El sueño constante del ser humano en poder desarrollar tecnologías y/o Inteligencias Artificiales (IA) que se permitan “imitar” las propias capacidades intelectuales no tiene fronteras. Sin el riesgo evidenciado en novelas o películas, a partir de la expansión de las IA en la cotidianeidad, muchas de ellas son, hoy en día, simples experimentos.
Sin embargo, el constante desarrollo tecnológico y la creación de nuevas herramientas comunicacionales o de “imitación” de las propias capacidades humanas siguen su curso. Estas IA se encuentran sujetas a reducir el estrés y aliviar las tareas propias, capaces de desarrollar tareas simples en algunos casos o complejas según lo requiera la situación.
Esta última mención va de la mano con el desarrollo del más reciente ChatGPT, uno de los chatbot más avanzados de inteligencia artificial (IA). Este es capaz de redactar, según se ha podido comprobar, desde ensayos académicos hasta una sinfonía, siguiendo ciertos datos incorporados en su base.
Pese a la buena recepción que ha tenido esta tecnología, especialistas en la temática empiezan a debatir nuevamente sobre el alcance de estos programas al público más global. Principalmente, ponen en tela de juicio el manejo de estas tecnologías, reducida a pocas empresas; su impacto en la educación y el trabajo; y finalmente, la orientación de sus datos.
¿Una tecnología con un buen uso?
En noviembre pasado, la empresa Open AI (con sede en Singapur) desarrolló una web que permitió a los usuarios experimentar con ChatGPT. En cuestión de días, millones de personas interactuaron con esta inteligencia artificial, que funciona respondiendo preguntas y utiliza más de 175 millones de parámetros y/o archivos, según indicaron desde la desarrolladora.
Lo que más sorprendió a les usuaries fue la capacidad de la IA para ofrecer respuestas acertadas y completas, con una gran cantidad de vocabulario e información y tomando las palabras en contexto.
Tanto fue la sorpresa por dicha capacidad de reacción, que se le ha solicitado, entre otras tareas, crear un ensayo académico comparando dos teorías, escribir el guión de un juego o crear una partitura musical. Pese a esto, especialistas aclaran que no hay porque «obnubilarse» con esta tecnología.
Fernando Schapachnik, Director ejecutivo de la Fundación Sadorsky, manifestó a Télam que «llamó mucho la atención por su desempeño, resuelve un montón de tareas. Está entrenado para conversar con seres humanos y va aprendiendo. Tiene conciencia del contexto y genera ‘entendimiento’”.
Sin embargo, aclaró que “esto es una metáfora para referirnos a una computadora, ya que es sólo una capacidad que tiene el cerebro humano». Pese a eso, consideró que «esta IA se diferencia de modelos anteriores porque nadie le dijo nada previo, nadie escribió las reglas ad hoc”.
Entendiendo que dicha IA está capacitada para “ordenar” la información solicitada, Schapachnik dedujo que “acá se le dio una serie de datos desestructurados y el sistema hizo lo que nosotros llamamos ´aprender´. Infirió cómo era un contrato o una obra de teatro y construyó automáticamente las reglas».
Sin embargo, planteó interrogantes sobre uso: «No sabemos si los datos que brinda están protegidos por licencias ni tampoco qué sesgos tiene con respecto a la moderación de los contenidos».
Por último, Schapachnik consideró que está clase de tecnologías son una «amenaza» para el mundo de les trabajadores, ya que «hay más trabajos automatizables de los que creíamos. Las tareas más repetitivas son las que peligran».
El peligro de la desinformación “artificial” y la reducción de los deberes humanos
Laura Alonso Alemany, profesora de Ciencias de la Computación de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) e integrante de la Fundación Vía Libre, buscó bajarle un cambio a las expectativas de este trabajo.
«Ya veníamos madurando tecnologías así y esta es un poco mejor que las demás. Está armada con datos que nosotros pusimos en la web, que nosotros seguimos alimentando con nuestras preguntas. Estamos enseñándole. Puede hacer cosas fabulosas, pero de la misma forma puede errar», manifestó a Télam.
Además, alertó sobre el peligro de que “la gente piense que lo que dicen estas tecnologías es la única verdad». Consideró que los chats de IA «pueden normalizar muchas cosas que como sociedad estamos dejando atrás”. Ejemplo de ello son el racismo o la xenofobia “porque están trabajando con datos históricos».
Por último, para Alonso Alemany la proliferación de este tipo de programas trae un nuevo debate: las consecuencias que tendría la aplicación masiva de estas tecnologías sobre los puestos de trabajo y la educación.
«A nivel del trabajo, estos modelos van a ayudar a sacarse de encima las cuestiones más mecánicas, las más repetitivas, pero el problema es que va a haber gente que se va a quedar sin empleo. Por cada trabajo más creativo e interesante se van a perder otros 10», aseguró.
Finalmente, la investigadora aseveró que, con respecto a la educación, «va a haber problemas de evaluación. Las instituciones hoy en día no tienen ni el tiempo ni la formación para adaptarse a estas nuevas tecnologías, lo cual es un riesgo».
Mucho desarrollo para unos pocos “intelectos”
Finalmente, ambos especialistas reflexionaron sobre la concentración que tiene el mercado potencial de la IA en la actualidad. Cabe destacar que Microsoft invirtió más de 1.000 millones de dólares en Open AL para el desarrollo de ChatGPT y otros productos.
«Es un desarrollo que hace una empresa privada que busca un lucro, te lo dejan usar un ratito. Quieren que nos hagamos dependientes de una tecnología que nos la van a cobrar», aseguró Alonso Alemany.
Además, la integrante de la Fundación Libre criticó que pocas compañías manejen esta tecnología. «Hay pocas empresas que puedan desarrollar estos modelos de IA, que están basados en grandes cantidades de datos y cálculos. Mientras más dependientes somos, más concentrado está», manifestó.
Finalmente, y en la misma línea, Schapachnik resaltó que la IA utiliza «un enorme centro de cómputos que consumen muchísima energía y eso cuesta dinero. No hay que pensar en altruismo en esta cuestión porque hay una inversión muy fuerte».