Con 93 votos a favor, 58 abstenciones y 24 votos en contra, la iniciativa de Estados Unidos cosechó el respaldo mayoritario del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para suspender a Rusia. Argentina, que preside el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, votó a favor de la suspensión de Rusia de ese espacio y acompañó el inicio de la investigación por los presuntos crímenes.
Nota al Pie dialogó con Sebastián Schulz, licenciado en Sociología de la UNLP (Universidad Nacional de La Plata) y miembro del CIEPE (Centro de Investigaciones en Política y Economía) quien aportó elementos para comprender el posicionamiento argentino.
¿El voto argentino a favor expresa un alineamiento con los Estados Unidos?
Esta iniciativa de los sectores expresados por Biden en la presidencia estadounidense, de llevar adelante una votación para suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, habla de la situación de crisis estructural y estratégica que vivimos actualmente en el sistema internacional. Una situación de enfrentamiento profundo entre las fuerzas unipolares del orden internacional, tanto de su ala continentalista como de su ala globalista, contra el gran espacio multipolar que viene fortaleciéndose por lo menos hace diez años, con China y Rusia a la cabeza, pero también incorporando a otros actores como Pakistán y la India.
En ese marco, se está forzando a las instituciones de decisión política a resquebrajarse y fragmentarse a partir de esta decisión de proponer una sanción sin ningún tipo de investigación previa, incluso conociendo la existencia de mercenarios financiados por la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) que están siendo base de maniobra en Ucrania. Se obliga a la comunidad internacional a tomar posición.
Esta votación muestra que existe un debilitamiento de la capacidad hegemónica de Estados Unidos, porque en la anterior votación en las Naciones Unidas, repudiando la intervención rusa, había tenido más de 140 votos afirmativos. Y esta vez hubo poco más de 90. Lo mismo sucedió con los negativos: en su momento fueron cinco, y esta ha sumado muchos países del Sur Global.
Pero, por otro lado, vemos un debilitamiento estratégico de América Latina que tiene que ver con la falta de instancias de integración regional. Venimos de una época en donde se destruyeron los andamiajes institucionales que le habían dado fuerza a la región en los años 2000, como la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) y la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Hoy vemos una región completamente fragmentada, quitándole capacidad de decisión y maniobra, capacidad soberana en los asuntos globales. Esto lo vimos en la instancia de votación, donde varios países progresistas terminaron acompañando la postura norteamericana.
Argentina votó favorablemente en la ONU la iniciativa de un Estados Unidos que está en franco descenso. ¿Esto debilita la alianza estratégica con los actores centrales del Multipolarismo, Rusia y China?
Por un lado, hay una alianza de carácter estratégico que Argentina ha venido tejiendo los últimos años con el esquema multipolar. La decisión argentina de encabezar la reconstrucción de la Celac es una política contestataria a los intereses de los Estados Unidos en la región. Argentina está planteando construir un bloque de poder soberano que tenga capacidad de maniobra contra la política injerencista norteamericana.
Por otro lado, los acuerdos firmados por Rusia con China tanto en la última visita que realizó Alberto Fernández en enero, donde el presidente dijo claramente que Rusia es un socio clave y firmó el Memorándum para el ingreso argentino a la Ruta de la Seda con China. Son países con los que Argentina ha venido tejiendo esta alianza. Y lo vimos también en la pandemia con la provisión de insumos sanitarios, pero fundamentalmente con las vacunas. En un contexto de fuerte cuestionamiento occidental a las vacunas china y rusa, Argentina dio un espaldarazo a ambos países.
Argentina y el Sur Global rechazan la intervención rusa. Es decir, bregan por una solución pacífica al conflicto, aún reconociendo las razones rusas. Así y todo, dentro del Frente de Todos hay un conjunto de miradas y estrategias. Algunos plantean la necesidad de ser cautelosos en la negociación con el FMI (Fondo Monetario Internacional) que aún condiciona la política exterior. Otros sectores tienen mucha más afinidad con la actual presidencia de Estados Unidos que con Rusia. En un contexto regional donde no hay una postura unificada, entiendo que golpea las relaciones con Rusia pero de ninguna manera significa un quiebre de la alianza estratégica con ambos países.
Con respecto a los alineamientos argentinos, observamos pasos decididos fortaleciendo el esquema multipolar, pero a la vez debilitándolo. ¿Esto expresa una inconsistencia del Frente de Todos en la política exterior considerando la heterogeneidad de actores que componen el gobierno?
Más que una inconsistencia, lo que expresa es una defensa de los Derechos Humanos a nivel global. Sobre todo en la resolución pacífica de los conflictos. Argentina está proyectándose como un país pacífico, lo cual no es menor. En el marco de una crisis sistémica de transición del poder global del Unipolarismo al Multipolarismo, desde los Estados Unidos al Sur Global emergente. En ese sentido, hay escaladas bélicas y tensiones militares. Lo que sucede en Ucrania es expresión de ellos. Salieron a la luz laboratorios biológicos que la OTAN había instalado en ese país, la presencia de portaaviones y buques de guerra en el Asia Pacífico, en el estrecho de Taiwán.
Estamos viendo maniobras de confrontación que son muy peligrosas, cada vez más recurrentes. Entonces, Argentina se planta de esa manera defendiendo la soberanía de los Estados, pero también la resolución pacífica y los Derechos Humanos. Argentina preside el Consejo de Derechos Humanos, por ende en una votación en la cual la mayoría acompaña la postura de Estados Unidos, no podía no hacerse eco. Sobre todo por su rol de coordinador de esa comisión.
Más allá de eso, al interior de la alianza de gobierno hay algunas voces críticas que plantearon que Argentina debió abstenerse, como lo hizo el Brasil de Bolsonaro. Lo cual tiene que ver con su enfrentamiento con los globalistas desde que Trump perdió el gobierno. Hubo un crecimiento muy fuerte de los países que se abstuvieron y votaron en contra de la iniciativa norteamericana. Por ende, muchos plantearon que la posición tenía que ser otra.
América Latina aparece dividida en esa votación. Bolivia, Cuba, Nicaragua votando en contra. Argentina, Chile y Colombia a favor. Brasil y México absteniéndose. ¿Este desorden significa una oportunidad para reorganizarlo con una Argentina en la conducción de la Celac?
Esta foto de la votación muestra una América Latina dividida, sin postura común en bloque. Si tenemos que forzar una interpretación, podemos decir que hay un continente muy alineado con los intereses de Estados Unidos. Pero tampoco el árbol tiene que taparnos el bosque. América Latina viene de destruir la Celac y la Unasur; de crear el Prosur (Foro para el Progreso de América del Sur); de apoyar el golpe de Estado en Bolivia, un presidente autoproclamado en Venezuela, a un norteamericano en la conducción del BID (Banco Interamericano de Desarrollo). América Latina viene muy golpeada, con un neoconservadurismo en crecimiento.
Pero, en los últimos dos o tres años, tiene intención de rearmarse y reconstruir un bloque soberano: las presencias de Alberto Fernández en Argentina y de López Obrador en México, dos de los países más grandes. Esto tuvo avances concretos. Por ejemplo, en el regreso del MÁS (Movimiento al Socialismo) al Gobierno en Bolivia, donde Alberto jugó fuertemente para enfrentar a Añez y acompañar la asunción de Arce. En las elecciones chilenas, pero también las de Brasil, donde Argentina apoya la candidatura de Lula y su victoria significaría un salto cualitativo para la región.
Argentina, Brasil, México es un eje estructural, de una alianza estratégica. Una Venezuela mucho más acomodada, sin esas pretensiones de autoproclamación de Guaidó que ha perdido completamente el apoyo regional e internacional. Y también los desafíos que existen en Perú con la crisis institucional y las elecciones en Colombia que, según cómo se resuelvan, van a definir el rumbo de los próximos años.