La cartelera porteña acaba de revivir un verdadero clásico del teatro argentino con la puesta en escena de «Un guapo del 900«, de Samuel Eichelbaum. Bajo la dirección de Jorge Graciosi y con la adaptación del fallecido Roberto «Tito» Cossa, esta producción invita a viajar por un par de horas a la Buenos Aires de principios del siglo XX.
Un universo de intrigas políticas, favores en escena y una oportunidad ineludible para los amantes del buen teatro y aquellos que buscan historias que nos definen como sociedad. Las funciones son de jueves a domingo a las 20 hs en el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815, CABA).
Su trama sigue siendo para sorpresa de la mayoría muy actual, donde se explora temas universales como la ética, la lealtad y las contradicciones humanas a través del personaje de Ecuménico López, un «guapo» porteño cuyas decisiones finales son una invitación a reflexionar sobre la naturaleza de los valores y la moral en un mundo en constante cambio.
La adaptación de Cossa mantiene la esencia de la obra original y la acerca al público contemporáneo con diálogos que no solo transmiten la trama, sino también el espíritu de una época.
La obra invita a la platea a reflexionar sobre temas que, lejos de quedar en el pasado, siguen siendo relevantes en la actualidad, la lealtad en un mundo donde los valores parecen difuminarse, el papel de la política en las vidas cotidianas y la evolución del rol de la mujer en la sociedad.
Uno de los aspectos más destacables de esta producción es la inclusión de música en vivo. La bandoneonista Carla «Char» Vianello añade una dimensión adicional a la puesta, convirtiendo la música en un personaje más.
Sus interpretaciones no solo ambientan las escenas, sino que también respiran al ritmo de las emociones de los personajes, añadiendo profundidad y autenticidad a la experiencia teatral.
Un dispar y guapo elenco bajo una buena dirección
La dirección de Graciosi respeta la atmósfera del Buenos Aires de antaño, aunque con resultados desiguales en su ejecución. La escenografía, que combina elementos de un hogar humilde con detalles de mayor refinamiento, transmite eficazmente la dualidad del mundo en el que se mueven los personajes.
La iluminación, crucial para crear las atmósferas adecuadas, complementa perfectamente la acción en escena, generando imágenes casi fotográficas que cautivan al espectador. Las actuaciones del elenco son de calidad variada, un surtido de aciertos y otros que podrían mejorar.
Juan Manuel Correa, en el papel de Ecuménico López, intenta capturar la esencia del personaje, aunque por momentos roza lo caricaturesco. En contraste, Gabriel Fernández ofrece una actuación sólida y creíble como el Dr. Alejo Garay.
Patricia Durán, como Natividad, tiene momentos destacables, aunque su actuación general no logra conmover en realidad al público. Darío Levy, interpretando al italiano Bravatto, cae en ciertos estereotipos, mientras que Celeste García Satur y Miguel Sorrentino, en los roles de Edelmira y Clemente Ordóñez, en ese orden, no terminan de convencer en sus papeles de amantes.
En resumen
«Un guapo del 900» es un esfuerzo valioso por mantener vivo un clásico del teatro argentino. Aunque no todas las decisiones artísticas resultan igualmente acertadas, la obra en su conjunto ofrece una experiencia enriquecedora que trasciende el mero entretenimiento.
Nos recuerda que, a pesar del paso del tiempo, las luchas internas del ser humano y las dinámicas sociales que Eichelbaum plasmó hace décadas siguen vigentes, invitándonos a cuestionarnos sobre nuestros propios valores y decisiones en un mundo cada vez más complejo.
La puesta en escena, con sus logros técnicos y el acompañamiento musical en vivo, crea una atmósfera envolvente que, sumada a las reflexiones que provoca la trama, hace de esta producción una cita obligada para los amantes del teatro y aquellos interesados en las historias que nos conectan con nuestras raíces culturales y sociales.