
En Argentina, donde la ciencia atraviesa un escenario de recortes y desfinanciamiento, investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), demuestran que es posible transformar residuos en soluciones innovadoras.
Se trata de BrewSelBar, un proyecto internacional que aprovecha el bagazo de cerveza, uno de los subproductos más voluminosos de la industria, para desarrollar un bioestimulante de semillas enriquecido con selenio. La iniciativa no solo apunta a mejorar la tolerancia de la cebada frente a la sequía y las altas temperaturas, sino también a abrir la puerta a la producción de cervezas funcionales, con propiedades benéficas para la salud.
María Gabriela Guevara, desde el Instituto de Investigaciones Biológicas de Mar del Plata (CONICET–UNMDP), fue seleccionada por el programa europeo Horizonte 2024, que otorgó financiamiento para cinco años de investigación. En el proceso participan instituciones académicas y empresas de Argentina, España, Italia, Alemania y Dinamarca, además de la cervecería Antares.
La primera cerveza con selenio
El corazón del proyecto es simple pero poderoso: aprovechar un residuo que hoy se utiliza para alimentar ganado o producir bioetanol, y darle un valor agregado. “El problema de estos subproductos biológicos es que, al disponerse en basurales, incrementan las emisiones de gases de efecto invernadero. Por eso buscamos nuevos usos”, explicó Guevara.
El bioestimulante permitirá obtener granos de cebada biofortificados con selenio, un micronutriente esencial para el sistema inmunológico y cuya deficiencia afecta a una de cada siete personas en el mundo. En Argentina, donde los suelos tienen baja concentración de este mineral, el déficit se refleja en la dieta cotidiana.

De los laboratorios al vaso
De esta manera, el equipo argentino desarrolla diferentes formulaciones para obtener este bioestimulante. Las pruebas incluyen técnicas de extracción, ensayos de resistencia de la cebada y, en Europa, mediciones de precisión con aceleradores de partículas para determinar la concentración exacta de selenio en los granos.
El último tramo del proyecto apunta a trasladar ese conocimiento a la producción: sembrar cebada en campo y, finalmente, elaborar una primera cerveza sin alcohol enriquecida con selenio. La meta no es menor: producir desde Argentina un alimento funcional con potencial impacto global, capaz de aportar beneficios para la salud y al mismo tiempo reducir el impacto ambiental de la industria.
El equipo liderado por Guevara lleva más de una década enfocándose en la aplicación de selenio en hortalizas y otros alimentos y, desde hace cerca de cinco años, ha ampliado su investigación hacia el desarrollo de bioestimulantes.
Además la cerveza será producida en el país: durante el último año del proyecto, se utilizará todo el conocimiento producido para evaluar qué variedad de cerveza será la mejor para la cebada que se va a obtener y finalmente iniciará la producción en la planta de Antares.

“Para nosotros va a ser muy importante poder, a partir de una idea que se nos ocurrió en el laboratorio, llegar a un producto final que se haga en una empresa Argentina y que le dé a esa empresa un plus en sustentabilidad. Es muy importante para nosotros que las empresas cerveceras del país puedan contactarnos para generar productos innovadores e incrementar su sustentabilidad”, destacó la científica.
Redes que sostienen
El proyecto es también un ejemplo de cooperación entre ciencia y empresas. La alianza con universidades y compañías europeas y locales busca no solo obtener resultados científicos, sino también abrir la puerta a nuevos productos en el mercado. Para Guevara, este vínculo es clave: “Queremos que las empresas cerveceras del país puedan contactarnos para generar productos innovadores e incrementar su sustentabilidad”.
En tiempos de ajuste, BrewSelBar recuerda que invertir en ciencia es invertir en futuro. En ese futuro posible, la cerveza puede ser mucho más que una bebida alcohólica, también pueda cuidar la salud y al planeta.