“No odiamos lo suficiente a los periodistas”. Una oración que podría ser menospreciada como una simple opinión, si no fuera porque quien la emitió fue nada menos que el Presidente de la Nación Argentina, Javier Milei.
Es evidente que está equivocado: de hecho, el sector de la prensa recibe una gran cantidad de odio. Por parte del gobierno, traducido en balas de goma y gas lacrimógeno, en persecución y hostigamiento virtual. Por parte de empresarios y propietarios de medios de comunicación, manifestado en salarios de miseria y en condiciones laborales precarias, que provocan el deterioro de una profesión de tanto valor para la sociedad.
El gobierno que ostenta en vano el nombre de la Libertad busca reforzar en la sociedad una idea de periodista. Ésta es la de un periodista que trabaja en servicio del poder político, que hace campaña para los candidatos políticos a cambios de sobres de dinero por millones, que realiza entrevistas a figuras de poder condicionadas por los equipos de comunicación política…
Pero la realidad de la mayor parte del periodismo en la Argentina es muy distinta. Si tuviera que reducirla a una frase, sería la de Leticia Martín, la periodista de Perfil que denunció sus condiciones laborales: “Cincuenta mil pesos de honorarios por mes con seis meses de demora”.
Si tuviera que definirla en una palabra, esa es la siguiente: pobreza. En el Día del Periodista, honramos nuestra profesión difundiendo y denunciando una vez más las injusticias que afectan a la sociedad, y una de esas es que la arrolladora mayoría de les trabajadores de prensa son pobres.
Les periodistas, otro sector hundido en la pobreza
Según los datos revelados por la encuesta del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), les periodistas estamos lejos de ser lo que Milei cataloga como “ensobrados”. En la actualidad, 7 de cada 10 trabajadores de la prensa perciben salarios de pobreza.
Que más del 70% de les periodistas del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) sean pobres tiene graves implicancias. Una de ellas es el crecimiento del pluriempleo: como los salarios no alcanzan, les periodistas trabajan en dos o más medios, o incluso en otros trabajos informales o changas, para llegar a fin de mes. Esto se traduce en problemas de salud mental y en una disminución de la calidad del periodismo.
“Esta realidad provoca precarización, jornadas fraccionadas sin descanso, cerebros agotados por la multiplicidad de formatos y una carrera interminable para lograr un ingreso que permita vivir dignamente”, denuncian desde el sindicato.
Condiciones laborales cada vez más precarias
Otro de los graves problemas del sector es la precariedad laboral. Casi el 20% de les periodistas manifestó trabajar bajo condiciones precarias. En la prensa escrita, esto se ve reflejado en la figura de «colaboradores», que perciben un bajo pago por nota y no reciben la efectivización de la relación laboral.
“La figura de «colaborador» en los diarios es sinónimo de precarización, de trabajo a destajo, siempre mal pago. Se cobra por nota (en la actualidad unos 20.000 pesos) y los jefes deciden cuánto escribe cada periodista. Los jefes deciden, de forma unilateral, tu salario. En la actualidad se debieran escribir 55 notas al mes (algo imposible) para un salario que esté por encima de la canasta básica”, explicó Darío Aranda, periodista que denunció las condiciones laborales en el diario Página 12.
La inestabilidad laboral es peor en les periodistas jóvenes. El porcentaje de periodistas precarizados aumenta a 33% en la franja etaria de menos de 30 años. No hay una política de promoción del empleo en la prensa, no hay incentivos para que la juventud se dedique al periodismo de calidad.
Tampoco hay financiamiento. El Gobierno desmanteló los organismos públicos de noticias como la TV Pública, la Radio Nacional y la agencia Télam. También eliminó la pauta oficial, que sostenía principalmente a medios pequeños, comunitarios y sin fines de lucro, que hoy sobreviven gracias a las suscripciones, aportes voluntarios y trabajadores ad honorem.
No hay un Estado que promueva la libertad de expresión ni la pluralidad de voces, tal como lo exige la institución de la democracia en su plenitud. Por el contrario, la postura oficial es la promoción del odio al periodismo, la proliferación de fake news, la represión, la persecución y el ajuste.