En tiempos modernos, existen diversas estrategias en el fútbol, pero algunas décadas atrás había una exclusiva de muchos técnicos: el uso de un enganche. Dentro de Argentina habrá varias opiniones sobre el último apellido que ocupó esa posición, pero no cabe duda que ciertos amadores quedaron en la historia nacional. En ese sentido, Ariel “Burrito” Ortega, uno de los últimos “10” del país, está de fiesta al alcanzar el medio siglo de vida.
Un 4 de marzo de 1974, nació en Jujuy aquel jugador que supo vestir y defender los colores de River Plate, club en el que se convirtió en ídolo. El oriundo de Ledesma orquestó una envidiable carrera futbolística con cinco equipos autóctonos y cuatro en Europa. Incluso, dejó estampada su huella en la selección argentina con una constante presencia desde 1993. No obstante, su último tramo como profesional es recordado más por su lucha contra el alcoholismo que por lo hecho en cancha.
En términos deportivos, Ortega se hizo querer en todas las instituciones en las que estuvo y supo lo que es salir campeón en varias, incluso con la Albiceleste. Sin embargo, a lo largo de tu estadía en el fútbol, dejó en claro que su casa siempre sería River, donde en la actualidad es el Coordinador del Selectivo Infanto-Juveniles. Con una pelea personal en el pasado, el Burrito disfruta todavía del fútbol al ser parte del equipo sénior del Millonario.
Un inicio lleno de ilusión
A inicios de la década de los 90, llegó el debut de Ortega en River, con solo 17 años y de la mano del técnico Daniel Passarella. Con el correr de los partidos, el jujeño se asentó como una de las máximas apariciones de la década en el fútbol argentino. No obstante, su explosión se dio al lado del delantero Ramón Díaz, con quien obtuvo cuatro títulos locales (Aperturas de 1991, 1993, 1994 y 1996) y la Copa Libertadores 1996.
Tras haber llegado a Buenos Aires, decidió probarse en el Millonario por sobre ofertas de Independiente y Boca, cuestión que le salió de la mejor manera. En 1997, después de marcar 39 goles con la institución que consideró como “el club de sus amores”, tuvo su primera experiencia en Europa. Su salida de Núñez implicó una venta millonaria al Valencia español, donde no tuvo su mejor etapa por una mala relación con el DT Claudio Ranieri.
En el fútbol ibérico fue muy criticado por su vida personal, lo que repercutió en que solo anotara 9 goles en 29 cotejos. Con solo una temporada en el cuadro valenciano, se fue a probar suerte a Italia, donde vistió las camisetas de la Sampdoria en 1998 y el Parma en 1999. En ambas instituciones italianas tuvo discretas actuaciones con menor eficacia goleadora, aunque logró la Supercopa de Italia con el conjunto cruzado.
Para los 2000 decidió pegar la vuelta a la Argentina para tener su segunda etapa en River, donde se quedó dos años y conquistó el Clausura 2002. Luego volvió al Viejo Continente para jugar en el Fenerbahce turco, institución a la que llegó con una alta expectativa, pero no cumplió lo esperado. Con una pobre temporada, recibió una sanción por incumplimiento de trabajo que duró 4 meses a pesar de haber realizado una apelación.
Su última etapa como profesional
En agosto de 2004, Newell’s negoció con el equipo turco para destrabar la inhabilitación, abonar la indemnización y permitir que Ortega vuelva a jugar tras varios meses. Con dos campañas en Rosario, el Burrito generó un fuerte vínculo con la hinchada y obtuvo el Apertura 2004. Para mediados de 2006, el mediocampista forjó su tercera etapa en River con 32 años para ilusionar a todes les aficionades.
Seis meses después, Ortega tuvo una fuerte recaída que demandó su alejamiento de las canchas hasta marzo de 2007. Con destacables actuaciones, fue campeón del Clausura 2008 junto a Diego Simeone como DT. No obstante, tras el éxito, fue cedido a Independiente de Mendoza a causa de sus constantes problemas personales que le impedían llevar una vida profesional. De todos modos, tras un semestre regresó a River para continuar su carrera.
Sin las elegantes presentaciones de etapas anteriores y su actitud fuera de la cancha, Ortega de a poco apagaba su carrera futbolística. Sin títulos de por medio, y un paso a préstamo por All Boys sin goles en 12 encuentros, el jujeño le dijo adiós a River. A pesar del revuelo por su llegada a Floresta, el técnico Matías Almeyda le ofreció ser parte del cuerpo técnico riverplatense pero Ortega rechazó la posibilidad.
Fuera de la consideración del “Pelado”, y con River en una reconstrucción para ascender de categoría, el Burrito fue cedido a Defensores de Belgrano. Con el “Dragón” disputó la temporada 2011-2012 de la Primera B Metropolitana, tercera división argentina, y marcó 4 goles en 23 compromisos. Una vez finalizada la campaña, el norteño decidió colgar los botines.
En julio de 2013 volvió al ruedo para ser parte de su partido homenaje con un Estadio Monumental repleto de almas rojiblancas. Con una enorme ovación desde todos los sectores, Ortega se despidió del fútbol en su casa, junto a su hijo y varios amigos que el deporte le dejó. Para muchos hinchas de River, ese día dejó la profesión uno de los mejores jugadores del club y un ídolo de la época contemporánea.
Con la selección argentina nunca decepcionó
Al poco tiempo de su aparición en la primera de River, Ortega tuvo la oportunidad de debutar en la Selección Argentina en 1993 durante un amistoso ante Alemania. Desde aquel entonces, se convirtió en un apellido habitual en las posteriores convocatorias albicelestes. Asimismo, tuvo el privilegio de ser partícipe de tres campeonatos mundiales, de 1994, 1998 y 2002, donde la fase de cuartos de final fue lo más lejos que llegó en la segunda presentación.
En tanto, su estadía con el seleccionado lo llevaron a ser el reemplazo natural de Diego Maradona, con Passarella como entrenador. Gracias a excelentes actuaciones, obtuvo el aliento y clamor de los hinchas argentinos cada vez que tocaba la pelota. En 1995 formó parte del plantel subcampeón de la Copa Confederaciones y la Copa América, donde llegó a cuartos. Además, ese año obtuvo la medalla dorada en los Juegos Panamericanos.
Al siguiente año, disputó el Preolímpico Sudamericano y los Juegos Olímpicos de Atlanta, competiciones en las que alcanzó el segundo lugar. Por último, estuvo convocado en la Copa América de 1999 y otra vez llegó a la instancia de cuartos. No obstante, en mayo de 2010 volvió a vestir la camiseta albiceleste de la mano de Maradona para un amistoso frente a Haití. Con Neuquén como escenario, muchos consideraron que esa fue su merecida despedida tras usar la emblemática “10” por años.
Una decisión muy importante
El fútbol no siempre es solo lo que se aprecia en los estadios o la televisión, y los protagonistas tienen sus problemas personales como cualquiera. No obstante, el hecho de ser conocidos a nivel público, les genera mayor repercusión e incomodidad que muchas veces es difícil sobrellevar. En ese sentido, Ariel Ortega combatió sus propios fantasmas con la adicción al alcohol, situación que le complicó la vida personal y profesional en más de una vez.
Tras ocho años desde su retiro, en 2020, el jujeño habló por primera vez de lo que significó aquella etapa de su vida en la que debió poner el fútbol en un segundo plano. “No le encuentro una explicación. Estaba peleado con la vida, con mis compañeros, con los periodistas”, explicó en aquel entonces durante una entrevista con el relator riverplatense Atilio Costa Febre.
“Hacía todo para ponerme a todos en contra, a mi familia, a los periodistas y no lo lograba porque mucha gente me quería mucho”, agregó. En tanto, remarcó que siempre recibió el apoyo de sus colegas a pesar de todo y que lamentaba su accionar. “Por suerte lo pude superar, puse muchas ganas, mis hijos empezar a crecer, hoy por hoy estoy bien y disfrutar la vida es la cosas más hermosa que me pasa”, detalló.
Por su parte, indicó que en más de una ocasión metió la pata pero que no podía manejarlo. “Hoy al recordarlo creo que la podría haber pasado mejor futbolísticamente. Hubiese entrenador mejor, hecho más goles, ganado más títulos, añadió. “La vida se me dio así, todos somos seres humanos y nos equivocamos. Yo me equivoqué”, continuó. Para cerrar señaló que siempre pidió disculpas cuando debía pero “la vida es de uno y trata de llevarla como puede”.