Este año, el director Juan Mako volvió a traer a escena “Las encadenadas: la revuelta”, la segunda parte de una historia atrapante que desde 2018 viene pegando en el ambiente alternativo teatral. Sus funciones se realizan los sábados desde las 21 en el Abasto Social Club, ubicado en Yatay 666, ciudad de Buenos Aires.
La continuación de esta obra, que aborda la vida de dos simpáticas amigas y sus locuras laborales, se constituye como el final de la anterior. Además, otro dato importante es que el público podrá verla por separado y comprender la historia sin problemas.
“Las encadenadas: la revuelta”, una obra de suspenso
El punto de partida de la historia acontece durante una noche torrencial, momento en el que dos empleadas del crematorio municipal de Carhué, en los confines de Epecuén, se ven involucradas en un asesinato cometido a manos de su jefe.
De esta manera, mientras acontece la trama, también aparecerán nuevos personajes como una amiga de una de las protagonistas, quien llega de Guaminí, un pueblo vecino, y un policía entrometido que tensa aún más el ambiente con su inesperada visita al lugar.
En la segunda parte de la historia, su autor, Juan Mako, continúa con la idea de mezclar el suspenso con la comedia. Todo enmarcado por la tragedia que tuvo lugar en el pueblo turístico en ruinas de Villa Epecuén, ubicado en el partido de Adolfo Alsina, provincia de Buenos Aires.
Sin embargo, lo interesante es que, en su dramaturgia, Mako suma datos reales de lo que sucedió en el lugar, lo cual permite que le espectadore no sólo se sitúe en la historia, sino que también conozca el trasfondo que vive cada personaje en la trama.
En 1985, dicho pueblo quedó sumergido bajo las aguas debido a una inundación provocada por el aumento del Lago Epecuén, uno de los seis que componen el sistema de lagunas conocido como “Las encadenadas del oeste”. Como resultado, les habitantes se vieron obligados a una evacuación completa, dejando el pueblo deshabitado desde entonces.
Nuevos personajes, mismas calidad interpretativa
Si hay algo que destaca en la historia original de “Las Encadenadas” es el buen nivel de los tres artistas que conforman su elenco. En esta ocasión, Mónica Driollet, Cecile Caillon y Claudio Depirro retoman sus personajes y permiten descubrir un poco más de sus alocadas e intrigantes personalidades.
A estas geniales interpretaciones se suman Silvia Fortunato, encarnando a Myriam, un personaje tan aguerrido como entrometido, y Diego Torben, quien interpreta al oficial Salvatierra, lo cual suma más comicidad a la puesta. Cada uno de estos actores aporta una singular actuación que refresca a una historia tan atrapante como entretenida.
Gracias a la creatividad de todo el equipo técnico, la puesta en escena resulta impresionante y muy cinematográfica. En tanto, el vestuario y la caracterización, a cargo de Paola Delgado y Sol Soto, son impecables y contribuyen al realismo de los personajes.
Esta última, además, es la encargada de la buena escenografía, que transporta al público a un mundo oscuro y algo deprimente como lo es un crematorio. Además, la iluminación, diseñada por Alejandro Le Roux, crea atmósferas cautivadoras que acompañan en puntos clave, mientras que el diseño sonoro y la fotografía, a cargo de El Pájaro Films, enriquecen la experiencia visual y auditiva de la obra.
Bajo la dirección y dramaturgia de Juan Mako, “Las encadenadas: la revuelta” logra volver a cautivar al público con una nueva historia intrigante que se desarrolla a través de actuaciones destacadas y una producción técnica de alto nivel. Esta obra teatral es una muestra de excelencia en el mundo del teatro alternativo y una experiencia que vale la pena disfrutar.
Su marco histórico
La historia de lo acontecido en Epecuén es una narración que no puede pasarse por alto. Epecuén, un antiguo pueblo turístico en Argentina, se encuentra en un estado de ruina y desolación. Situado en el partido de Adolfo Alsina, provincia de Buenos Aires, este lugar, que en su apogeo llegó a albergar alrededor de 1.500 residentes y recibir a unos 25.000 turistas durante los meses de verano, es hoy un mero recuerdo de su glorioso pasado.
Fundada en 1921 a la orilla del lago que lleva su mismo nombre, Epecuén se convirtió en el balneario de lujo más destacado del país. Fue un destino de moda en su época, elegido tanto por la aristocracia bonaerense como por aquellos en busca de tratamientos para enfermedades reumáticas y de la piel. Sus aguas, ricas en minerales y con propiedades similares a las del Mar Muerto, eran renombradas por sus cualidades curativas, incluso reconocidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como parte de la medicina tradicional.
Sin embargo, en 1985 una catastrófica inundación causada por el crecimiento del lago sumergió por completo la ciudad, forzando la evacuación total de sus habitantes. Esta tragedia marcó el abrupto final de una era dorada y dejó a Epecuén sumida en las profundidades del pasado.