Hablar de anorgasmia en los tiempos modernos no asombra ni produce vergüenza. La escritora Marie Bonaparte (Francia, 1882) es hoy la referente de Silvia Pérez, sex simbol de los ochenta. La artista es la cara visible del docudrama “La última Bonaparte”. El mismo aborda la historia de Marie, sobrina bisnieta de Napoleón Bonaparte y seguidora del psicoanalista, Sigmund Freud. Bonaparte, quien falleció en 1962 de leucemia, es conocida como investigadora de su propia frigidez a comienzos del siglo XX.
En el marco del éxito de “La última Bonaparte”, Nota al Pie dialogó con Silvia Pérez, quien se refirió sobre su experiencia en la obra.
En la puesta en escena porteña también participan: el actor Mauro Álvarez; el músico Agustín Buquete; Walter Hugo Ghedin en su escritura y, en la dramaturgia y dirección, Dennis Smith. Se lleva a cabo todos los sábados a las 20:30h en el Camarín de las Musas (Mario Bravo 960, CABA). Las entradas se pueden adquirir a través de Alternativa Teatral y El camarín de las musas.
En “Marie Bonaparte”, el director Mauro Álvarez llevará, a lo largo de un día de estudio, a Silvia Pérez a recorrer su historia personal y la de Marie. Todo ello a partir de entrevistas, sesiones de voz en off y doblajes. Así, poco a poco los límites entre ficción y realidad se irán desdibujando. La ex vedette no querrá perder el control y se cuestionará: ¿Por qué alguien como ella que tiene un atractivo sexual quiere interpretar a una persona que sufrió la incapacidad de sentir orgasmos?
Desnudando la intimidad
Desde 1980, Silvia Pérez es una reconocida actriz argentina de cine, teatro y televisión. Trabajó con el capocómico Alberto Olmedo. Además, se preparó actoralmente con maestros como Carlos Gandolfo, Julio Chávez, Augusto Fernández y Roxana Randón.
Entre sus últimos trabajos destacan: el film junto a Luis Ziembrowski, “El Cuento del Tío”; “Encarnación” de Anahí Berneri y, en televisión, “Delorean de Domingo”, junto a Atilio Veronelli. Ahora, en el 2022, con rotundo éxito, vive el mundo de las tablas con “La última Bonaparte”.
Este docudrama le permite mechar momentos de su vida íntima y de las emociones frente a la época en que su cuerpo era objeto de deseo. Todo esto unido a la imagen de la psicoanalista Marie Bonaparte, que sufre por no sentir orgasmos. Dos almas que se juntaron para cuestionar la importancia del deseo.
¿Cómo nace la idea de trabajar en “La última Bonaparte”?
Conversando con mi amigo, psiquiatra y sexólogo, Walter Ghedin, me contó que escribía la historia. De inmediato dije que quería hacerla. Fue un impulso que me hizo decidir sin pensarlo, tuve la necesidad de decir que quiero hacer de esta mujer.
¿Cómo te sentís al trabajar junto a Mauro Álvarez?
Es fantástico. Nos conocimos junto con Denis Smith y Agustín Buquete. Fuimos despuntando nuestro oficio y vi que tenía una forma de trabajar igual a la mía; de sacar lo mejor, de perfeccionismo. Cada sábado nos reunimos dos horas antes de la función para pasar letra, y vamos descubriendo más de nuestros personajes en escena.
En el docudrama se contraponen dos personajes distintos, pero, a la vez, pareciera que hay semejanza entre vos y Marie Bonaparte
Tenemos encuentros y desencuentros. Ambas somos guerreras, Bonaparte está más asociada a la guerra, pero en mi vida lucho por lo que quiero. Si bien se habla de Marie que sufrió anorgasmia y salió en busca de solucionar este problema o de encontrar el placer; se plantea también esta búsqueda de una persona como yo, que trabajé de sex symbol mucho tiempo. De qué pasaba con el placer en ese entorno, lo que tenía que ver con la exposición del cuerpo en la sociedad, con lo que pasa en el fuero íntimo mío. Lo asocio un poco a lo que pasó ella, más allá de encontrar ese placer en un orgasmo; el placer de salir de su lugar de esa época para estudiar, ser investigadora, estar con Freud, ser pionera en el psicoanálisis.
¿Te costó hablar de vos misma y hacer catarsis?
Sí, al principio no me di cuenta, y en el desarrollo fui descubriendo mi alma. En algún momento mientras trabajábamos junto con Deni, tuve una traba, un pasito que no me salía con la música, pero luego me entregué. Es movilizante cada función. Al pasar por el lugar de sex symbol, transité mucho dolor que me llevó a ser quién soy. Pero también hay situaciones contadas con humor. Busqué diversas facetas de mí, para ponerlas en el escenario.
Marie Bonaparte era psicoanalista, ¿eres partidaria de esta terapia?
Muy poco. Estudié e hice terapia Gestalt durante un año. Me sirvió, pero no soy partidaria del psicoanálisis, en mi caso, opté por el camino hacia la espiritualidad. Y sigo indagando, buscando en mi interior.
La puesta en escena, más allá del sexo, ¿refleja la necesidad de sentir placer?
Sin duda, con las reflexiones de mi vida como la de Marie. ¿Dónde encontramos el placer? ¿En lo que nos dicen que debemos encontrarlo? ¿En lo que podemos decidir o elegir? La búsqueda está en lo que manda la sociedad, nuestros padres. Un montón de cosas del afuera que nos permiten elegir.
Si tuvieses cara cara a Marie Bonaparte, ¿qué le dirías?
En el discurso final de la obra, hay una mirada con su imagen que me emociona. Y quizás le diría: “Gracias por haber hecho lo que hiciste, lograste de alguna manera que la vida me pusiera en contacto con vos y sacar lo que está dentro mío, darlo a conocer a la gente”.
¿Por qué el público tendría que animarse a ver “La última Bonaparte”?
Representar a Marie es un alivio, transcurre con felicidad y es algo mágico. Se van a reír, emocionar y reflexionar porque todos podemos dejar atrás lo que pasó en la infancia con cariño y decidir por cuál camino queremos ir en la vida.