“La Teoría del Desencanto”, celos y frustraciones en los años ochenta

La obra de Julieta Otero explora las complejidades de las relaciones humanas, utilizando un entorno íntimo para revelar las luchas internas de sus personajes en una cena cargada de tensiones.
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“La teoría del desencanto” regresó a la cartelera porteña, una obra que aborda temas como los vínculos y los celos en el marco de los años 80. Crédito: Rorro García.

Tras agotar localidades en su primera temporada, regresó a la cartelera porteña “La teoría del desencanto”. Una obra atrapante, ambientada en la década de 1980, bajo la dirección y dramaturgia de Julieta Otero. En ella se exploran temas que trascienden el tiempo como los vínculos, los celos y el egocentrismo de los artistas, en este caso, escritores. Se trata de una propuesta que ofrece una reflexión sobre el amor y el reconocimiento, temas que resuenan con fuerza en la actualidad. Las funciones son los miércoles a las 21, en el Métodos Kairós, El Salvador 4530, CABA

La trama sigue a María y Francisco, una pareja de escritores que reciben a su vecina Renata en una cena durante una noche tormentosa de 1987. La velada da un giro inesperado con la llegada de Antonio, el ex de María y un escritor exitoso. La celebración por el lanzamiento de su novela, El Desencanto, provoca en Francisco una crisis de celos y paranoia, lo que desencadena una serie de conflictos que llevan a la revelación de sus frustraciones. 

La historia se desarrolla en un contexto histórico significativo, con el debate sobre la Ley de Divorcio sonando de fondo en la radio, lo que refleja la separación vincular definitiva y se entrelaza con la dinámica de los personajes. La obra, que inicia con un ambiente aparentemente cordial, se transforma gradualmente en un intenso examen de las relaciones humanas.

La trama sigue a una pareja de escritores, María y Francisco, y su vecina Renata. La llegada de Antonio, el ex de María, desata celos y conflictos, revelando frustraciones ocultas. Crédito: Rorro García
La trama sigue a una pareja de escritores, María y Francisco, y su vecina Renata. La llegada de Antonio, el ex de María, desata celos y conflictos, revelando frustraciones ocultas. Crédito: Rorro García.

Tensión pura en el aire en manos de buenas actuaciones

La dirección y dramaturgia de Julieta Otero se destacan por su capacidad para crear un ambiente opresivo y tenso. La decisión de ubicar butacas enmarcado la acción en la obra, permite a los espectadores una conexión más íntima con los actores y potencia la sensación de ser testigos de la escena. 

Las actuaciones son uno de los puntos más fuertes. Ana Celentano, como Renata, aporta una mezcla de misterio y sensualidad, mientras que Juan Tupac Soler ofrece una interpretación poderosa como Francisco, llevando su personaje a límites emocionales significativos. Julia Di Ciocco y Raúl Antonio Fernández complementan el cuarteto con actuaciones igualmente memorables, creando una química palpable entre ellos.

La iluminación de Samir Carrillo y la escenografía de José Escobar contribuyen al dinamismo de la obra. La disposición de los elementos escenográficos, que incluyen un sillón, una mesa con una máquina de escribir y una ventana que conecta con la vecina, permite que los actores interactúen de manera efectiva con el espacio. La iluminación, bien diseñada, revela detalles y emociones, sugiriendo que en el interior de una casa no existen secretos que no puedan salir a la luz.

El ritmo de la obra mantiene al espectador en tensión constante. La mezcla de drama y comedia, junto con los momentos de introspección, genera un ambiente cautivador que invita a la reflexión. El texto resuena con gestos cotidianos que evocan la identificación del público, haciendo que la risa y la empatía fluyan de manera natural.

Las actuaciones en general destacan, y logran una conexión intensa con la platea. La iluminación y escenografía aportan al ambiente tenso y opresivo, donde además se invita a reflexionar sobre las relaciones humanas. Crédito: Rorro García
Las actuaciones en general destacan y logran una conexión intensa con la platea. La iluminación y escenografía aportan al ambiente tenso y opresivo, donde además se invita a reflexionar sobre las relaciones humanas. Crédito: Rorro García.

Desatar los más oscuros desencantos

En conclusión, “La Teoría del Desencanto” es una obra que, a través una buena dirección y un elenco en total entrega, se aborda de manera acertada la complejidad de las relaciones humanas. No solo entretiene, sino que también invita a los espectadores a reflexionar sobre sus propias experiencias y emociones. 

Esta producción se erige como un testimonio del poder del teatro para explorar temas universales y atemporales, generando un diálogo entre el pasado y el presente. La obra no deja indiferente, logrando que el público se involucre emocionalmente en cada escena. Sin duda, una experiencia teatral que vale la pena vivir.

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