La profundización de la crisis internacional expresa la emergencia de un esquema multipolar ante el lento y agresivo retiro del unipolarismo occidental. África, un continente muy poderoso en términos geográficos y poblacionales, se debate entre el despegue de una posición colonial a la consolidación de un nuevo polo de poder mundial en el concierto de naciones. Nota al Pie dialogó con Gabriel Fernández, periodista especializado en política internacional, sobre la dimensión geopolítica del continente africano en el escenario global.
-¿La rebeldía de funcionarios africanos ante dirigentes europeos expresa un nuevo panorama geopolítico para el continente?
-La llegada y salida de Macron del continente africano después de visitar varias naciones, muchas de ellas históricas colonias francesas, estuvo signada por los abucheos hacia su figura y, en contraposición, el fortalecimiento de la referencia de Putin. La situación crítica que tiene la Unión Europea le impide poner pie en África y sostenerla como ha sido históricamente mientras, en el último tramo, han ido avanzando las relación económicas y militares con el bloque euroasiático.
Por un lado están las inversiones chinas, sobre todo en infraestructura, y por otro lado está la presencia de tropas rusas que garantizan la seguridad de diferentes áreas. Se evidencia una africanización de África. Francia, por ejemplo, va a reducir sus tropas en el continente y transformará algunas de sus bases militares, que pasarán a depender de gobiernos locales.
La Unión africana viene intentando hace tiempo, sobre todo a través de Senegal y Nigeria, un camino autónomo. En la Asamblea de las Naciones Unidas, cuando comenzó el conflicto de Ucrania, la mitad de los 54 estados miembros de la Unión Africana optó por no denunciar lo que Occidente cataloga como invasión rusa. Para esos estados no tenía ningún sentido cerrar puertas sino asentarse en las razones comerciales que vienen facilitando los vínculos con el bloque euroasiático aunque también con otras naciones como India y Turquía. Son termómetros de la situación internacional.
Por supuesto que frente a esta situación se ha registrado una fuerte campaña de desprestigio frente a las fuerzas y líderes africanos que desarrollan estos planteos multipolares. Por ejemplo, el Washington Post mencionó en su momento que estos referentes fueron absorbidos por Moscú y sugería profundizar las sanciones contra Rusia para ayudar a los africanos a que sepan dónde situarse. Este marco de la polémica no solo es por África sino puertas adentro de Occidente.
El más lúcido estratega del presente, vinculado con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Henry Kissinger, advirtió que persiste un fuerte sentimiento antioccidental alimentado por el padecer que provocó en África la época colonial. Comprender eso es uno de los pasos centrales para avanzar en el planteo de la Unión Africana, aún cuando es variado porque son muchas naciones y no todas enfocadas en la misma dirección. Pero si tuviéramos que encontrar algún eje, más que una mirada política es una mirada económica y cultural.
El planteo económico fue formulado por el presidente de la Unión Africana, Macky Sall, quien cuestionó el enorme impacto de las sanciones europeas contra Rusia, sobre todo por la seguridad alimentaria. Por otro lado, en materia cultural hay un fuerte rechazo a la idea occidental de ayudar a África a su criterio, insinuando que conocen el continente mejor que los propios africanos, orientándolos hacia una buena civilización.
-¿Cómo se puede conjugar la variedad religiosa, económica y cultural de África para constituirse como polo de poder mundial?
-El planteo que hacen la mayor parte de las naciones africanas es el siguiente: necesitamos rutas, vías férreas y caminos. Acordamos con China y los desarrolla. Todas las colaboraciones previas con la Unión Europea implican una serie de transformaciones de nuestras constituciones y modificación de nuestras leyes, la determinación de discursos internos y acciones. Ellos tardan mucho en concretar infraestructura crítica e imponen exigencias internas que molestan a los pueblos africanos. Por otro lado, China no pregunta cómo se organizan internamente, lo único que desea es garantizar la paz para que las inversiones se realicen.
Ahí es donde hay una articulación con Rusia sobre la región para contener a las fuerzas yihadistas que han sido diseminadas por Occidente con el objetivo de trabar los procesos constitucionales, y en materia cultural la consideración de una africanidad que no priorice indicadores duros sino que rehabilite valores como la dignidad, el sentido de comunidad, la hospitalidad y el honor. Valores que han tenido importancia en muchas tribus africanas a lo largo del tiempo y que desde el Consenso de Washington al presente han quedado partidos bajo la alfombra de materialidad individual que ha dañado el desarrollo de esos pueblos.
Entonces, la posición multipolar puede servir como referencia para unificar a partir de las propias diferencias, como sucedió con el ASEAN en el sudeste asiático. Sin embargo, no creo que la buena voluntad sea suficiente para unir espacios que pueden llegar a tener intereses contrapuestos. África tiene bases culturales diferencias y múltiples y también gobiernos que han quedado atrapados con el vínculo con Europa. Es un fracaso rotundo para Occidente que la mitad de las naciones africanas no condenen a Rusia en su operación desnazificadora sobre Ucrania, pero también es cierto que la otra mitad mira y sin despegarse de la influencia colonial.
Lo que China y Rusia exigen, a diferencia de las potencias occidentales que imponen una serie de transformaciones internas, es que se garantice la paz. Para eso Rusia ha enviado destacamentos importantes y China respalda esa idea. Todos los derivados de Al Qaeda que se han diseminado desde Occidente sobre el continente africano tienen el objetivo de frenar las posibilidad de unidad y despliegue político y económico autónomo. En ese punto es donde creo que puede llegar a favorecer al proceso africano una intervención fuerte, específica y encapsulada sobre los núcleos terroristas por parte de Rusia.
La vinculación con China es novedosa estilísticamente. Como ellos lo explican, las inversiones chinas no llegan a cambio de, sino que llegan. Y a partir de allí se establece un vínculo donde por supuesto el gigante asiático se beneficia con recursos naturales. Pero hay una posibilidad para los africanos de llevar adelante una política propia y de mejorar aspectos infraestructurales que hace rato venían necesitando. Y en ese interés económico de base amparado en la búsqueda de paz, emerge la perspectiva de una cultura con valores comunes.
De todos modos, no creo que esto sea posible de inmediato sino que será un proceso extenso porque África es un archipiélago de culturas. Hay tribus que están enfrentadas de forma irreversible. Y hay naciones que no tienen decisión de dialogar con otras. Sin embargo, el emerger de un pensamiento nacional que empiece a hilvanar África puede llegar a ser un factor en el mediano plazo de importancia para que ese despliegue económico tenga posibilidades de amalgamar en una fuerza político unificada.
-¿Qué rol juegan potencias como Sudáfrica, Libia, Egipto, e incluso Nigeria, en la constitución de África como un nuevo polo de poder?
-Todos los mencionados excepto Sudáfrica tienen una fuerte ascendencia sobre el resto de las naciones africanas. El caso de Sudáfrica es insular en el extremo sur del continente. Ha tenido siempre un despliegue hacia el mundo y hacia Occidente muy trascendente. Está claro que el emerger de los BRICS resituaron esa perspectiva y potencial, lo cual hace que pueda llegar a coincidir con estos otros países. El BRICS está trabajando sobre la elaboración de un banco que sería conducido por Dilma Roussef. Este espacio tiene a integrar e incluir y tiene futuros integrantes que pueden llegar a ser muy importantes para la configuración de una nueva economía y también para abrir las puertas a las potencias africanas. Naciones como Nigeria tienen una capacidad de tracción dentro del continente muy apreciable y que puede llegar a ser muy beneficiosa en el futuro. Sudáfrica necesita reinsertarse en el continente para generar la confianza que ha perdido durante mucho tiempo, aún en el tramo más reciente donde se reposiciona.