Un Pequeño Asesinato, la novela gráfica del guionista inglés Alan Moore y del dibujante argentino Oscar Zárate, salió a la venta en mayo, en el marco de la última Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Se trata de una obra publicada originalmente en Reino Unido en 1991 dentro del sello VG Graphics. En Argentina puede disfrutarse gracias a la edición de Hotel de las Ideas.
Con una visión crítica del mundo occidental hacia fines de la década de los 80, escrita en la misma época que los primeros episodios de From Hell, Un pequeño asesinato es una de las obras cumbre de Alan Moore.
La edición argentina cuenta con 112 páginas (formato 20 cm por 26 cm) a todo color y con tapa blanda rústica con solapas.
Sobre Un pequeño asesinato
En las primeras páginas, vemos al publicista Timothy Hole sentado en un asiento de avión y leemos sus pensamientos. El protagonista parece perturbado e incómodo en medio de un vuelo importante y retrasado. El equipo de abordo ofrece café y bebidas para pasar el tiempo, pero él no puede consigo mismo. En Rusia lo espera su futuro jefe, para quien trabajará en la campaña de una importante gaseosa.
Es a partir de este viaje que su vida comienza a complicarse. Timothy empieza a ver un extraño niño que lo sigue y atormenta a lo largo de la historia. ¿Es real o es algo así como un espejismo de un pasado que retorna como recuerdo vívido de quien fue antes de convertirse en un empleado estrella?
Períodos en la vida del protagonista van y vienen en esta historia que se mueve entre ciudades, donde se cruzará con gente diversa y con la que vivirá momentos cruciales. Un pequeño asesinato resulta en un relato lleno de encuentros fortuitos o más concertados, pero que, de una forma u otra, afectan al protagonista y lo transforman.
Así vemos encuentros con su padre, alguna que otra amistad y su pareja. Aunque los une el vínculo, Timothy siente que algo les debe y que no se reconoce a sí mismo con ellas o al menos algo no le cierra.
Aviones, trenes, taxis, autos y bicicletas, son los diferentes transportes que aparecen para promover la reflexión del protagonista y llevarlo hacia un clímax repleto de insectos al final de la historia. Todo esto, junto con el niño, se volverá una constante que se corporiza en diversos lugares alejados entre sí y hace que Timothy avance hacia adelante para dejarlo todo atrás.
La obra está contextualizada en un siglo XX cargado de crítica social y escrita post caída del Muro de Berlín y, por tanto, de la Unión Soviética. Los conflictos sociales parecen aquejar al protagonista para volverse una carga más en su vida. A Timothy lo invade la extraña sensación de traicionarse a sí mismo con cada paso, dejando relegados sus sueños, anhelos, y aquello que una vez fue o pretendió ser. Sí, definitivamente una obra muy psicológica.
Un arte muy ecléctico
Quizá, lo que más llame la atención al recorrer las páginas de Un pequeño asesinato sea el tratamiento del color. La mancha es una constante, pero la intensidad de los tonos resulta cambiante.
Páginas repletas de tonos oscuros se intercalan con secuencias en las que todo se vuelve pastel y tenue. Las escenas en las que Timothy se rodea de naturaleza se vuelven eclécticas: ciertos insectos desdibujados y momentos cruciales en su vida pierden la intensidad del color para volverse un recuerdo o bien un haz de luz de lo que fue otra vida que parece haber quedado atrás.
El Technicolor es fundamental, pero también lo son las viñetas acromáticas que se hacen presentes de tanto en tanto. Vientos y brisas se revelan ante nuestros ojos, mientras vemos la velocidad de los diversos medios de transporte que presenta la obra.
Las expresiones faciales de los personajes lo son todo a lo largo de las páginas. Respecto al protagonista, en particular, Zárate logra desnudar los momentos incómodos y las dudas existenciales a través de la mirada detrás de los anteojos de Timothy, quien está todo el tiempo en estado de alerta.
La construcción desde el trazo de ese niño fantasmal que persigue y perturba a Timothy, también es clave en la obra. Este personaje tiene una gran expresividad, tanto en su rostro como en su cuerpo.
La portada sigue la misma línea: personajes en colores cálidos en los que predominan los tonos del fuego, se contraponen a un Timothy cargado de oscuridad. La expresión reflexiva del protagonista se enfrenta a expresiones de rostros más o menos random, con expresiones de horror y que parecen construir una sensación de total acecho.