Cuando se habla de Mercedes Sosa es inevitable preguntarse -con nostalgia, quizá- si habrá otra igual. Porque lo que destacaba a la Negra Sosa no era sólo su voz, sino lo que con ella hacía en el folklore. Más allá de las destrezas vocales en el arte de cantar, en sus canciones y medios de acción había una propuesta discursiva: contestataria, desobediente y revolucionaria.
Por eso será que ella misma declaró, en alguna oportunidad, que era “cantora” y no “cantante”. Con esto acataba lo dicho por su par Facundo Cabral, a quien este 9 de julio también se lo recuerda por el aniversario de su muerte. “Cantante es el que puede, cantor es el que debe”, decía él. Esta premisa era propia del movimiento de artistas que sus integrantes llamaron Movimiento del Nuevo Cancionero, fundado en la provincia de Mendoza, en el año 1963.
Con el Nuevo Cancionero se propusieron combatir las ofertas profundamente comerciales y llevar el mensaje de la canción popular a todos lados. Mercedes Sosa fue clave dentro del movimiento y logró forjar vínculos con artistas de otras edades y otros géneros. Además con su impronta cautivó a todo el territorio latinoamericano. Su legado es tan importante que la cantora argentina fue rebautizada como “La Voz de América Latina”.
Haydee, Marta, Mercedes y Gladys
Entre tanto apodo, sólo hubo un nombre registrado de manera oficial el 9 de julio de 1935 y fue Haydée Mercedes Sosa. Nacida en San Miguel de Tucumán, su madre en realidad quiso llamarla Marta Mercedes, pero su padre optó por cambiarlo una vez en el Registro Civil. Más allá de los papeles, su círculo le decía Marta y ella casi no se identificaba con el nombre Mercedes.
“En mi casa definitivamente soy ‘La Marta’. Para la gente definitivamente soy ‘La Negra’”, dijo en una ocasión.
La familia de Mercedes Sosa era muy pobre. Su padre se desempeñaba como trabajador de la industria azucarera y su madre trabajaba como lavandera. En la biografía Mercedes Sosa, La Negra, escrita por Rodolfo Braceli, la artista destacó: “Mi niñez fue vivida en una casa pobre, sí, pero fue hermosa y sin angustia. Entre mi papá y mi mamá se las arreglaban para salvar cada día”.
Sobre sus padres también contó que eran muy peronistas y que un 17 de octubre viajaron a Buenos Aires para festejar el Día de la Lealtad. En ese entonces, corría el año 1950 y Mercedes Sosa aprovechó: tenía 15 años y, juntó a la complicidad de sus compañeras del colegio, se anotó en el concurso de una radio.
Por miedo a que su papá se entere, la joven se presentó como Gladys Osorio y cantó Triste estoy, de Margarita Palacios. Finalmente, se coronó como la ganadora del certamen y allí cantó durante un tiempo. Su padre la terminó descubriendo, pero no fue un impedimento en el desarrollo de su carrera.
Mercedes Sosa, la tucumana que conquistó Cosquín
Corridos los años 60 y radicada en Mendoza, Mercedes Sosa ya tenía su primer disco grabado: La voz de la zafra. En 1965, luego de que su marido la abandonara, la Negra se mudo a Buenos Aires donde grabó Canciones con fundamento, su segundo trabajo.
Sin embargo, ninguno de los álbumes le había alcanzado para consagrarse en la escena nacional. La fama llegó ese mismo año, pero en el famoso Festival Folklórico de Cosquín. Era la quinta edición y en ella participaba el músico Jorge Cafrune, quien inesperadamente invitó a Mercedes a subir al escenario.
“Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento lo que voy a hacer ahora, y me voy a recibir un tirón de orejas por la Comisión, pero qué le vamos a hacer”, comenzó diciendo Cafrune. “Les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo y que como les digo, aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana”.
Allí subió la cantora y desafió a la comisión organizadora del festival que no la quería. Acompañada sólo por su bombo, la mujer cantó Canción del derrumbe indio, de Fernando Figueredo Iramain. El éxito fue tanto, que inmediatamente la discográfica Philips la contrató para grabar.
“Fue una actuación muy importante en mi carrera. Es más, fue la definitiva”, expresó Mercedes Sosa en una oportunidad.
Exilio y regreso
En 1979, y después de un show en La Plata, Mercedes Sosa debió exiliarse. La presentación en la ciudad bonaerense había terminado con ella y las personas del público detenidas. A pesar de haber sido amenazada en reiteradas oportunidades y resistirse a dejar el país, esa vez tuvo que irse.
Vivió en París y Madrid donde pudo seguir trabajando, pero estaba triste de tanto extrañar su tierra. En el libro de Braceli cuenta que el último fin de año que pasó en París lo hizo con un amigo que la agasajó con comidas extravagantes y los mejores vinos, pero ella solo quería empanadas.
“No veía la hora de volver. Estaba desesperada por volver”, contaba la Negra. Y si bien podía entrar y salir del país porque no tenía causa judicial alguna, lo que tenía prohibido era cantar.
Finalmente el 18 de febrero de 1982, un par de meses antes de que la dictadura llegara a su fin, Mercedes Sosa pudo regresar a la Argentina. Para celebrar, había planificado tres conciertos en el Teatro Opera, pero resultaron ser trece.
Esa seguidilla de shows no sólo marcó su tan ansiado regreso, sino que también la consolidaron -aun más- como una de las figuras más importantes y valientes de la música argentina.
Gracias a la vida que nos ha dado a Mercedes Sosa
El 4 de octubre de 2009, la artista murió a los 74 años de edad. Con el objetivo de honrar su vida y obra, el Gobierno decretó duelo nacional durante tres días. No obstante, las autoridades argentinas no fueron las únicas que destacaron su compromiso artístico, político y social; otros presidentes y presidentas de Latinoamérica también se pronunciaron ante la pérdida y la recordaron con cálidas palabras.
Todos sus mensajes tenían un factor común: reconocer que durante las épocas más oscuras en que las dictaduras sometían a los pueblos, una voz daba esperanza y transmitía valor. Esa voz era ella, la que había sufrido el exilio, pero volvió cantando.