El mundo del deporte suele entregar grandes atletas que sobresalen por sus resultados y su legado estrictamente deportivo. En otras ocasiones, los números no acompañan pero se destacan por otras cualidades, que los vinculan más a sus aficionades.
Ya sea la personalidad, el carácter o las formas de actuar, algunos apellidos son más queridos que por lo hecho dentro de su ambiente. En ese sentido, desde Nota al Pie queremos recordar al boxeador argentino María José “Mono” Gatica, al cumplirse 60 años del fallecimiento, quien fuera querido por el pueblo argentino pero que su excéntrica vida le llevó a jugarle una mala pasada.
Inmortalizado tras el lente de Leonardo Favio gracias a Gatica, el mono (1993), el puntano sobresalió como uno de los boxeadores más prolíficos de la historia argentina. Dentro de la categoría de peso ligero, logró que mucha gente quisiera asistir al Luna Park para verlo pelear.
Con un total de 96 combates en su haber, logró alzarse con el triunfo en 86 de ellos. Incluso, llegó a forjar un fuerte vínculo con Juan Domingo Perón, lo que le permitió combatir por el título mundial en el mítico Madison Square Garden.
Un comienzo desde el fondo
El Mono nació el 25 de mayo de 1925 en la ciudad de Villa Mercedes (San Luis) y desde los siete años se radicó junto a su familia en Buenos Aires. Su estancia en la capital nacional no arrancó nada bien, porque sufrió carencias económicas que lo obligaron a laborar desde muy chico.
A mediados de la década de los ’30 trabajó como lustrabotas en la estación de Constitución, donde de a poco comenzó a forjar su perfil de boxeador por involucrarse en peleas callejeras. En aquel entonces, su aparición en diversos enfrentamientos de la calle llamó la atención de Lázaro Koczi, un peluquero de la zona que mantenía una relación con el pugilismo.
Asimismo, fue el mismo comerciante, un inmigrante albanés que se vinculó con clientes cercanos al Luna Park, quien lo motivó a iniciar una carrera de manera formal. De este modo, el 7 de diciembre de 1945, con solo 19 años, fue el debut de Gatica como boxeador profesional.
En el día de sus inicios en el boxeo, se enfrentó a Leopoldo Mayorano y obtuvo un notable triunfo por nocaut en el primer asalto. Ese mismo mes metió otros dos combates, en los que salió vencedor. En 1946 empezó a conocerse más por su efectivo rendimiento y logró realizar siete peleas, donde ganó en todas.
Una de esas contiendas fue ante quien fue su mayor y peor rival, Alfredo Prada; y contra el cual se enfrentó en otras cinco peleas con igual cantidad de victorias para cada uno.
Gatica y una relación que lo llevó lejos
La gente amaba al Mono fuera del ring por su carisma, pese a que dentro del mismo siempre vislumbraba un lado agresivo y ambicioso. Una vez que estaba dentro del cuadrilátero, lanzaba puños con bastante furia, por lo que recibió el apodo de “El Tigre” en sus comienzos.
Sin embargo, su amable personalidad le permitió acercarse al entonces presidente Perón, quien era un gran fanático del boxeo y quiso conocerlo. “General, dos potencias se saludan”, fue la frase que esbozó el atleta cuando se presentó, una que quedaría para la historia.
A partir de ese momento, se forjó una fuerte amistad, la cual encaminó el apoyo del mandatario en el primer y único viaje de Gatica a Estados Unidos. Con la ayuda económica de Perón, el boxeador emprendió su odisea en suelo norteamericano en 1951 con el objetivo de conseguir el título mundial.
Con cierta habilidad y destreza obtenidas en las peleas callejeras y sus inicios de lustrabotas, Gatica arrancó con el pie derecho su estadía en territorio estadounidense. Su primera participación fue en Nueva York con éxito sobre el púgil Terence Young por nocaut en el cuarto asalto.
Esta demostración provocó que Ike Williams, campeón de la categoría, lo desafiara sin poner en juego su propio título mundial. La pelea tuvo lugar en 1951 en el Square Garden y para sorpresas de muchos, gran parte del país estuvo atenta al combate, Gatica perdió en el primer round.
El argentino fue doblegado sin inconvenientes y vencido por nocaut técnico tras caer tres veces sobre la lona. En aquella época, el puntano ya intermediaba sus entrenamientos con salidas nocturnas, que complicaron su estado físico.
En tanto, varias personas de su círculo íntimo contaron que prendía habanos con dólares como una de sus cuestionables prácticas. La actuación del argentino fue calificada como una “decepción” en Argentina, aunque lo que más sorprendió es cómo reaccionó el propio deportista tras la caída.
Joaquín Carvalho Serantes, más conocido como “Fioravanti”, fue un periodista histórico de El Gráfico que estuvo como relator en la pelea ante Williams y quien confesó una gran sorpresa. “Me acerqué al hotel a consolarlo por la derrota, pero Gatica bailaba rumba, muy bien acompañado”, explicó en su momento.
Una derrota que apagó su luz
Tras la caída ante el estadounidense, Gatica se derrumbó de forma meteórica, al igual que lo fue su ascenso a la fama. De hecho, sus últimos enfrentamientos fueron ante el propio Prada. En septiembre de 1953 lo hicieron por sexta vez, cuando el Mono ya había obtenido tres triunfos.
Durante el primer asalto, Prada le aplicó un cabezazo en el maxilar inferior, lo que provocó su fractura. A pesar de la lesión, Gatica no aceptó la ayuda médica y continuó. En medio del quinto round el médico declaró la derrota del cuyano por nocaut técnico.
Asimismo, su último combate fue ante el mismo contrincante en septiembre de 1955, año de su retiro deportivo. Con la caída del Gobierno justicialista tras el Golpe de Estado contra Perón y la asunción de la Revolución Libertadora, se le quitó la licencia profesional. El nuevo sistema gubernamental con una dictadura militar latente desmoronó la vida del boxeador.
Con una nueva política en Argentina, Gatica se vio obligado a pelear de manera clandestina en el Gran Buenos Aires y el interior del país. En julio de 1956 se enfrentó contra Jesús Andreoli, un bahiense desconocido.
Una vez que finalizó la pelea en el cuarto round con triunfo de Gatica por abandono, la policía llegó para prohibir el show. Incluso, en una ocasión disputó un duelo de catch contra Martín Karadagián.
A causa de la falta de recursos necesarios para recibir ingresos y la pérdida de sus últimos bienes en una inundación, el Mono volvió a vivir en la extrema pobreza. Una vez que dejó de lado las peleas clandestinas, se asentó en su último domicilio, una villa de Villa Domínico, donde debió mantener una familia.
Una tragedia que dio paso al mito
Su estadía en la capital nacional finalizó de la misma forma que inició, sumido en la carencia monetaria, como lo fue durante su niñez. Dedicado a la venta de muñequitos alusivos a Independiente, el 10 de noviembre de 1963 fue atropellado por un colectivo de la línea 295 (actual 95) en Avellaneda.
En el accidente sufrió fracturas en las costillas, vértebras y pelvis, por lo que fue internado en el viejo Hospital Guillermo Rawson de Barracas. Finalmente, el joven boxeador falleció a los dos días por las heridas causadas, con tan solo 38 años.
Tras cinco décadas de estar sepultado en el cementerio de Avellaneda, su hija, Eva Gatica, puso manos a la obra para trasladar sus restos a Villa Mercedes. Desde el 24 de mayo de 2013, el Mono descansa en su ciudad natal. Más allá de que no obtuvo título alguno en su trayectoria, logró el cariño y respeto de la gente, junto al apodo de “campeón del pueblo”.