
El miércoles se pudo volver a disfrutar “Norma también” en el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635, CABA). El film documental de Natalia Vinelli y Alejandra Guzzo sobre la inolvidable Norma Plá, una ciudadana que desafío al poder. Y hay que decirlo: era necesario. En tiempos donde el ajuste es moneda corriente, recordar a esta jubilada de Temperley cobra otro sentido.
La película dura poco más de una hora. Es el tiempo justo para contar lo esencial sin aburrir. Las próximas funciones serán este domingo 28 en Vuela el Pez (Córdoba 4379) y el lunes 29 en el Complejo Ítaca (Humahuaca 4027). Vale la pena ir.
El film arranca con Solve (Sol Verónica Gui), una estudiante de ciencias sociales que busca entender quién fue esta mujer. La pregunta es simple pero potente: ¿cómo una jubilada del barrio San José se convirtió en el símbolo de la resistencia en los 90? La respuesta se va armando de a poco, con entrevistas, archivo y testimonios que reconstruyen la figura de Plá.
Norma no era una política de carrera ni una dirigente tradicional. Era una mujer mayor que decidió salir a pelear cuando las reformas de Menem y Cavallo le tocaron el bolsillo. Organizó protestas, articuló reclamos y se puso al frente de miles de jubilados que veían cómo sus magros ingresos se desplomaban. Su irrupción fue singular: desafió el individualismo de la época y demostró que la lucha colectiva era posible.
Archivo valioso y un montaje certero
Las directoras eligieron bien el eje narrativo. Solve funciona como puente entre generaciones. Su investigación permite que los más jóvenes se acerquen a los 90 sin prejuicios y que los que vivieron esa época reaviven la memoria. El documental no parte de 2001 como punto cero, sino que rastrea el camino que llevó al estallido.
El material de archivo es valioso. Muestra a Norma en acción, pero también cómo la trataron los medios de comunicación. Los periodistas varones la subestimaron, intentaron deslegitimarla por ser mujer y jubilada. El sesgo de clase y género es evidente. Pero ella siguió adelante. Hasta hizo llorar a Cavallo en una confrontación que quedó para la historia.
El montaje alterna imágenes de época con registros actuales. La fricción temporal funciona: los reclamos de los 90 resuenan en el presente. Cada miércoles, los jubilados vuelven a salir a la calle. Las caras cambiaron, pero la lucha sigue. El documental no fuerza la comparación, simplemente la deja fluir.
Esta película documental no es solo una biografía, sino una lectura del presente. Vinelli y Guzzo usan la figura de Plá como brújula para entender las continuidades entre el menemismo y el neoliberalismo actual. El paralelismo es incómodo pero necesario. El film tiene sus puntos altos: las entrevistas a quienes conocieron a Norma aportan intimidad, el archivo televisivo revela la hipocresía mediática de entonces y la búsqueda de Solve le da frescura al relato. Sin embargo, también tiene momentos donde la narración se alarga más de lo necesario.
La historia del financiamiento dice mucho. El INCAA apoyó inicialmente el proyecto, pero la gestión actual lo descartó. El documental se completó con aportes individuales y el respaldo de Barricada TV y Cine Insurgente. Esa autogestión también es política.
El documental plantea preguntas que van más allá de Norma: ¿Qué pasa con las luchas que quedan en el olvido? ¿Cómo se construye la memoria colectiva? ¿Por qué ciertas figuras desaparecen del relato oficial? Norma Plá fue borrada de la historia grande, pero su legado persiste en cada protesta de jubilados.
El feminismo popular también aparece en el film. Norma no se definía feminista, pero su práctica lo era. Ocupó el espacio público, desafió mandatos, lideró desde un lugar que no le correspondía según los códigos de la época. Su ejemplo resuena en las luchas actuales.
El film cumple una función que el cine político debe cumplir: ejercita la memoria y conecta luchas. No es un documental perfecto, pero sí necesario. En momentos donde el ajuste vuelve a golpear a los más vulnerables, recordar a Norma Plá es un acto de resistencia. El film cierra con una reflexión: ella sigue presente en cada protesta, en cada reclamo, en cada jubilado que sale a pelear por sus derechos. Y esa es, tal vez, su mayor victoria.
Una memoria que incomoda
“Norma también” llega en el momento justo. No por casualidad, sino por necesidad. El documental de Vinelli y Guzzo rescata una figura que el poder prefiere olvidar. Plá representa lo que más teme el establishment: la organización popular espontánea, la rebeldía de los de abajo, la dignidad que no se negocia.
Aunque film tiene defectos, como el estiramiento de algunos tramos y ciertas reflexiones que suenan obvias, sus aciertos pesan más. Logra que una jubilada de los 90 dialogue con las luchas actuales sin forzar nada. La historia se cuenta sola. Hay algo poderoso en ver a Norma enfrentar a Cavallo. Era David contra Goliat, pero David tenía razón y coraje. Esa escena vale toda la película. Muestra que se puede, que siempre se pudo. Que la resistencia es posible cuando hay convicción.
El documental también desnuda la hipocresía mediática. Los periodistas que trataron de ridiculizar a Norma hoy serían trending topic por machistas. Pero ella siguió, imperturbable. Sabía que representaba a miles. Vinelli y Guzzo no idealizan a su protagonista, sino que la muestran humana, con contradicciones, pero firme en sus convicciones. Norma no era perfecta, era auténtica. Y eso la hace más admirable.
Un puente entre el pasado y el presente
El mensaje final es claro: la memoria no es nostálgica, es política. Recordar a Norma Plá es recordar que la lucha vale la pena. Que los jubilados de hoy tienen una historia, una tradición de resistencia. Que no están solos.
En tiempos donde el individualismo vuelve a ser dogma, esta película reivindica la solidaridad. No como discurso vacío, sino como práctica concreta. Como lo hizo aquella jubilada de Temperley que decidió no quedarse callada. El cine argentino necesita más films como este, que recuperen figuras olvidadas, que conecten pasado y presente, que incomoden al poder. “Norma también” cumple esa función y lo hace bien.
Norma Plá murió en 2006, pero su legado persiste. Cada miércoles, cuando los jubilados marchan, algo de ella los acompaña. Y mientras haya injusticia, habrá quien tome su ejemplo. Esa es la verdadera victoria de Norma, haber demostrado que la dignidad no tiene edad.