Cada 7 de junio se celebra en Argentina el Día del Periodista. Pero este año, el ejercicio del oficio está atravesado por una sensación de alerta. El exilio de Luciana Peker, periodista y escritora feminista, marca un punto de inflexión: una voz silenciada por amenazas organizadas, con conexiones con el poder político y militar.
Su salida del país, lejos de ser un caso aislado, expone el avance de una violencia que se despliega sobre las mujeres periodistas y comunicadoras en todo el territorio argentino.
“Estoy pidiendo asilo”: la voz que eligió salvarse
Luciana Peker se fue de Argentina en el año 2023. Fue después de una secuencia sistemática de amenazas, hostigamiento digital, persecución mediática y exposición pública. El dato que estremeció: las amenazas partían desde una IP registrada en el edificio Alas de la Fuerza Aérea Argentina.
“Una jueza dijo que hubo una orquestación organizada para amedrentarme. Estamos en riesgo”, contó la periodista en una entrevista con la médica divulgadora Sol Despeinada.
Peker, autora de libros como Putita golosa y La revolución de las hijas, denunció haber sido víctima de un engranaje de inteligencia, hostigamiento y violencia institucional que incluyó la sustracción de datos personales, la apertura de líneas telefónicas a su nombre y amenazas vinculadas al caso judicial de Thelma Fardin, en el que tuvo una participación activa como referente feminista.
“No me gusta usar la palabra exilio, pero hoy estoy pidiendo asilo. No es un acto simbólico, es político: estoy pidiendo que el mundo reconozca que en la Argentina actual no se protege a las mujeres”, dijo desde España, donde se encuentra radicada.
Violencia estructural: FOPEA alerta sobre una ofensiva contra periodistas mujeres
El caso de Peker expone con crudeza una problemática creciente. Según el informe extendido de FOPEA, publicado en marzo de 2025, el 70% de las mujeres periodistas encuestadas afirmó haber sufrido violencia psicológica en el ámbito laboral. Más del 50% declaró haber padecido violencia económica o institucional, muchas veces ejercida por superiores, colegas varones o funcionarios públicos.
El dato más alarmante es que el 40% de las mujeres periodistas sufrió violencia digital (hostigamiento en redes, campañas de difamación, amenazas), fenómeno que se intensifica entre quienes cubren temas de género, derechos humanos o política. El 61% de las encuestadas dijo que en su medio no existen protocolos de actuación ante estas violencias.
Entre las consecuencias más frecuentes están el deterioro de la salud mental, el silenciamiento, la autocensura y la salida forzada de ciertos espacios o coberturas. En palabras de Peker: “Te das cuenta de que te pueden hacer cualquier cosa y decir que fue un asalto”.
Feminismos bajo fuego: la censura en tiempos de reacción
Luciana Peker apuntó directamente contra figuras del gobierno actual. “La persona que me amenaza está defendida por un abogado que fue ascendido por Javier Milei. Reivindican la dictadura, defienden abusadores sexuales y usan las redes oficiales para amedrentar”, denunció.
Para la periodista, se trata de una ofensiva contra las mujeres con voz pública, especialmente aquellas que integran la “primera línea” del debate público feminista. “Cuando estás en la calle y alguien te dice que merecés ser la próxima víctima de femicidio, sabés que estás en peligro real”, expresó en una entrevista con elDiarioAR.
En paralelo, otras periodistas han denunciado amenazas, vigilancia y violencia simbólica. Algunas se alejan de las redes. Otras, como Peker, se van del país. Todas enfrentan un clima hostil para ejercer el derecho a informar y opinar en libertad.
Periodismo y democracia: ¿cómo se defiende la palabra?
En el Día del Periodista, el caso de Luciana Peker interpela con fuerza. No se trata de una historia individual, sino del síntoma de una época. Una democracia donde los comunicadores y comunicadoras deben elegir entre callar, exponerse o exiliarse no es una democracia plena.
El periodismo no es solo un oficio. Es una herramienta social, un canal para construir memoria, justicia y futuro. Defenderlo implica garantizar condiciones de trabajo dignas, libertad de expresión sin represalias y protección estatal frente a las violencias.
Porque, como dijo Peker, “no se exilia una sola voz, se exilia una forma de contar el país”. Y si el país no puede ser contado, entonces el silencio ya no es neutral: es una forma de sumisión.