
Hoy en día, casi no existe área en donde la Inteligencia Artificial (IA) no haya intervenido. Entre ellas se encuentra la autopublicación, pero no sin un costo ético y económico. Como explica Daniel Benchimol, director de Proyecto451, el fenómeno del spam de libros generados con esta tecnología va más allá de los textos mal escritos: se trata de un mecanismo sofisticado de fraude que abarca la usurpación de identidad, la manipulación algorítmica y la difusión de información potencialmente peligrosa.
En esa línea, el consultor y docente señaló que la modalidad más preocupante es la suplantación de un autor reconocido. Esto fue lo que le ocurrió al analista de la industria Jane Friedman, quien descubrió que se vendían libros generados aparentemente con inteligencia artificial bajo su nombre, imitando su temática, pero con contenido apócrifo.
El caso expuso un vacío legal y técnico. En un primer momento, Amazon se negó a retirar las obras, argumentando que el nombre de Friedman no era una marca registrada. A tal punto se llegó que este fenómeno ya tiene un nombre: “plagio inverso”, donde el texto es técnicamente “original” (creado por la máquina) pero se apropia ilícitamente de la reputación y el prestigio de un autor legítimo.
Benchimol destaca que el impacto de este fraude no se limita a lo económico, sino que pueden presentar un “riesgo real” para el lector. Por ejemplo, los manuales de salud que contengan información errónea puede provocar consecuencias serias.
El autor detalló que este contenido fraudulento tiene un impacto corrosivo en el modelo de negocio de KDP, ya que los estafadores usan el spam masivo y “granjas de clics” para simular lecturas y manipular los rankings. “Esto hace que las recompensas del fondo de regalías de KU se vean mermadas, ya que los ‘libros fantasma’ compiten por los pagos por páginas leídas con obras genuinas”, agregó.
La pasividad de Amazon y el espejo de Spotify
En este contexto, sigue siendo motivo de preocupación la inacción de Amazon. Friedman criticó a la plataforma por mostrar “descuido y desinterés” y limitarse a poner “barreras de contención ligeras”.
Ante este panorama, Benchimol expresó que la industria editorial puede aprender de la música, que enfrenta un problema análogo con el spam y la suplantación de voz con IA. El autor destacó a Spotify por establecer un marco regulatorio que exige un rigor mucho mayor: prohíbe explícitamente los clones de voz no autorizados o deepfakes de artistas. Además, la plataforma eliminó más de 75 millones de “pistas spammy” en el último año.

