El pasado 8 de agosto comenzó el juicio por abuso sexual que llevan adelante Luna y su mamá protectora, Yama Corín, contra Hernán Rizzi, el progenitor acusado del delito de abuso sexual. Tras esperar 11 años luego de la primera denuncia, el proceso debía terminar en 31 de agosto pero se extenderá a partir de este martes.
Cabe mencionar que la historia de Luna no es un caso aislado. Al respecto, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación bajo el Programa “Las víctimas contra las violencias”, registraron, entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, consultas de 3.219 niñes y adolescentes víctimas de violencia sexual.
El proceso debía continuar los martes siguientes pero, por pedido de la defensa, la próxima audiencia será el jueves 21 de manera virtual; dado que bajo esta modalidad se espera que declare el acusado.
Nota al Pie dialogó con Yama Corín sobre el juicio, el pedido de justicia y la lucha que llevan adelante las madres protectoras.
Tenía entendido que el juicio terminaba en agosto pero se extendió. ¿Me podés contar qué va a pasar en las próximas audiencias?
Ya tardamos 11 años en llegar hasta acá. Eran 7 audiencias, lo cual me parecía una avanzada emocional atravesarlas en casi un mes, pero ni siquiera termina ahí. Cuando se terminaron esas 7 audiencias, estábamos recién a la mitad del juicio y se logró retomar el 19 de septiembre.
Hay dos motivos. Uno tiene que ver con la defensa, que tiene una estrategia de interrogatorios muy largos, lo cual hizo que en cada una de las fechas en las que estaba previsto declararan 5 testigos, declararon 2. Por otro lado, con los tiempos del tribunal, en relación a los horarios y días posibles que cuentan con la sala.
Resulta eterno todo, y a nosotras nos dejan un tiempo muy difícil de explicar, porque no tengo juicio todos los días pero no tengo otra cosa en la cabeza. Es un proceso tan estresante y tan definitivo, tan determinante en nuestra vida; además un juicio no es algo habitual, es algo muy extremo.
¿Cómo llegan Luna y vos a este juicio?
La decisión de ella siempre fue mantenerse sin contacto, por lo cual yo la acompañé, y después mantener el proceso judicial en pos de que exista justicia. Fue una decisión conjunta y de mi parte una acción política organizada porque no se trata solo de mi hija, sino que somos miles, tanto las madres protectoras como las víctimas, y eso lo vuelve un problema político. Es una violencia patriarcal sostenida por el aparato judicial del Estado. Entonces es un problema profundamente político que yo decidí tomarlo y encauzarlo de esa manera.
¿Cuál es la explicación que les da la justicia, si es que la tiene, en relación a los 11 años que demoró el juicio?
No es que nos hayan dado una explicación. Lo que sucedió en este caso fue que durante muchos años estuvo en discusión la competencia; yo denuncié en Morón y el delito fue en Capital. Entonces hubo una serie de intercambios entre fiscalías para determinar a cuál le correspondía la competencia.
Después fueron varios años en relación al pedido nuestro de que le otorguen a Luna la Cámara Gesell para ser oída y ahí fueron también distintos obstáculos, relacionados con la estrategia de la defensa. Finalmente Luna se declaró como adulta, 9 años después, a los dieciocho años.
Tuvo que esperar 9 años para que se cumpliera su derecho a ser escuchada. Recién cuando ella declara se hace la elevación a justicia y a partir de ahí es todo un procedimiento largo de la justicia; cada papelito de una oficina a la otra son meses.
¿Por qué crees que muchas veces la justicia actual está mal o no se pone del lado de les denunciantes?
No es que hay una planificación articulada en todos los juzgados del país de forma conspirativa, lo que hay es un prejuicio. Un prejuicio que tiene que ver con el descreer de las denunciantes, que en general somos mujeres, madres protectoras, y una lógica adultocéntrica que invisibiliza a los niños y a las niñas, entonces no se les escucha. No importa lo que un niño o una niña diga, no es considerado como persona, es una madre que lo puso en la cabeza.
También hay mucho desconocimiento, porque yo creo que hay algo de lo que pasa en la justicia que pasa también a nivel social, que es mejor creer que el abuso no existió. Porque nos tenemos que enfrentar a ese dolor, nos tenemos que enfrentar a esa aberración, entonces hay algo del negar que es más cómodo que el aceptar. Lo que pasa es que a nivel social podemos tener negación, pero no tenemos la misma responsabilidad que el aparato judicial, que tiene que responder, poner a salvo y de garantizar derechos.
¿Qué tan necesario es, para llevar adelante un proceso así, el acompañamiento de agrupaciones feministas o de madres que hayan pasado por lo mismo?
Creo que esto no se puede llevar a cabo sola, no se resiste porque es muy cruel el camino. Porque cada uno de esos obstáculos tiene que ver con la vida de tu hija, tiene que ver con el riesgo de que tu hija esté revinculada con su violador. Una persona que va a denunciar un hecho tan doloroso no tiene por qué conocer cómo va a ser el proceso. Al revés, debería tener un equipo interdisciplinario que te acompañe, o por lo menos te dé una contención.
Cada uno de los obstáculos los vamos sorteando con otra que te va diciendo “en esta instancia pasa esto”, “te tenés que preparar de esta manera”, “tenés que poner un perito de parte”. Todas las herramientas las fuimos construyendo colectivamente, porque nunca nadie nos ayudó y eso es un derecho.
Claramente no hay forma de avanzar que no sea organizada. A lo mejor hay mujeres que no lo encuentran en el feminismo, pero lo necesitan familiarmente o con un grupo de amigas, el tema es no estar sola. Yo lo encuentro en el feminismo y entiendo que ese amor entre nosotras es feminista de hecho. La diferencia a lo mejor con encontrarlo en el feminismo es darle un carácter político.