En un contexto en el que la “cancelación” se volvió moneda corriente, el ensayo “Generación ofendida” de la periodista, directora de cine y profesora de Ciencia Política francesa Caroline Fourest brinda un poco de claridad sobre cómo luchar contra las violencias. De esta forma, permite repensar la discriminación, los abusos y la misoginia, para dejar de reproducir una lógica de segregación y victimización.
En diálogo con Ana Clara Pérez Cotten, de la Agencia de Noticias Télam, Fourest analizó: “Por un lado, el #MeToo trajo muchísima libertad de expresión y avergüenza a los violadores. Por otro lado, queda la sensación de que uno debe haber sufrido para existir y expresarse”.
“Personas muy privilegiadas, como los estudiantes de las universidades más importantes, alumnos que captan a la perfección los códigos de la sociedad narcisista moderna, logran hacer más ruido por las agresiones ridículas”, opinó la periodista.
En este sentido, profundizó: “Llaman ‘microagresiones’ a los comentarios incómodos o la enseñanza de obras clásicas que les gustaría censurar. En cambio, de las grandes agresiones, muy violentas y que implican desigualdades sociales fuertes hablan mucho menos”.
Una cuestión generacional
Tal como indica el título de su libro, la escritora considera que la forma de reaccionar ante las injusticias varía entre generación y generación. Por un lado, están quienes crecieron “recibiendo castigos físicos para obtener la igualdad de derechos”. A elles, según explicó, les cuesta “comprender la hiper-emocionalidad y en ocasiones la agresividad importante de jóvenes que en verdad están lejos de padecer la adversidad”.
Según Fourest, las generaciones actuales “pueden gritarte, lincharte, tratarte de ser racista o un monstruo e incluso pedir que te ‘cancelen’ por un desacuerdo mínimo”. Al respecto, opinó que es una “reacción exagerada”; que “tiene mucho que ver con cómo es crecer en la época de las redes sociales, en una dinámica que oscila entre por un lado ser emocional y, por el otro, linchar”.
Con relación a lo anterior, la periodista hizo referencia a dos visiones de antirracismo y del feminismo; que también varían entre generaciones: el enfoque universalista y el de la identidad. El primero es el de “Martin Luther King o la abrumadora mayoría del Movimiento de Liberación de la Mujer”; y promueve que “nadie sea obstaculizado o discriminado por su identidad”.
En cambio, quienes defienden el segundo enfoque “exigen ser mejor tratados en nombre de la propia identidad”. Según la militante feminista, este “refuerza los estereotipos con una visión binaria de las identidades”. Es decir, “si sos blanco o heterosexual naciste opresor y si sos negro o lesbiana, sos una víctima y merecés ser privilegiado por eso”.
“Al final del camino, esto solo refuerza la lógica de los racistas y misóginos, pero, por supuesto, quienes abogan por el paradigma identitario no lo ven de esa manera”, aseveró.
Entre una generación indiferente y una “ofendida”
Tras considerar la cuestión generacional, Fourest remarcó: “Pasamos un poco rápido de sociedades brutales que no escuchaban a las víctimas de distinto tipo de violaciones, a una sociedad traumatizada que las elogia como si fuera una meta en la vida: ¡sufrir para darse a conocer!”
“Ser víctima nunca debería convertirse en un estatus y, desde el psicoanálisis, sabemos las implicancias que puede tener esto. Es un estado temporal, que no debe instalarse”, comentó.
La también colaboradora de medios como Charlie Hebdo, Le Monde y Huffington Post opinó que “el problema con el funcionamiento en espejo de las redes sociales es que las víctimas tienden a transformarse rápidamente en ‘héroes del día’”. Sin embargo “esto no ocurre tanto con los que resisten o los que se salvan, sino los que se quejan de haber sido agredidos u oprimidos”.
En este sentido, Fourest consideró que “es precisamente por las víctimas que no debemos aceptar caer en una sociedad victimizada, que atrapa a las víctimas en su trauma en lugar de ayudarlas a superarlo”. De esta forma, planteó la necesidad de encontrar un equilibrio entre “la época de la virilidad heroica cuando era ‘afeminado’ quejarse” y la victimización; para escuchar a las víctimas “con empatía y usar nuestra razón para buscar justicia (y no moralidad)”.
Además, comentó que las nuevas generaciones miden “la gravedad de un acto o de una palabra según el grado de dolor que genera en la víctima pero también de su identidad…” Según ella, “dejan de luchar contra las ablaciones, el uso del velo o incluso dejan de denunciar un violación si fue cometida por un negro o un musulmán”. Por este motivo, consideró: “Hay que unirse contra el patriarcado y la dominación y el enfoque identitario solo nos divide”.
Contra la cultura de la cancelación
Finalmente, Fourest hizo referencia a la cancelación en el ámbito académico. “La universidad forma a las cabezas pensantes del mañana y este modo de funcionamiento, muy sectario, muy censurador, se ha ido extendiendo a toda la industria cultural e intelectual, a los medios de comunicación, a las plataformas, al cine y a la literatura”, expresó.
En este sentido, la autora de “Generación ofendida” los consideró “excesos” que “ridiculizan a la izquierda y se deleitan con la extrema derecha”; además de reforzar “su visión del mundo porque ellos también creen que todo debe decidirse sobre la base de la identidad”.
Es decir, “descalificar a otro sobre la base de su identidad, prohibirle crear, es validar el racismo. No se combate la injusticia con la injusticia”, expresó Fourest; y manifestó: “Lo que hace que un ser humano sea genial o detestable no es su color de piel, su orientación sexual, su físico o su origen”. Es, al contrario, “su singularidad de ser para los demás y para el mundo. Y es esta singularidad la que el antirracismo y el feminismo tienen que lograr que se exprese”.