En un mundo donde la información fluye incesantemente a través de múltiples canales y plataformas, el periodismo, esa actividad que tradicionalmente ha servido como brújula para orientar a la sociedad en la comprensión de la realidad, se encuentra en una encrucijada sin precedentes.
La profesión y oficio que durante siglos asumió la responsabilidad de interpretar los acontecimientos, contextualizar los hechos y dotar de significado a la avalancha de datos que nos rodea, enfrenta hoy una profunda crisis de sentido.
Esta crisis no es meramente económica o estructural, aunque estos aspectos son innegables, sino que hace a la esencia misma de su función social: la creación de sentido en un entorno cada vez más fragmentado, acelerado y tecnológicamente mediado.
La transformación digital alteró profundamente el periodismo tradicional. La caída en la difusión de periódicos, diarios y revistas y la migración a plataformas digitales reconfiguraron los modelos de negocio y las prácticas profesionales. La inmediatez y la multimedialidad son ahora requisitos indispensables, mientras que la reducción de los puestos de trabajo, afectaron la calidad y profundidad del periodismo.
Si a eso se le suma las condiciones materiales en los que se desarrolla la tarea, en el marco de la precarización general de todos los trabajos, el resultado es en general de muy baja calidad.
Los modelos de negocios periodísticos, en una crisis que no se detiene
La transformación digital puso en jaque los modelos de negocio que durante décadas sustentaron a los medios de comunicación. La fuente de ingresos principal de los medios tradicionales era la venta de ejemplares y la publicidad. Sin embargo, la migración de las audiencias hacia entornos digitales provocó un desplome de ambas fuentes de financiación. Los ingresos publicitarios en radio y televisión se ralentizan, mientras que en diarios y revistas (incluyendo sus ediciones online), se desploman.
Mientras tanto, los gigantes tecnológicos como Google (Alphabet) y Facebook/Instagram (Meta), acaparan una porción cada vez mayor de los ingresos publicitarios. Google pasado de ingresar 6 mil millones de dólares en publicidad en 2005 a más de 256 mil millones en 2021. Facebook, por su parte, ha crecido desde unos 2 mil millones de dólares en 2010 hasta superar los 118 mil millones en 2021. Estos gigantes tecnológicos pueden suministrar audiencias masivas con targets muy precisos y eficacia demostrable, una ventaja competitiva frente a la que los medios tradicionales tienen pocas armas.
Ante esta situación, muchos medios optaron por implementar cobrar por la lectura de las notas y modelos de suscripción. Sin embargo, la mentalidad del «acceso gratis a la información» implantada durante casi dos décadas hace que la cultura del pago por las noticias sea todavía complicada. Según el Digital News Report del Oxford Reuters Institute for the Study of Journalism, apenas el 10% de los usuarios está dispuesto a pagar por las noticias online. Esta cifra es aún más baja en España y América Latina, donde la resistencia a pagar por contenidos informativos es particularmente acusada.
En nuestro país también se replica ese panorama, agravado por la crisis económica y la pérdida de poder adquisitivo de las mayorías, golpeadas por el plan de ajuste permanente de Javier Milei y su gobierno.
La batalla del periodismo por el tiempo de las audiencias
La Inteligencia Artificial (IA), ofrece oportunidades para automatizar tareas y mejorar la eficiencia, pero también plantea desafíos éticos y cuestiona el criterio editorial humano. La colaboración entre humanos y máquinas podría ser la clave para un periodismo más eficiente y de mayor calidad. Pero el debate también la pone en el plano de la disyuntiva: ¿aliada o amenaza?
No se trata de la negación de la herramienta, pero tampoco de la fascinación acrítica. La IA es también, debiera serlo y el debate aún está verde, la posibilidad de pensar en manos de quiénes va a quedar la enorme rentabilidad extra que genera la ultra-productividad de una tecnología que crece a pasos agigantados.
Pocas veces en la historia se dieron pasos tan acelerados en materia de avance tecnológico como en estos tiempos. Acaso la IA sea el manejo del fuego en el Siglo XXI y ni siquiera logramos imaginar lo que puede generar.
Las redes sociales, por su parte, revolucionaron la distribución y consumo de noticias, fragmentaron las audiencias y crean burbujas informativas. La desintermediación, por un lado, ha democratizó la producción de contenido, pero también facilitó la propagación de información falsa y la polarización del debate público.
Todo eso, por cierto, en el marco de una extrema concentración en las manos de un puñado de empresas, que no casualmente tienen su origen en Estados Unidos.
En un entorno saturado de información, el periodismo compite con el entretenimiento por la atención del público. El infoentretenimiento y la adaptación a nuevos formatos son estrategias para mantener la relevancia, pero plantean dilemas sobre la calidad y profundidad informativa.
La transformación de las redacciones y el trabajo del periodismo
El impacto de la transformación digital no se limita a los aspectos económicos o de consumo, sino que alteró profundamente la naturaleza misma del trabajo periodístico. Las redacciones se han visto obligadas a adaptarse a un entorno 24/7, donde la inmediatez prima sobre la reflexión y donde la multimedialidad y la polivalencia se convirtieron en requisitos indispensables para los profesionales de la información.
El periodismo de investigación, el periodismo en profundidad y el análisis exhaustivo, todos pilares de los medios tradicionales, son víctimas de este cambio casi violento, privando a la sociedad de voces y perspectivas críticas. La presión por producir más contenido en menos tiempo y con menos recursos ha llevado a una homogeneización de la información y a una dependencia excesiva de fuentes oficiales, que en el actual momento de Argentina coincide con un Gobierno que baja el mensaje de que “no se odia lo suficiente a los periodistas”.
A eso, hay que sumarle que también las agencias de noticias están en un proceso de transformación y que, en el caso de Télam que durante casi 80 años fue sostenida desde el Estado, cayó también en el triste destino del ajuste y la motosierra.
En definitiva, la metamorfosis digital del periodismo tradicional no es simplemente un cambio tecnológico o de formato, sino una transformación radical que afecta a la esencia misma de la profesión periodística y a su función social. Los medios de comunicación se enfrentan al desafío de reinventarse en un ecosistema mediático cada vez más complejo y competitivo, donde las reglas del juego han cambiado y donde su relevancia y sostenibilidad están en entredicho.
La pregunta que surge es si esta metamorfosis conducirá a una renovación del periodismo o a su paulatina disolución en la marea tan variada de la comunicación digital.
El 1° de junio de 1810, la Junta dictó el decreto que disponía: “salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos Aires”, que vio la luz el 7 de junio.
“Rara felicidad la de los tiempos en que es lícito sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”. Con esas palabras de Cornelio Tácito, destacado historiador del Imperio Romano, abría su edición ese primer ejemplar, dirigido por Mariano Moreno.
Desde 1938 se celebra el Dia del Periodista , ya que ese año se desarrolló el Primer Congreso de Periodistas y se sentaron los primeros escritos del Estatuto Profesional (ley 12.908), que sería sancionada en 1944 por el Congreso Nacional.
Crisis de sentido y desafíos democráticos
La crisis del periodismo no es solo económica o tecnológica, sino también social. La pérdida de credibilidad, la desinformación y la polarización amenazan la función del periodismo como pilar de la democracia. La reinvención del periodismo requiere un compromiso con la verdad, la independencia y el servicio público.
El periodismo enfrenta desafíos sin precedentes, pero también oportunidades para reinventarse. Un periodismo centrado en el servicio, la calidad, la colaboración, la transparencia y la ética puede recuperar su relevancia y función social en la era digital. El futuro del periodismo no es solo una cuestión sectorial, sino un asunto que nos concierne a todos como ciudadanos de una sociedad democrática.
En el caso del periodismo como el que hacemos en Nota al Pie, con la responsabilidad de ser también sujetos de la transformación social, en el camino de un mundo más justo, inclusivo, como el lenguaje inclusive que practicamos.
Un mundo solidario, donde quepamos todas, todes, todos, con igualdad de oportunidades y donde el periodismo sirva, además de ser el modo de denuncia de las crueldades, el medio por el que hablen las historias de quienes transforman su lugar, para transformar el mundo.
El futuro del periodismo se escribe desde la historia.
Por todo eso, y pese al tiempo oscuro del que dimos cuenta en estas líneas, deseamos un feliz día a las y los periodistas que hacemos nuestro trabajo en Argentina.
Esta es una fecha, el 7 de junio, que tuvo un origen revolucionario con el nacimiento, de la mano de Mariano Moreno, de “Gazeta de Buenos Ayres”, el órgano de la Primera Junta de mayo de 1810.
Pese a los antecedentes de la época colonial, en el cual el propio Manuel Belgrano tuvo su rol, el periodismo nacional nació hace exactamente 215 años, con un sentido revolucionario.
Mantener el espíritu de mayo no solo es el mejor homenaje en esta jornada, sino también la gran apuesta a futuro, un desafío que no entra en el radar de la Inteligencia Artificial.
Es una tarea colectiva, también desde el periodismo, que nació revolucionario y así debe seguir.