Han pasado un poco más de veinte años para que Disney sume a su ola de renovar historias en formato live-action a una de sus joyas más preciadas en animación, La Sirenita. La película llegó a las salas argentinas este jueves luego de varios meses de espera. Su estreno fue postergado varias ocasiones frente a las reacciones del público al ver los adelantos.
La historia se mantiene fiel a la original, solo con algunos giros, pero lo más arriesgado fue cambiar a varios de sus personajes. Esto dividió en su mayoría al público, sobretodo el cambio de color de su protagonista Ariel. El resultado es un relato clásico bajo la dirección de Rob Marshall, quien se esmeró en lograr buenos cuadros musicales y personajes más maduros, pero ambos lucen desencantados.
Lo mejor y lo peor de La Sirenita
El film, desde su inicio, logra trasladar cada momento mágico al detalle del dibujo al live-action. Las escenas acuáticas lucen increíbles a la altura de otras producciones recientes como Avatar o Buscando a Nemo. El problema mayor es el abuso de CGI (imágenes generadas por computadora) en los personajes en general. Desde los humanos a los animales amigos de la protagonista, todos se ven muy falsos.
Con respecto a la clásica historia romántica entre Ariel y su príncipe Eric, su narración se vuelve más madura, sin perder su eje central, la concepción sobre el primer amor. Además, estos personajes logran más profundidad al otorgarle más matices a sus personalidades. Este es un punto a favor para la adaptación del guion armado por Jane Goldman y David Magee.
Del mismo modo, se han sumado más detalles que aportan más contexto y reviven el conflicto entre elles, con el resultado de un argumento más cercano a los tiempos de hoy.
Sin embargo, esta Sirenita sufre de algo muy común de las nuevas remakes: carecen de verdadera emoción. Además, a muchos les será fácil tildarla de progresista. El cambiar de color y géneros a varios personajes no está mal, pero tampoco suma nada a la historia, y no se encuentra justificación o razonamiento en ciertos detalles.
El príncipe no tiene padre, sino esta vez madre y es de color. Las hijas del Rey Tritón, padre de Ariel, son cada una al parecer de diferentes razas y etnias.
Un elenco que no decepciona
Cuando el año pasado se reveló que la actriz principal sería Halle Bailey, recibió muchas críticas tanto ella como para la productora Disney, simplemente por cambiar el personaje clásico a una sirena negra. Esto demostró la facilidad que tienen algunes espectadores de expresar su racismo o atarse a la nostalgia.
Aunque también varias niñas se vieron representadas y se alegraron del cambio, la interpretación de Bailey no es brillante ni magnética, pero está muy bien. Su Ariel es una heroína más dura que se luce en los momentos de canto, pero que queda algo desdibujada en expresividad en toda la trama.
Bailey no abarca completamente el lado más atrevido y travieso de ese personaje que apareció tan claramente en la animación de la versión de 1989. Le falta la chispa y el encanto del original. De igual manera logra su cometido, mantener al espectador absorto en el viaje de Ariel al mundo de la superficie.
Jonah Hauer-King se pone en la piel del príncipe Ariel, un personaje que esta vez tiene sus propios conflictos y preocupaciones, y lo maneja muy bien. Le quita encanto sus partes cantadas, pero en general su interpretación resulta creíble.
Javier Bardem es un buen actor, pero su Rey Tritón resulta sobrecargado de CGI, y le resta mucho a su interpretación. Quien está increíble es Melissa McCarthy como la bruja Úrsula, quien hechiza y convierte en humana a Ariel, tanto en las canciones como en la actuación se roba la película.
Las canciones clásicas son las que han perdido encanto en general. La ganadora del Oscar, “Under the Sea”, obtiene una versión de mucho color y efectos, pero realmente olvidable. Además, el toque moderno de un rap entre Sebastian y Scuttle no tiene razón en la trama.
En general, exceptuando la canción “Poor Unfortunate Souls” -que es uno de los mejores momentos en el film-, los demás cuadros musicales no tienen mucho brillo, y quedan muy alejados de las versiones originales.