
El tango no es solo una melodía, ni una coreografía perfecta sostenida entre dos cuerpos. Es una historia compartida, una memoria que vibra en los barrios, en los cafés, en las salas de ensayo, en las milongas y también en quienes lo bailan, lo cantan o simplemente lo sienten.
Cada 11 de diciembre, esa tradición vuelve a tomar forma en el calendario argentino con el Día Nacional del Tango, una efeméride que trasciende lo conmemorativo para convertirse en un gesto de reafirmación cultural.
La coincidencia de los nacimientos de Carlos Gardel y Julio de Caro, en 1890 y 1899 respectivamente, dio origen a esta celebración. La iniciativa surgió en 1965 del autor y productor Ben Molar, quien vio en esa fecha un símbolo perfecto para homenajear “la voz” del tango canción y “la música” de la escuela decareana. Doce años más tarde, la propuesta fue oficializada primero en la Ciudad de Buenos Aires y luego a nivel nacional.
Desde entonces, Gardel y De Caro vuelven cada diciembre a encarnar las dos almas del género: una que canta y otra que orquesta; una que emociona y otra que estructura; ambas inseparables.

Raíces, evolución y renacimiento del tango
Nacido en los márgenes del Río de la Plata hacia fines del siglo XIX, el tango surgió como expresión de un país en transformación, atravesado por mestizajes culturales, pulsiones populares, nostalgia y deseo. Su expansión internacional comenzó pronto: hacia 1910 ya triunfaba en París, donde encontró un público dispuesto a convertirlo en una moda y luego en una tradición estética.
La llamada época de oro del tango, entre 1940 y 1955, consolidó su lugar en el imaginario nacional con orquestas emblemáticas, cantores célebres y un público masivo que lo convirtió en la banda sonora de la vida cotidiana.
Luego de décadas de altibajos, los años recientes marcaron una revitalización notable: nuevas orquestas, talleres, festivales, milongas y escuelas recuperaron la energía del género y le abrieron puertas a nuevas generaciones. La democracia, la globalización cultural y el resurgimiento de lo local fueron motores de este renacimiento.
La fecha exacta del nacimiento de Gardel aún genera debate: 1890 en Toulouse, 1887 en Tacuarembó o incluso otras teorías. Lo indiscutible es que su vida y obra están profundamente ligadas a Buenos Aires.
El tango como marca país
La proyección del tango va mucho más allá de lo musical. Es un verdadero embajador cultural argentino, capaz de despertar fascinación en turistas, investigadores, músicos y bailarines del mundo. La experiencia tanguera —milongas, clases, espectáculos, recorridos históricos— funciona como un atractivo turístico central y como un puente emocional con la identidad porteña y argentina.
En 2009, la UNESCO declaró al tango Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un reconocimiento que subraya su valor simbólico y compromete a la Argentina a preservar y promover esta tradición viva.
Gardel encarna “la voz” del género, mientras que De Caro representa su transformación musical con la “escuela decareana”, fundada en 1924.
Lo que representa hoy el 11 de diciembre
El Día Nacional del Tango es, ante todo, un momento de celebración y de memoria cultural. Una fecha para reconocer a las figuras históricas del género, pero también para visibilizar a las nuevas generaciones de músicos, bailarines, compositores, investigadores y gestores culturales que lo mantienen en movimiento.
Es, además, una reafirmación de identidad: para muchos argentinos, el tango es un modo de estar en el mundo, una cultura compartida que mezcla barrio, familia, historia y pertenencia.

