De Menem a Milei: el viaje televisivo entre la tragedia y la farsa

La serie que cuenta parte de la vida de Carlos Menem ofrece una pintura de los noventa y permite meterse por la ventana del poder que transformó las bases del país hasta el presente. La mezcla de risa y horror, como modelo para pensar la Argentina de Javier Milei.
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Griselda Siciliani y Leonardo Sbaraglia, la dupla protagoniza la serie sobre Menem. Crédito: Captura de pantalla

La risa sirve para sublimar el dolor. Se hable de hechos ocurridos hace 30 años o de los delirios que ofrece la realidad de estos días, con Javier Milei en la Presidencia.

Por supuesto que el tiempo ayuda a suavizar la contradicción, pero la serie basada en la vida de Carlos Menem que se estrenó en la plataforma Amazon el 9 de julio es el ejemplo perfecto de como una excelente comedia puede contar una tragedia cuyas consecuencias llegan al presente.

También se puede pensar que semejante catástrofe social, económica, cultural y política no se puede tapar con una docu-ficción, a la que por momentos cuesta encontrarle las diferencias entre fantasía e historia.

¿Si Menem fue la tragedia será que ahora Javier Milei es la farsa?

Lo importante y lo vistoso: de Menem a Milei

Los conocedores de la década del menemato, por experiencia propia o por ese viejo hábito que aún funciona de la lectura, advertirán que la serie es entretenida pero deja gusto a poco en términos de profundidad política. Aunque es necesario destacar que del jolgorio de la fiesta que parecía ser el país se pone algo oscura sobre el final de la temporada.

Si la política no habla fuerte de cómo derribar las bases de una sociedad cada vez más injusta, que tuvo en la década de los 90 uno de sus pilares fundamental, pedírselo a una serie de plataforma es una quimera sin sentido.

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La serie de Carlos Menem, lidera el ránking en las visualizaciones de la plataforma Amazon desde su estreno el 9 de julio.

El propio Ariel Winograd, director de la serie, lo explica en la muy buena nota que publica Página/12. “No quería hacer una serie solemne, no quería hacer una serie que juzgue a los personajes, no quería que hubiera una bajada de línea sobre cada decisión”.

Pero, aún en el formato casi de videoclip de la obra protagonizada de manera magistral por Leonardo Sbaraglia y Griselda Siciliani, hay pistas que llevan a eso de lo que no se habla o se naturaliza.

Las privatizaciones y la corrupción derivada de ellas; el tráfico de armas; el alineamiento incondicional con Estados Unidos y su deriva de los ataques a la Embajada de Israel en 1992 y a la AMIA en 1994 o la voladura de la fábrica militar de Río Tercero son la punta del iceberg con el que se puede describir al menemismo.

Pero no es lo único y acaso no siquiera lo más grave.

Las apariciones de un tal Bernardo Neustadt, son grandes flashes descriptivos en la serie Menem. El veterano periodista desde su Tiempo Nuevo en Telefé los martes por la noche, le ponía voz y cuerpo al relato de época.

Era el ocaso de su vida, porque el Neustadt real moriría el Día del Periodista en 2008 (esas paradojas del destino). Pero esos años le alcanzaron al hombre para consolidar fama y dinero, dos elementos que en los 90 alcanzaron el grado de realización eterna.

Las empresas a las que » les interesaba el país», sostenían a quien se mofaba de la soberanía en tiempos de Raúl Alfonsín, cuando Neustadt la buscaba en un teléfono que andaba mal.

El cruce de lo que nadie llamaba periodismo militante en ese momento con el poder político era tal, que Neustadt llamó a la Plaza del Sí para apoyar las «reformas» de Menem y el entonces presidente llegó a conducir un programa, en una ocasión en que Neustadt estaba internado.

Ahora, de la tragedia a la farsa, Milei pasa muchas horas de un día sin agenda oficial en los streamings del Gordo Dan o de Alejandro Fantino, en el intento cada vez más complejo de construir un relato que sostenga este otro saqueo y entrega.

Como en los 90, hasta se apela a rubias televisivas para intentar recrear un mito del macho presidencial. Vaya intento sin mucho éxito, por lo que se ve hasta el momento. Para ser justos, aunque odiosos en la comparación, a Menem se le atribuía cierta temeridad al manejar autos de carreras o pilotear aeronaves.

Milei, en cambio, suspende un viaje a Tucumán por la niebla, porque no se banca la ausencia de gobernadores que parecen haberle soltado la mano.

Milei, tal vez por un bombardeo digital incontenible, ya no causa la gracia del Turco/Sbaraglia sonriendo a cámara, jugando al básquet, bailando con odaliscas mientras firmaba decretos de la vergüenza.

Mientras Menem hacía esos shows, porque era un “vivo bárbaro” iba a Pinamar manejando una Ferrari en menos de 3 horas, se acumulaban los heridos en las protestas porque la resistencia popular es la respuesta a los ajustes, se conocían los muertos sospechosos de ser asesinados en causas que tocaban al poder, se mataba en las represiones contra los piquetes que comenzaban y se multiplicaban los procesados por razones políticas.

milei zulemita busto de menem

Javier Milei inauguró el busto de Carlos Menem en la Casa Rosada, juntó a Zulema, la hija del expresidente.

Fue el 14 de mayo de 2024, a 35 años del primer triunfo presidencial del riojano, admirado por Milei.

Escenas de la política argentina y la repetición de la historia

La frase «primero como tragedia, luego como farsa» es una frase de Carlos Marx, el autor de “El Manifiesto Comunista” y de “El capital”. En su obra «El 18 Brumario de Luis Bonaparte», Marx la usa para describir la repetición de la historia, donde eventos significativos o momentos históricos, como una revolución, pueden ocurrir dos veces: la primera vez como un evento trágico y la segunda vez como una parodia o imitación grotesca de la primera.

«La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa», como textualmente comienza el texto de Marx es también una adaptación correctiva de la que había pronunciado Georg Hegel acerca de que “la historia ocurre primero como contingencia, y luego como necesidad”.

Marx analiza el golpe de estado de Luis Bonaparte en Francia en 1851, comparándolo con la revolución de 1789. La Revolución Francesa, de la que este 14 de julio se cumplen 237 años, fue un evento trágico con consecuencias trascendentales. Sin embargo, el golpe de Napoleón III es visto por Marx como una farsa, una imitación superficial de los hechos anteriores, donde los actores y las circunstancias son similares pero con un resultado mucho menos significativo.

Pero de todos modos, para no tomar solamente a risa el tiempo de Milei, cada vez menos frecuente es cierto, podemos acudir a Slavoj Žižek, en su obra «Primero como tragedia, después como farsa», que también explora esta idea a fondo, pero argumenta que la «farsa» a veces puede ser incluso más aterradora que la «tragedia» original, posiblemente debido a su capacidad para desensibilizar o normalizar la violencia o el cambio social.

Ese es el peligro de las muy buenas series audiovisuales como la de Menem o las muy berretas puestas en escena de Milei, sus perros, los monitos comunicacionales de los medios y las redes o su claque de violentos verbales y físicos.

El peligro de pensar o de sentir que la vida es una App, que se descarga, se usa y se desinstala. Que se likea o se bloquea, como actos de pura fe digital.

¿Será hora de apagar las pantallas y encender los motores?

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