
Sin la tensión que generó el cierre bonaerense para las legislativas bonaerenses, desdobladas por primera vez en la historia, el armado de las listas nacionales muestran un delicado equilibrio en la vuelta a las urnas, después del huracán Javier Milei en 2023.
La composición del Congreso Nacional, central en la pulseada que se juega en la Argentina de los próximos tiempos lleva consigo varias incógnitas que el tiempo responderá.
¿Podrán la derecha y la derecha recargada imponer en el Parlamento el plan definitivo de Milei?
¿Alcanzará con el panperonismo y aliados circunstanciales, entre los cuáles se encuentra tácticamente la izquierda trostskista, armar una agenda no solo defensiva sino de cierto avance en términos de un debate medianamente democráctico?
El foco en el Congreso
La memoria, a veces frágil y tapada por el alud implacable del presente contínuo, debiera servir para recordar que tras jurar como presidente el domingo 10 de diciembre de 2023, Milei habló por primera vez dándole la espalda al Congreso.
No solo metafóricamente sino en la práctica.
De allí en adelante, su relación con el Poder Legislativo fue sinuosa y compleja. En el primer año del mandato la actividad en el reciento y en las comisiones fue de muy baja densidad.
En los primeros doce meses se aprobaron 44 leyes, la cifra más baja de las últimas cuatro presidencias, y se realizaron solo 24 sesiones, también el menor número en igual período. La mayoría de las normas correspondieron a acuerdos internacionales, mientras que apenas dos se vincularon con economía y finanzas.
Del total de leyes sancionadas, 36 tuvieron origen en proyectos enviados por el Poder Ejecutivo, aunque en su mayoría provenían de gestiones anteriores. Milei logró la aprobación de tres iniciativas propias: la Ley de Bases, el paquete fiscal y la creación del Registro de Datos Genéticos en delitos contra la integridad sexual. En paralelo, se aprobaron ocho leyes impulsadas por bloques opositores, entre ellas la nueva fórmula jubilatoria y el financiamiento universitario, ambas vetadas por el Presidente.
La comparación con administraciones anteriores deja en evidencia la baja productividad legislativa: en el primer año del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner se sancionaron 112 leyes, en el de Mauricio Macri 97 y en el de Alberto Fernández 64. Además, Milei es el presidente que menos porcentaje de proyectos propios logró convertir en ley: solo un 12% de los 26 que envió al Parlamento. En contrapartida, se destaca por el uso de decretos de necesidad y urgencia, con un nivel similar al de Alberto Fernández en el contexto de la pandemia.
El oficialismo, con minoría en ambas cámaras, tejió acuerdos con el PRO, sectores del radicalismo y gobernadores de provincias como Catamarca, Tucumán, Salta y Misiones para aprobar sus dos principales proyectos: la Ley Bases y el paquete fiscal. También consiguió sostener los vetos a las iniciativas opositoras más relevantes, blindando con apoyos parlamentarios la estrategia legislativa de Milei en su primer año de gestión.
Este año la actividad fue aún menor y a la oposición le costó poder conformar Comisiones como las de la investigación de la criptoestafa $LIBRA, que tiene sumamente nervioso al Presidente, a su hermana Karina Milei y al entorno gubernamental.
Sin embargo, en las últimas semanas, algo pareció haberse modificado en la inercia y la oposición logró algunas victorias que, otra vez, tienen destino de veto. La Emergencia en Discapacidad y en Salud (con el Hospital Garrahan como emblema), junto a la recomposición de haberes para jubilados y el financiamiento universitario, volvieron a conformar una mayoría contra el Gobierno.
El tiempo dirá si se mantienen esas voluntades frente a los vetos y se sostienen los principios, aunque luego no haya asado en Olivos para los “héroes”.
El espejo de la crisis
Por estos días se multiplican las encuestas y proyecciones de cara a los resultados que arrojarán las urnas. En el caso de la provincia de Buenos Aires habrá una primera parada en las legislativas del 7 de septiembre y luego, a nivel nacional, el domingo 26 de octubre será el momento de conocer el mapa que tendrá el Congreso de la Nación desde el 10 de diciembre.
En principio, no parece que vaya a haber una modificación sustancial en la composición, por una sencilla razón: La Libertad Avanza solo renueva dos escaños, los obtenidos por el propio Milei junto a Victorial Villarruel en 2021. La fagocitación que ejerció el oficialismo sobre el PRO implica que junten fuerzas, pero no queda claro que se puedan multiplicar.
Para muestra de las dificultades que han tenido hay que recurrir, sin que el ejemplo agote el análisis, a algunas figuras a las que apelaron para completar las listas. Un excomisario de la Bonaerense, con más prontuario que ideas, al frente de la Tercera Sección electoral. Cuesta creer que más allá de los típicos discursos de mano dura, que crecen al calor de las crisis económicas, Maximiliano Bondarenko genere pasiones incontrolables entre la ciudadanía.
Para el cargo de diputada nacional, una figura de cierto reconocimiento mediático como Karen Reichardt acompañará al frente de la boleta a José Luis Espert, el economista cultor del odio verbal que supo esconder muy bien la llave del debate sobre el Presupuesto Nacional, que habilita a la discrecionalidad del ajuste permanente del Gobierno.
Por el lado del ahora denominado Fuerza Patria se ve un mayor despliegue en su marco de alianzas y la apelación a una figura de prestigio y experiencia como Jorge Taiana para encabezar. Se perdió mucho, demasiado, tiempo en debatir nombres. Acaso sea más productivo debatir ideas.
El resto de las fuerzas se presenta en diferentes propuestas, como el armado tradicional del Frente de Izquierda, que repite esquema de unidad entre diversos partidos desde el año 2011 (lo que a esta altura constituye un mérito en sí mismo).
Además, el radicalismo que para mantener su desorientación navega entre el espacio federal de algunos gobernadores y la sumisión a la alianza libertaria.
Este vuelo de ave por sobre el escenario político deja afuera las particularidades de cada provincia y las disputas que, de alguna manera, parecen lejanas a los sufrimientos cotidianos de las mayorías.
Pero, aún con esas falencias, con su baja intensidad y con los oscuros de siempre, la democracia argentina se encamina a su elección nacional número 22 de manera consecutiva, y a la 23 si se considera la de constituyentes de 1993, que armó en 1994 la Constitución Nacional que sigue vigente.
Parece mucho o parece poco, claro, depende el cristal con que se lo mire. Si se tiene en cuenta que Argentina tiene una administración del Estado que cree poco en las instituciones y que parte de ese negocio es la baja participación electoral, resulta imprescindible que se vote masivamente.
Es de esperar que las urnas se llenen de votos y, aunque ese paso no alcance, que sea un acto de participación colectiva para modificar la realidad. Para que la queja no se quede en las redes y que los lamentos sean más que un emoji.
Es tan necesario dejar de recibir goles en contra como pasar a la ofensiva creativa. Los empates de esta época son derrotas que duelen cada vez más y los tibios conservadores no hacen más que seguir yendo a buscar la pelota al fondo del arco propio.