
La nueva etapa artística de Joelle llega con “El Juego”, en una charla íntima con Nota a Pie. Se trata de una canción de pop romántico que fusiona energía y sensibilidad. Escrita durante un camp de compositoras en España y producida en Buenos Aires por Xross y Cítrico, el tema refleja una búsqueda artística más madura y emocional.
Su lanzamiento es acompañado de un videoclip con dirección creativa propia, protagonizado por sus amigas, que refuerza la autenticidad del proyecto. Fiel a su estética de “brillitos y colores”, Joelle construye un universo donde el amor, la amistad y la libertad emocional se convierten en protagonistas.
“Muchas veces al estar escribiendo una canción, imagino de qué color es, a qué escenario me lleva, si es en el mar, el día o si es en un bar. Sí, hoy en día se dejó un poco de lado la prioridad de la identidad visual de los proyectos, pero me gusta buscar la manera de seguir mostrando mi mundo desde ese lado”, confesó Joelle.

-En tus canciones hay una sensibilidad muy marcada, pero también una búsqueda estética que atraviesa todo lo que hacés, ¿Qué lugar ocupa la imagen dentro de tu universo artístico?
En la entrega final, la estética es lo segundo más importante, ya sea un videoclip para un single, o el mundo visual entero de un álbum y poder agregar una identidad que puedas ver e imaginar al escuchar las canciones. Eso me parece un valor agregado importantísimo, más allá de que se suele avanzar con la propuesta visual una vez hecha la canción, para mí es algo a la par.
-En “El Juego” se percibe un equilibrio entre vulnerabilidad y poder personal,¿Fue algo que buscaste conscientemente o surgió al escribir?
No sé si lo busque intencionalmente, pero sí creo que, al haber encontrado la persona correcta para inspirarme a escribir canciones de amor, fue decantado en que las canciones me permitan hablar desde ese lado; un amor completo, maduro, pero permitiéndose jugar. El amor nos hace ser vulnerables, bajar las guardias, y si la persona no es la correcta para hacerlo, las canciones serán de desamor.
¿Qué aprendiste de crecer en una familia donde la creatividad era parte de lo cotidiano?
-Tengo muchas cosas naturalizadas que pensé que formaban parte de todas las familias, pero por empezar lo que más valoro es la posibilidad de elegir y hacer lo que amo. También aprendí de ellos el no perder la curiosidad, siempre querer aprender un poco más de todo. Además, de seguir formándome y la perseverancia. Cualquier tipo de arte es un trabajo donde si uno no lo defiende, nadie lo va a hacer por uno y muchas veces en el camino dudás de vos mismo, de dejarlo, de si no es suficiente, pero la perseverancia en seguir creando, mostrándote, intentándolo, probando, es de lo que más te forma como artista.
-¿Creés que escribir sobre lo emocional es una forma de entenderte mejor?
En el álbum anterior, recién al final del proceso pude abrirme a escribir cien por ciento de lo que pensaba o sentía, canciones como “Corre el sudor” o “Va lento”, me permitieron liberar emociones que capaz no entendía mucho al querer explicarlas y escribirlas me hizo descubrir un mundo increíble de liberación y de autoconocimiento que me ayudó mucho.
-Y… ¿En este segundo álbum?
Estoy mucho más cómoda en mis sentimientos y en compartirlos. También viví muchas cosas en el medio, no son las mismas experiencias y capacidad de emociones que tenía a los 18 años cuando escribí “Ikigai”, que ahora con 22, sé que me queda muchísimo por conocer, vivir y crecer, pero hoy ya puedo escribir de un primer amor, de lo que luego fue mi primer corazón roto y de lo que es el nuevo amor que estoy descubriendo y donde me siento más segura, y la sensación de querer que sea el último. No solo de amor de pareja, el propio, el de la familia, el de los amigos, el de alguien que ya no amás más. ¡Amo el amor y siento que está en todos lados!
-Venís de presentar tu primer disco en Lollapalooza, ¿Qué aprendiste de ese escenario?
Uff… ¡Aprendí de todo! fue mi primer show con banda. Eso para un artista ya es un paso enorme, ensayar en grupo, mirar hacia atrás en ese escenario enorme y ver que no estaba sola, aprender de otros músicos en los ensayos. Escuché mis canciones como más me gustan: en vivo, con instrumentos y con el sonido de la gente disfrutándola. ¡Eso es lo más lindo!
-¿Cómo impactó en tu confianza artística?
En cuanto a mi confianza, la fui construyendo porque yo tenía pánico escénico cuando arranqué a escribir y hacer mis primeras presentaciones en clubes, bares, etc. Pero el escenario del Lollapalooza te replantea todo lo que pensabas que tenías claro, sobre todo para alguien que está arrancando.
¿Cómo manejás la exposición en un contexto donde todo se comparte tan rápido?
Las redes son de mis mayores desafíos porque intento encontrar el balance entre lo que es algo sumamente agotador e insaciable, con entender que hoy es el principal medio de exposición. A veces, me pregunto qué harían los músicos de los ‘60 si les dijeran que tienen que subir un reel, dos tiktoks y hacer un “get ready with me” para hacer que sus canciones lleguen a la gente. ¿Te imaginas a los Beatles subiendo un trend para viralizarlo?
-Muchas veces esa presión recae en el artista en mayor medida…
Hoy se espera que la exposición únicamente recaiga en el artista, si vos lográs tener los números en tus redes sociales, ahí es cuando te invitan a las radios o pasan tus canciones en playlists. También está el lado positivo porque actualmente los artistas no dependen de una discográfica, una radio, o una revista para poder vivir de la música. Alguna vez escuché a alguien de la industria decir “Es más fácil volver a un influencer cantante, que a un cantante en influencer” y para mi ahí es donde se pierde totalmente el valor del arte.

