Regresó a la cartelera porteña en su segunda temporada “Ana es Luz”, con una propuesta teatral renovada que trasciende el mero entretenimiento para convertirse en un acto político-cultural de primer orden. El primer musical argentino de rock queer, escrito y dirigido por Facundo Miranda. Donde se fusionan dos universos que la historia separó como el rock nacional y las luchas de la comunidad LGBTIQ+, con una banda en vivo que interpreta clásicos del rock argentino. Las funciones son los martes a las 20.30 horas en el Teatro Regina, Av. Santa Fe 1235, CABA.
La trama traslada al espectador a la Argentina de 1995, donde Ana Luz, una mujer trans inspirada en la icónica Cris Miró, lucha por construir su identidad y su carrera artística. El recorrido del personaje muestra su ascenso como figura del Teatro Maipo, sus conflictos familiares tras revelar su identidad de género, y un romance clandestino con un reconocido futbolista que desata la persecución mediática.
El paralelo histórico con Miró resulta evidente pero no exhaustivo. La obra no pretende ser una biografía exacta sino una ficción que recupera elementos de aquella figura pionera que conquistó portadas de revistas y llegó a recibir el premio a mejor vedette, antes de su temprano fallecimiento en circunstancias poco esclarecidas. Miranda toma esta referencia histórica para construir un relato que expone las violencias que enfrentan las personas trans en su búsqueda de reconocimiento profesional y aceptación social.
Dirección precisa y respetables actuaciones
La dirección general de Facundo Miranda demuestra una visión clara y coherente, que se potencia con el trabajo específico de Magalí Iglesias en la dirección actoral, Juan Pablo Ragonese en lo vocal y Tomi Luna en las coreografías. Este equipo creativo consigue una puesta en escena efectiva que optimiza los recursos disponibles.
El elenco, conformado por quince intérpretes, mantiene un nivel destacable. Pato Alterio está muy bien en el papel protagónico de Ana, con una interpretación conmovedora que captura la complejidad del personaje. Victoria Carreras y Luis Blanco aportan matices cruciales como los padres que enfrentan la transición de su hija con dudas y temores. Luis Podestá ofrece una buena actuación como «Martha Lagrande», mientras que el resto del reparto como Mauro Murcia, Deivid Noval, Juan Pablo Ragonese, Agus López, Daniela Rubiatti y Juanjo Moreno, completan un conjunto sólido y en sintonía, respaldados por un ensamble que aporta energía y precisión.
La propuesta técnica resulta efectiva, con una puesta de luces que firma el mismo Miranda. La banda en vivo, integrada por jóvenes músicos de prometedor futuro, ejecuta con solvencia las canciones de rock nacional que estructuran la narrativa y conectan emocionalmente con el público.
Esta obra comparte este año una comunion de realidades invisibilizadas con otras obras en cartel como «Daniel voy a ser el gay más famoso de Chile» y «Fan Family». Producciones recomendables que desde el lenguaje musical visibilizan las problemáticas trans y travestis, las cuales tienen la capacidad para conmover sin caer en discursos panfletarios.
Un faro en la oscuridad
El acierto principal de Miranda radica en entender que el arte transformador no sacrifica calidad por mensaje. Su obra consigue ambos objetivos: entretiene mientras educa, emociona mientras denuncia. En tiempos donde los derechos conseguidos enfrentan amenazas de retroceso, «Ana Es Luz» se erige como un recordatorio luminoso de que el teatro puede funcionar como espacio de resistencia y celebración de la diversidad.
Esta producción no solo homenajea a una figura pionera como Cris Miró, sino que actualiza su legado y lo proyecta hacia un futuro donde ninguna persona sea discriminada por su identidad. Por la relevancia de su mensaje y la calidad de su ejecución, este musical se convierte en una cita imprescindible para quienes buscan un teatro comprometido con su tiempo y su sociedad.