La obra “Mirar al Río – Diálogos con lo Inanimado”, escrita y dirigida por Tatiana Sandoval, regresó a escena en su segunda temporada. Se trata de una emocional creación de la Compañía Cuerpoequipaje, la cual celebra una década de trayectoria, que ofrece una experiencia teatral que trasciende lo convencional. La obra se presenta como un viaje onírico donde música, danza y visuales inmersivas se entrelazan para explorar temas de memoria y territorio. Las funciones son los sábados de mayo a las 18, en el espacio cultural AREA 623, Pasco 623, CABA.
La trama plantea una pregunta inquietante: ¿cómo recuerda el río a aquellos cuerpos que ya no están? La acción se desarrolla a orillas del Río de la Plata, donde se entrelazan tiempos ancestrales con un pasado reciente. Este enfoque permite a los espectadores reflexionar sobre las heridas abiertas de la dictadura militar en Argentina. La obra se convierte en un diálogo entre lo inanimado y la memoria colectiva, abriendo un espacio para que el público confronte la historia dolorosa de los desaparecidos.
La función se despliega en tres actos, y cada uno aporta diferentes capas de significado. En el primero, se establecen imágenes abstractas que evocan el horror de la desaparición; mientras que el segundo introduce una narrativa más tangible, donde una madre busca a su hija perdida. Este contraste, entre lo poético y lo real, intensifica la experiencia emocional. La representación del hallazgo de un cuerpo en las costas uruguayas conecta directamente con la memoria histórica, creando un impacto profundo en la audiencia.
Dirección y cuerpos en sintonía con las emociones
La dramaturgia de Sandoval destaca por su sensibilidad y profundidad. La utilización de múltiples lenguajes escénicos —cuerpo, palabra, imagen— permite que cada elemento comunique lo que el otro no puede. Este enfoque no es meramente estético, sino una elección ética que resuena con la temática de la obra. Las proyecciones visuales, diseñadas por Gabriela Baldoni, transforman el espacio escénico en un paisaje poético que modula la percepción de los cuerpos en escena. Las texturas y las geometrías en movimiento redefinen el entorno, haciendo que cada elemento escénico se sienta vivo y significativo.
La dirección escénica combina elementos performáticos y visuales, creando una atmósfera inmersiva que invita al espectador a sumergirse en la narrativa. A través de una coreografía visual, los paisajes se arman y desarman, generando un flujo constante de emociones y recuerdos. La música en vivo, compuesta por Cecilia Candia, complementa a la perfección esta experiencia, dando una capa adicional de intensidad emocional.
El elenco, compuesto por performers como Estefanía Amoruso y Gabriela Baldoni, entrega interpretaciones cargadas de simbolismo. Cada movimiento y silencio se convierten en un vehículo para expresar la complejidad de la memoria. La actuación se siente orgánica y auténtica, logrando conectar con el espectador en un nivel profundo. Completan el equipo Bárbara García Di Yorio, Diego Núñez, Josefina Sabaté y Baudron, más Leonardo Volpedo, quienes en una entrega absoluta crean una búsqueda genuina del sentido de la trama, para revivir las heridas del pasado.
La técnica utilizada en esta pieza es innovadora y efectiva. La proyección de imágenes no solo actúa como escenografía, sino que transforma la percepción de los personajes. Los efectos visuales, junto con el diseño de vestuario que combina texturas artesanales, evocan el entorno del río y sus memorias. Esta atención al detalle contribuye a la creación de una experiencia sensorial rica y envolvente.
Una profunda introspección que moldea identidades
“Mirar al Río – Diálogos con lo Inanimado” no solo es una obra teatral, es un testimonio de resistencia y memoria. La poética sutil de Sandoval, que aborda la historia argentina con valentía, invita a la reflexión sobre el pasado y su impacto en el presente. La pieza se convierte en un espacio de contemplación, donde el espectador observa, siente y recuerda.
El río, como metáfora constante, simboliza el flujo de la memoria y la necesidad de confrontar el dolor. Mediante esta experiencia, se establece un diálogo entre el arte y la historia, recordando que el pasado no se puede silenciar. Al final, esta propuesta se erige como una obra necesaria, que nos invita a mirar hacia adentro y hacia el río, recordando siempre a aquellos que fueron olvidados.