El pasado viernes el Instituto Nacional de Investigaciones Especiales (INPE) de Brasil anunció que, durante septiembre, la deforestación en la selva amazónica se redujo un 59% en comparación con el mismo período del año pasado.
De esta manera, los alentadores datos confirman una tendencia a la baja en la deforestación, algo que el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, había prometido al asumir su tercer mandato.
Una significativa reducción de la deforestación
El INPE, a través de los datos otorgados por el sistema de vigilancia satelital DETER, que detecta la deforestación en tiempo real, informó que el mes pasado fueron destruidos casi 600 kilómetros cuadrados de la selva amazónica en Brasil. Dicho número contrasta de manera contundente con los 1.454 kilómetros cuadrados que, en septiembre del año pasado, fueron destruidos bajo el gobierno de Jair Bolsonaro.
A su vez, los registros del sistema indican que, en lo que va de este 2023, la deforestación en el área llegó a 4.302 kilómetros cuadrados, una notable reducción si se tiene en cuenta el período que abarca desde enero a septiembre de 2022, cuando la misma fue de 8.590 kilómetros cuadrados.
Tales resultados, impensables bajo el gobierno de Jair Bolsonaro (2018 – 2022), dan cuenta del regreso de las políticas de protección del medio ambiente en Brasil. El presidente Lula, quien asumió en enero de este año, había fijado el objetivo de eliminar la deforestación ilegal en la selva amazónica para el año 2030.
Con esa meta como horizonte, en junio de este año, el mandatario brasileño lanzó el Plan de Acción para la Prevención y el Control de la Deforestación en la Amazonia (PPCDAm), que establece una política coordinada entre más de una docena de ministerios e incluso traza 194 líneas de acción para el fortalecimiento de las políticas medioambientales.
En este sentido, la reanudación de la aplicación de multas, la prohibición de uso de tierras deforestadas, la destrucción e inspección de equipos utilizados en delitos ambientales, así como también un estricto monitoreo de la zona explican los esperanzadores datos comunicados por el INPE.
La importancia estratégica
Para entender por qué el gobierno de Lula le dio un protagonismo central a las políticas ambientales en el cuidado de la selva amazónica, es necesario explicar su importancia en la lucha contra el cambio climático.
Para empezar, la denominada Cuenca del Amazonas, abarca 7,4 millones de kilómetros cuadrados, cubriendo casi el 40% de Latinoamérica, y se extiende por nueve países: si bien el 60% del área se encuentra en Brasil, también pasa por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Surinam y Guyana.
Asimismo, según la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), una cuarta parte de las especies del planeta se encuentran en la zona: 30 mil tipos de plantas, 2500 especies de peces, 1500 de aves, 500 de mamíferos, 550 de reptiles e incluso 2.5 millones de insectos.
Del mismo modo, la Cuenca del Amazonas contiene un tercio de los bosques primarios del mundo y proporciona el 20% del agua dulce no congelada de la Tierra.
Por otro lado, a pesar de que la deforestación reduce su capacidad, el bosque tropical más grande del planeta absorbe entre el 10% y el 15% de las emisiones anuales de dióxido de carbono del mundo. Y, como si fuera poco, el territorio cuenta con 34 millones de personas, de las cuales tres millones son indígenas e integran 420 tribus con diferentes dialectos.