todos tenemos que vivir”, afirmó el matrimonio y contó que sus hijos se quedan al cuidado de su abuela para que ellos puedan ir a vender.
“Venimos acá, los que vendemos y los que nos compran, porque hay hambre. Lo que ganamos sobre la venta es mínimo, pero al final de la jornada suma”, dijo Myriam otra de las manteras. Ella vende cremas y maquillajes, vive con su suegra y su hermana y tiene 5 hijos que mantener.
Respecto a les que filman la feria y critican la situación, “seguramente están en sus casas calentitos con un sueldo fijo a fin de mes. A ninguno de nosotros nos gusta exponernos al virus ni estar chupando frío a la intemperie un domingo a las 5 de la mañana”, afirmó Luciana y agregó: “Lo hacemos por una necesidad por lo que les pedimos que sean un poquito más empáticos y solidarios”. Ella tiene 33 años y junto con su mamá tiene un puesto de plantas.
Esta situación se replica en otras localidades del conurbano bonaerense como Florencio Varela, Solano, Bosques, Villa Dominico y Sarandí. La diferencia entre ferias es la mayor o menor intervención de los municipios en la organización para permitirles el funcionamiento con los mayores protocolos de seguridad posibles frente a la pandemia.