Las obras de renovación de la Plaza Cortázar (ex Plaza Serrano), que tienen como objetivo ampliar el espacio peatonal y revitalizar el centro comercial de los bares linderos, han desencadenado un conflicto emblemático en el corazón del barrio de Palermo, ubicado en la Ciudad de Buenos Aires.
En el centro de la controversia se encuentra la reubicación forzada de un icónico puesto de diarios con más de 80 años de historia. Este hecho ha puesto de manifiesto las tensiones entre el desarrollo urbano y la preservación de la identidad barrial.
Desde la entrada en vigencia del Código Urbanístico de la Ciudad de Buenos Aires en 2018, se han suscitado continuos debates y conflictos en torno a su implementación. Aunque el código tiene como objetivo principal fomentar un desarrollo urbano equilibrado y sostenible, ha generado preocupaciones en relación a la calidad de vida, la participación ciudadana sesgada y la preservación del patrimonio arquitectónico.
Obras de renovación que ponen en riesgo la preservación e identidad barrial
La eliminación de límites como el Factor de Ocupación Total (FOT), que indicaba la cantidad de metros cuadrados que se puede construir por parcela en la Ciudad, dio como resultado el aumento del volumen constructivo y su altura máxima. Esto ha desencadenado en conflictos por la densificación, la especulación en el mercado inmobiliario, así como inconsistencias y ambigüedades en su aplicación.
El puesto de diarios de Roberto Pignataro, ubicado en Serrano 1563, es un emblema histórico que ha formado parte de una tradición familiar de tres generaciones. Durante décadas, ha sido un punto de referencia para los vecinos de la zona.
Sin embargo, con el inicio de las obras de renovación en la plaza, Roberto recibió el martes pasado una resolución de la Junta Comunal N° 14 que por un periodo de 120 días lo obliga a trasladarse a una vereda ampliada en la calle Gurruchaga.
En relacion a este proceso de reubicación, el comunicado no aclara si será definitivo o si se le permitirá regresar a su puesto original entre las calles Honduras y Soria. «El comunicado es confuso, no habla de fechas», afirmó a Nota al Pie Pignataro, quien también señaló que la reglamentación «tampoco especifica si el municipio estará a cargo del traslado o no».
Roberto forma parte de una tradición familiar centenaria. Durante décadas, su familia se encargó de la venta de periódicos y revistas en Plaza Serrano. «Desde el año 35 que mi padre, con 8 años, ya vendía revistas enfrente de la plaza», comentó Pignataro, quien además tiene un medidor de luz a su nombre en la plaza.
El ultimátum de la comuna para la reubicación del kiosko, la falta de claridad en cuanto a la duración de la reubicación y la incertidumbre del retorno a su puesto original ha generado preocupación tanto para Roberto como para les vecines del barrio. Se teme que la “mudanza” afecte la historia y la tradición arraigada en el lugar, además de plantear interrogantes sobre la participación ciudadana en vistas de las medidas de construcción del barrio porteño.
Plaza Cortázar en disputa: comercios tradicionales vs. bares y espacios verdes
Organizaciones vecinales han expresado su preocupación por este caso y otros similares en los que comercios tradicionales son desplazados en aras de la modernización urbana de la ciudad. Según los relevamientos realizados por el colectivo «Palermo Resiste”, el barrio ha experimentado un aumento en la construcción de edificios y una disminución de espacios verdes, lo que ha generado inquietudes sobre el impacto del Código Urbanístico en la calidad de vida y la preservación del patrimonio barrial.
Les vecines en apoyo a Roberto, afirmaron que los puestos de diarios son equipamientos lógicos de las plazas, mientras critican la ocupación de veredas por parte de los bares y el ruido generado. En sus reclamos, exigen ser considerados como habitantes del barrio y buscan proteger los elementos culturales y comerciales arraigados en la comunidad.
En este sentido, Patricia Liberatore, arquitecta y vecina de Palermo, mencionó: «Es momento de que empiecen a considerar que nosotros somos los habitantes del barrio, que vivimos en casas y necesitamos circular por las veredas y dormir por las noches».
La modernización urbana no debería significar la pérdida de nuestra historia e identidad barrial, el impacto del código urbanístico seguirá en debate mientras se siga sin responder por la calidad de vida, la participación ciudadana y la preservación del patrimonio histórico de cada barrio.