
La votación es una circunstancia más en el complejo debate de los temas públicos en la sociedad, pero es clave y a la urna hay que defenderla con uñas y dientes. En la democracia, aún cuando la intensidad de la misma en momentos como estos, está en su mínimo nivel, votar es punto de partida y no solo de llegada.
Por la memoria de las generaciones que dieron lo mejor de sí para que se pueda votar, por la puerta que se abre a la participación colectiva que implica ir cada dos años a votar y porque el modo que nos rije, aunque insuficiente, sigue siendo el mecanismo que nos hemos dado para transformar la realidad.
Por esas razones hay que ir a votar aunque se piense, con razones sobradas, que uno elije pero no siempre decide.
Una elección inédita que parece un plebiscito sobre Milei
Por tercera vez desde la vuelta de la democracia en 1983 (convencionales constituyentes provinciales en 1993 y gobernador en 2003), la provincia de Buenos Aires vota de manera desdoblada de las nacionales y cuenta con peso decisivo en el mapa nacional: concentra el 38% del padrón y en el plano local define 23 senadores y 46 diputados provinciales.
También se renuevan concejales y consejeros escolares en los 135 municipios de los que se componen las 8 secciones electorales.
En la Segunda, Tercera, Sexta y Octava se eligen diputados, mientras que en la Primera, Cuarta, Quinta y Séptima habrá candidatos a senadores, con el clásico sistema de boleta de papel.
El peso de esta elección convierte la votación en un test directo para intendentes y sus proyecciones a 2027.
El oficialismo llega golpeado. Javier Milei buscó nacionalizar la elección y convertirla en un plebiscito, pero enfrenta internas, tensiones en La Libertad Avanza, derrotas provinciales recientes como en Corrientes, donde Lisandro Almirón quedó en el 4° puesto.
Además, el escándalo de coimas en la ANDIS deterioró su credibilidad y desmoviliza a su electorado joven. En Balcarce 50 ya se conforman con una derrota acotada, pensando en octubre.
Del otro lado, Axel Kicillof jugó fuerte con el desdoblamiento, aun a costa de tensar su vínculo con Cristina Fernández de Kirchner. Armó su propio espacio y logró un lugar en la mesa de conducción junto a Máximo Kirchner y Sergio Massa. Los intendentes peronistas, protagonistas de la campaña, ponen en juego su peso territorial y la chance de blindar sus concejos deliberantes frente al avance libertario, que en una especie de Pac-man de la política fue por el Pro sin mayores resistencias de los integrantes del espacio que fundo y preside Mauricio Macri.
Los resultados tendrán impacto nacional: medirán la gobernabilidad de Milei, la proyección de Kicillof y el grado de unidad del peronismo en tiempos de proscripción de CFK. Aunque se trate de una contienda provincial, será un anticipo directo de las generales del 26 de octubre y cargan con la incógnita sobre el grado de participación.
Antecedentes de la participación en las últimas elecciones en la Provincia.
Datos de Tendencias Electorales.
Una batalla en dos actos, con interminables 48 días en el medio. Tiempos que en Argentina pueden equivaler a largos meses.
Los Milei en su peor momento
No se trata solo del muy flojo acto de cierre de la campaña bonaerense, que se hizo en un sencillo club de barrio en Moreno, cuyo campo de juego al aire libre no pudo ser ocupado ni siquiera en la mitad, pese a los recursos milonarios que se destinaron desde La Libertad Avanza.
Es también la evidente soltada de mano, con características de apriete al mismo tiempo, que le hacen desde las grandes corporaciones, a través de sus voceros mediáticos.
Es el Congreso, con votaciones adversas que, a diferencia del año pasado, dejó de “darle las herramientas” que el Gobierno necesita.
Es el “alta coimera” para Karina, que suena tan pegadizo como representativo de esa conjunción de humor irónico y descripción política, que como en otros casos ayuda a sublimar el dolor del saqueo permanente.
Estamos frente un Gobierno desorientado y que perdió la agenda hace varias semanas. No se avizora en el corto plazo una recuperación, sobre todo con la amenaza del frente financiero-económico, que incluye los aspectos cambiarios.
La pregunta no es si Milei va a devaluar, porque el dólar está claro que no “flota” y que las bandas del programa parecen más a los grupos que se revolean operaciones que a los límites inferior y superior fijados para la cotización de la moneda estadounidense.
La devaluación, una vez consumado el saqueo de la bicicleta especulativa, no hará más que traer nuevos sacudones inflacionarios, con su consiguiente aumento del costo de la vida para las mayorías populares.