Desde principios de agosto llegó a la cartelera porteña una versión libre firmada por Mauricio Kartun de “El Zoo de Cristal”, esa clásica obra maestra de Tennessee Williams. Una pieza bajo la noble dirección de Gustavo Pardi, donde se explora las relaciones familiares al mostrar lo bueno y lo malo de cada pequeño mundo hogareño.
También habla de lo que se siente cuando se renuncia a perseguir los sueños y de esos deseos que no se pueden evitar, aunque se conozca las consecuencias que ellos acarrean. Las funciones son los martes a las 20hs, en el Teatro Picadero, Enrique Santos Discépolo 1857, Ciudad de Buenos Aires.
En plena crisis económica en Estados Unidos, el famoso escritor Tennessee Williams pinta un cuadro oscuro pero lleno de poesía en esta primera y gran obra. Refleja como un pedacito de su propia vida puesto en palabras. Es un texto con matices manifiestamente autobiográficos que trata sobre lo grande que es el espacio entre cómo se vive la realidad y cómo a veces se siente uno al esconder los propios errores. En toda persona hay una cuota de fragilidad, como en ese zoo de cristal que da título a la obra.
La historia original presenta a una familia del sur de Estados Unidos en los años 30. La pelea entre Tom, el hermano mayor, y Amanda, la mamá, junto con la sensibilidad de Laura, la hermana menor, son el corazón de esta historia. En la actual puesta estos personajes se mantienen pero toman características y modismos más cercanos.
Al principio de la obra, Tom le habla directo al público con uno de esos discursos que ya resulta un clásico dentro de las obras de teatro americano del siglo pasado. Y en este emocional monólogo les cuenta qué está pasando en la historia que están a punto de ver y también les hace notar que esto es solo teatro, así que lo que van a ver podría no ser exactamente como se cuenta.
Una versión más actual y universal de “El Zoo de cristal”
Es claro que la versión de Kartun respeta a la original pero se las ha ingeniado para que en conjunto la obra se sienta más próxima y más empática al público nacional. La manera en que Gustavo Pardi dirige a un gran elenco resulta súper interesante. También cómo ha logrado exponer los sentimientos más profundos de cada integrante de la historia.
Dado lo rebuscado de cada personaje, esta obra realmente necesita de actuaciones fuertes, sobre todo, auténticas. Las emociones que Agustín Rittano logra como Tom son muy sinceras, donde sobresale la pena y la nostalgia. Malena Figó por su lado se maneja como una montaña de sentimientos en su tímida Laura. Ingrid Pelicori quien en la década de los 90’s tránsito este texto como Laura, hoy está genial como Amanda, esa madre de sumo carácter y controladora, pero con una cuota justa para hacer reír o emocionar. Es quien suma los momentos más divertidos a la pieza, y descontractura un poco este clásico drama. El reparto lo completa con una calidad equiparable Martín Urbaneja, quien da vida a un vivaz Jim, el compañero de trabajo de Tom, quien podría cambiar el destino de Laura.
Este equipo de actores es el corazón de la puesta en escena y realmente se merece un aplauso de pie por su entrega y sinceridad. Además la pieza cuenta con una escenografía genial de Cinthia Chomski y una iluminación increíble de Horacio Novelle. Todo esto armado de una manera realista y auténtica, pero con una presentación visual llena de símbolos que ofrece una versión moderna y relevante de esta obra escrita en 1944.
El resultado es una obra que se puede disfrutar al máximo todo el tiempo. Super recomendable para aquellos que quieran pasar un buen rato viendo a actores interpretar genial una obra clásica americana.