Durante los últimos meses, como consecuencia colateral de la agresión de Israel en la Franja de Gaza, el Movimiento Hutí de Yemen ha cobrado una especial relevancia en el inestable Medio Oriente, posicionándose como un tema destacado en la agenda mediática internacional.
En este sentido, sus ataques a los buques que navegan por el Mar Rojo, zona de gran importancia para el comercio mundial, han tenido como respuesta la formación de una coalición militar por parte de Occidente denominada “Guardián de la Prosperidad”. Sin embargo, a pesar de la trascendencia que ha tenido en el último tiempo, tanto el injerencismo contra el país árabe como el rol de los rebeldes hutíes no representan ninguna novedad: es un conflicto con historia.
Historia de un Movimiento
El Movimiento Hutí, también conocido como “Partidarios de Dios”, es una organización político – militar que, con una fuerte impronta antiimperialista e islámica, controla casi la totalidad de Yemen del Norte. Su nacimiento se remonta a la década de 1990 en la provincia de Saada, en el marco de un crecimiento del injerencismo norteamericano en la zona. Su nombre proviene del primer líder del Movimiento, Huseín al Huti, un jeque que mantuvo una importante relación con Hezbollah e Irán, dos actores claves de la región en términos de oposición al injerencismo occidental.
La organización, asimismo, se encuentra fuertemente marcada en términos religiosos por su chiismo zaidi que, si bien es una rama del islamismo que se presenta como la más cercana al sunismo, ha determinado – entre otros factores – su oposicion al gobierno suni que controla el sur del país. Esta división religiosa, a su vez, es uno de los puntos fundamentales para entender algunos de los intereses geopolíticos que se presentan en el conflicto: mientras que los hutíes mantienen una estrecha relación con el famoso “Eje de la Resistencia” (Hezbollah, Siria e Irán), el gobierno suni en Yemen del Sur es respaldado tanto por Estados Unidos como por el wahabismo saudi.
Si bien los enfrentamientos con el gobierno suni datan desde los principios del 2000, no es hasta el año 2014 que el Movimiento Hutí cobra una gran relevancia político – militar. En ese año, los rebeldes iniciaron una poderosa ofensiva sobre la capital, Saná, lo que les permitió luego de un año tomar el palacio presidencial e instaurar su autoridad sobre el país.
Ese hecho tuvo como contrapartida la formación de una coalición militar internacional encabezada por el tándem Arabia Saudi – Emiratos Árabes Unidos que, respaldada tanto por EEUU como por Europa, lanzó numerosas ofensivas terrestres e intensos bombardeios aéreos. Desde entonces, a pesar de un temporal cese del fuego en el 2022, la guerra civil en Yemen continúa con un enorme río de sangre derramada como consecuencia.
Yemen: un verdadero drama humanitario
Si bien Yemen siempre se ha caracterizado por su pobreza e inestabilidad, la guerra civil ha llevado al país árabe a transitar lo que muchos consideran como el peor drama humanitario del mundo. Según ACLED, una ONG que se dedica a monitorear los conflictos armados alrededor del planeta, desde el 2014 han muerto más de 150 mil personas como resultado directo de la guerra, entre los que se encuentran más de 15 civiles asesinados en ataques selectivos.
Del mismo modo, según OXFAM Internacional, casi 24 millones de personas (es decir el 80% de las personas que viven en el país) necesitan con urgencia asistencia humanitaria. La mitad de la población, asimismo, no posee los alimentos suficientes para comer, mientras que 7.4 millones sufren desnutrición. En paralelo, según estadísticas de diversas agencias e instituciones humanitarias, se estima que solo el 51% de las instalaciones sanitarias se encuentran operativas, mientras que el 29% de los hospitales no cuentan con médicos especialistas.
Por otro lado, según datos de ACNUR, la agencia para refugiados de la ONU, la guerra ha provocado que más de 4.5 millones de personas tuvieran que desplazarse en el interior del país. Cifras que, a su vez, están acompañadas de un colapso absoluto de la economía del país árabe junto a la destrucción de un alto porcentaje de la infraestructura del país.