
Nada más perecedero que las líneas que se publican en el día electoral.
Nada más vigente que un recorrido ampliado por la realidad, por fuera de las tensiones de las tendencias, que pensar las muchas escenas que caben en simultáneo en este collage dramático llamado Argentina.
Se puede apelar al meme, al casi chiste, esa categoría tan argentina inventada por Macedonio Fernández, ahora facilitado por la potencia instantánea de las redes, que se alimentan cada vez más de la Inteligencia Artificial.
Por ejemplo: la fila de aviones privados que trajeron a miembros del J.P. Morgan a Buenos Aires a una convención anual, ya prevista pero que coincide con la avanzada sobre el Gobierno con ampliación de poderes y nuevos desarrollos de negocios, se puede reemplazar fácilmente por una fila de helicópteros.

La imagen remite puede sonar a destituyente, en la idea de una aeronave que vienen a buscar a un Presidente que se va, como en 2001. Ese juego es parte del humor, el tantas veces descripto como mecanismo de defensa frente a una realidad insoportable.
Pero 2001 no es un helicóptero, sino también la tragedia de millones y los 39 muertos por la represión en ese diciembre trágico.
Y 2025 no es un Presidente gritando como loco, ridiculizado ya sin pudor en medio mundo. Es el drama de la descomposición acelerada de un modelo que venía estructuralmente complicado hace años y cuya bronca fue capitalizada por el panelista violento en ese 2023.
Uno elige cómo contar la historia y cómo asimilarla. Pero que el meme no tape la realidad, aunque nos arranque una amarga sonrisa. Un casi chiste que cada vez sirve menos para dismular la bronca, las angustias y hasta cierta desesperanza.
Elecciones, los que votan y los que deciden
En casi 42 años de democracia nunca se vieron tan claros los hilos del poder real en la Argentina y si se mira con cierto detalle, las contradicciones al interior de esos bloques.
El alineamiento con Estados Unidos, que en lo simbólico supera por lejos las “relaciones carnales” del menemismo de los 90, es el hilo conductor para entender por donde transita la política argentina. El punto de quiebre se puede situar el 10 de diciembre de 2023, con el agravante tantas veces repetido sobre que, al carácter neocolonialista que Javier Milei le imprimiría a su gestión, le habría de sumar un desprecio por los mecanismos institucionales que rigen desde 1983.
Es cierto que ya en las gestiones anteriores la avanzada de Estados Unidos en nuestro país se hizo evidente al calor de la creciente disputa global con China, pero Milei para Washington es, sobre todo desde la llegada de Donald Trump a comienzos de este año, el alumno modelo sobre el que trabajar.
Roto desde lo interior, aunque a los efectos de la política no importan las condiciones personales, servil hasta el nivel de la humillación y sin mucho que perder, Milei se convirtió en el experimento que más lejos llegó en términos de un gobierno formado por y desde las corporaciones.
Un fibrón para la dedicatoria. Javier Milei, presidente de la Argentina.
Pero el Gobierno no es un panel de la tele y la diplomacia nos son las redes sociales, por eso el mito angelado se rompió hace varios meses para La Libertad Avanza. Es la realidad y su dinámica de intereses que se empeña, a diario, en desarmar el mundo de fantasía de la Escuela Austríaca que todavía balbucea el Presidente.
Es José Luis Espert, con su nombre y foto encabezando las boletas de La Libertad Avanza aunque ya no sea candidato.
Son los mercados que de “tan libres” que son, obligaron al Estado (el nuestro y el de Estados Unidos), a intervenir para calmarlos, sin lograrlo.
Es la economía real que no sube como “pedo de buzo” y se encamina a otro año de caída.
Es la inflación que “el Javo domó” a fuerza de un ajuste descomunal y de la motosierra no sobre la casta sino sobre el consumo popular, que volvió a acelerarse.
Es el mundo que apoyaba (o sea, digamos, Trump), y que ahora espera el resultado de las urnas para ver si sigue poniendo el dinero de los contribuyentes de Estados Unidos a un país que “está muerto”.
El discurso de espaldas al Congreso fue el primer acto de gestión, un anticipo de lo que se vive desde hace casi dos años. Con los números en el aire, se puede decir que nada va a cambiar demasiado desde diciembre.
Aunque para cerrar como empezamos estas líneas, en un día todo puede cambiar. El tiempo de Argentina, ese lugar del mundo en donde parece que nunca nada pasa, hasta que nos encontramos con la ola de la historia de frente y tenemos que aprender, otra vez, a saltar para que el agua no nos tape.

