No hay ámbito que se salve, esta vez, le tocó a la medicina. Estadísticas recientes determinaron que en Argentina, de cada 10 estudiantes de medicina, 7 son mujeres o identidades feminizadas. Sin embargo, el 75 por ciento de las posiciones jerárquicas en las instituciones médicas las ocupan hombres.
La Comisión de Género y Neurología de la Sociedad Neurológica Argentina fue quien realizó ese estudio. Se tituló «Género y posiciones de liderazgo en neurología»; y lo presentaron en un Congreso de la American Academy of Neurology en el marco del 8 de marzo (Día de la Mujer Trabajadora).
Al no contar con datos previos que ilustraran la problemática, llevaron a cabo un estudio primario de corte transversal. A través de un video en su página web, las integrantes de la Comisión explicaron el procedimiento.
“Tomamos el binomio de género hombre/ mujer”, afirmaron. “Invitamos a participar a todos los neurólogos y neurólogas de Argentina de una encuesta online”. Los números fueron contundentes: de 400 personas que respondieron, solo el 25 por ciento de las mujeres ocupaban cargos jerárquicos.
“La Comisión de Género y Neurología de la Sociedad Neurológica surgió por la necesidad de mejorar las condiciones. Tanto en los congresos como en las presidencias de las sociedades neurológicas estamos subrepresentadas”, explicó una de sus integrantes, Guadalupe Bruera, a Perfil. “Esta Comisión es una de las principales en Latinoamérica, dado que no existe una como tal en la región”.
Desigualdad de género en la neurología
“Si sos mujer en neurología tenés menos oportunidad de ocupar un cargo jerárquico”, puntualizaron las integrantes de la Comisión en el video difusor del estudio. “Independientemente de la edad, si tenés hijos o no, la capacitación adecuada o deseos de ocuparlo”.
Esta situación se conoce en los estudios de género como techo de cristal. Se da un estado piramidal: en la base (los puestos menos pagos y con menor jerarquía) trabajan gran cantidad de mujeres y diversidades; pero muy poques llegan a la cima (los cargos con mayor poder de decisión). El techo de cristal son las limitaciones invisibles que impiden a mujeres y personas del colectivo LGTBIQ+ a acceder a estos últimos.
En este sentido, Guadalupe Bruera también se refirió en Perfil a la brecha salarial en el sector. Un estudio de la revista Neurology evaluó el salario anual de 19 centros de referencia de Estados Unidos según las especialidades médicas. Concluyó que la neurología es la especialidad que tiene menor salario por año. “El subanálisis de género demostró que las mujeres neurólogas tienen la brecha salarial más alta de todas las especialidades médicas”, se lamentó.
La diferencia también se observa en cuanto a las publicaciones en revistas científicas y estudios de investigación. La revista Stroke (de referencia en la enfermedad cerebrovascular) analizó que más del 80% de los estudios los lideran hombres. Mientras tanto, solo el 16 por ciento de mujeres los llevan adelante.
Desigualdad de género, ¿y de capacidades cerebrales?
Esta desproporción afecta al momento de describir las características de ciertas enfermedades. En los estudios sobre el ACV, la Esclerosis Múltiple como también aquellos sobre trastornos cognitivos (se conocen como demencias, Alzheimer), los investigadores principales suelen ser hombres.
También influyó en la forma en que se concibió la manera de pensar de hombres y mujeres, sobre lo que se basan muchos estereotipos de género. Durante los últimos dos siglos, el cerebro solo se explicó desde el estudio biologicista.
Las investigaciones remarcaban diferencias relacionadas al peso cerebral de hombres y mujeres, y asociaban determinadas características a un sexo en específico. Así, se justificaba que las mujeres se basaban en procesos intuitivos y analíticos, y los varones en percepción y acción.
Afortunadamente, la perspectiva de género llegó a la neurología para poner en duda ese paradigma. En 2019, Gina Rippon, neurocientífica y feminista británica, puso énfasis en que los cerebros de hombres y mujeres no son esencialmente diferentes.
Explicó que no hay ningún aspecto en estructuras clave o proporciones de materia blanca/ gris y patrones de conectividad, que diferencie de manera concreta el cerebro masculino del femenino. Y si bien los cerebros de los hombres son más grandes, también lo es el resto de su cuerpo. “Una vez que se corrigen esas diferencias de tamaño, casi todas las supuestas distinciones de sexo que se habían encontrado anteriormente tienden a desaparecer”, explicó Rippon.