Madres paralelas es la última creación del genial director y autor Pedro Almodóvar. Estrenada en octubre del año pasado en España, es un drama con pinceladas de thriller. Llega a Latinoamérica en febrero con doble alumbramiento, el 3 en algunos cines selectos y en exclusivo para Netflix el 18.
Esta última película sigue demostrando la madurez del director español, que continúa utilizando sus sellos distintivos, como su cuidada estética y giros inesperados. Pero enmarca una trama actual y costumbrista, como es la búsqueda de la identidad, en una memoria histórica de su país.
La atrapante historia nos presenta a una fotógrafa profesional, Janis, quien tiene un pasado familiar fragmentado en tiempos de franquismo. Un día de trabajo conoce de casualidad a un arqueólogo, mantiene una relación crispada y sin esperarlo queda embarazada.
Cuando va al hospital a parir, comparte habitación con una reservada joven parturienta. Entre charlas cómplices, nace cierta amistad e intercambian teléfonos en el alta médica. Pasa el tiempo, y la beba de Janis no parece tener similitud a sus padres ni a nadie de la familia.
Frente a la duda, se le realiza una prueba de ADN a la criatura. Desde esta premisa la historia va presentando giros increíbles, en una trama escrita en cuarentena por Almodóvar, que conmemora la maternidad.
Un elenco de total efectividad
Penélope Cruz ya se sabe que es una cómplice total y la perfecta amalgama para dar voz y cuerpo a los fuertes personajes de Almodóvar. Como Janis esta madura profesional es magnífica, con la cuota justa de autenticidad y expresión que su papel necesita.
La presencia de Milena Smith en el film, suma frescura e ingenuidad en su papel de joven desorientada, sin una camino seguro por la vida. Rossy de Palma, otra actriz genial, siempre convincente, es la jefa y amiga de la protagonista, quien vive la maternidad a través de Janis.
Y una sorpresa grata, es Aitana Sanchez- Gijón como la madre de la joven embarazada, y de profesión actriz ascendente. Su interpretación es intensa, realista y complementa de manera genial este elenco singular de choques generacionales, donde los papeles femeninos opacan a los masculinos.
Una película que fragmenta la platea
Ver una película de Pedro Almodóvar siempre es un deleite. Pero esta vez, el sumar una parte de la historia española con tanto peso política a la trama, le jugó en contra no solo para la mayoría de la crítica especializada sino también para la platea.
Un libreto que desde la perspectiva realista y humana destaca el rol de las madres. Que sin muchas pretensiones emociona y muestra una faceta de maternidad distinta, la imperfecta. La angustia, el egoísmo, lo penoso, lo físico y sensible se dejan ver en estas mamás plasmadas en el film.
La película tiene si como columna vertebral la maternidad y todo su universo alrededor, pero está enmarcada en la memoria histórica. Y eso como en todas miradas produce una grieta, por el lado de donde se ubique el espectador.
La mirada del director es como en la mayoría del lado de las víctimas del pasado, y medio izquierda. Pero como en España hay un despertar de la derecha extrema, la película fue rigurosamente criticada. El film quizá peca de verdad a medias, y profundiza poco en el conflicto y la justicia histórica. Y hacia el final se vuelve predecible.
Pero también hay cierta ausencia del rol masculino, los papeles interpretados por actores son secundarios o de poco peso. Si hay espacio para la bisexualidad y libertad de géneros, una realidad que no se puede esconder más.
El film es una cadena de pequeñas historias que van formando una historia mayor. Una comedia dramática si se la mira de manera superficial pero que encierra la recuperación de la identidad, algo tan cercano en países como Argentina y resto de Latinoamérica.