Este diciembre llegó a la grilla de Netflix la serie española Smiley. Una primera temporada de ocho capítulos, donde dos hombres gays, de caracteres y gustos totalmente alejados, se unen a partir de una situación inusual. Sin embargo, la serie no solo se centra en ellos dos, sino que hay todo un universo de parejas que complementan la trama. Smiley sigue a los protagonistas en esta búsqueda del amor verdadero por un camino minado de dudas, desencuentros y desilusiones.
Es una comedia romántica muy bien escrita y producida, que si bien está llena de lugares comunes, el resultado son historias llenas de emoción, romanticismo y diversión. Una de las mejores series LGBTQ+ del catálogo actual que se gana su lugar.
La serie está dirigida por David Martín Porras y Marta Pahissa, quienes lograron crear historias que si bien tienen como pilar el humor, también dan espacio para un poco de melodrama. Este equilibrio genera situaciones desopilantes y sensibles en igual medida.
La serie se desarrolla en la ciudad de Barcelona, y está basada en la obra de teatro homónima del dramaturgo Guillem Clua. Este, a su vez, es uno de los productores en esta edición, luego de varias temporadas de éxitos en distintos teatros nacionales e internacionales.
Lo fuerte de la producción se fundamenta en la totalidad de sus personajes. Smiley no solo cuenta la historia de amor de Alex y Bruno, que se conocen de casualidad por un mensaje de voz mal dirigido por chat. Sino que también recorre la historia de su mejor amiga, una chica que junto a su novia están construyendo su propio primer nidito de amor. Algo que las llena de ilusión.
Asimismo, Albert y Núria luchan por sostener su matrimonio mientras se enfrentaN a los problemas individuales, y recuperan la sensualidad y diversión que tenían antes de tener hijos. Otro de los hilos narrativos presentes, es la historia del dueño del bar donde trabaja Alex. Un personaje con una historia propia muy interesante, que además hace unos show muy divertidos como drag-queen.
Smiley, del teatro al streaming
La obra teatral “Smiley” se estrenó en 2012 en la Sala Flyhard de Barcelona y fue inspirada en la película de enredos amorosos Love Actually. En ese mismo año, se consagró ganadora del Premio Nacional de Literatura Dramática. Algo que posibilitó su llegada a los grandes teatros comerciales de la ciudad, así como a Madrid y a teatros de todo el mundo.
Países como Colombia, Italia, Grecia, Chipre, Alemania, Puerto Rico, Chile, Perú, Uruguay y Estados Unidos recibieron la obra en sus escenarios. Una de las grandes novedades que da cuenta del éxito de Smiley es que era la primera vez que se mostraba una comedia romántica gay con naturalidad, sin tapujos ni complejos.
La trama inicial en sí es muy sencilla, y coincide bastante con la serie. Una diferencia notable es que mientras en la obra solo había dos personajes, en la serie son varias historias. Pero si en una cosa coincide es en la gracia de sus protagonistas, lo que hace que la empatía sea muy rápida y el resultado final funcione muy bien. Si bien Smiley luce fiel a los tópicos de la comedia romántica, tiene su sello español, el cual es muy identificable. Expandir el universo de personajes hace que la serie no sea exclusivamente gay, sino que incluya un abanico de realidades LGBTQ+.
La serie comienza presentando a Alex (Carlos Cuevas), un atractivo camarero de aspecto perfecto y envidiable cuerpo de gimnasio. Este acaba de tener un desengaño amoroso; se había hecho ilusiones con un chico que, tras unas semanas, no responde a sus mensajes. Desesperado por algún tipo de respuesta, le envía a su última aventura de una noche un emoji con una carita sonriente. Al no ser correspondido, enojado toma el teléfono y le manda un mensaje de voz.
Sin embargo, se confunde de número y ese audio termina por error en Bruno (Miki Esparbé), un arquitecto y un romántico empedernido, a quien no conoce de ningún lado. A partir de este inocente equívoco se sucede una cadena de acontecimientos que cambiará la vida de ambos.
Interpretaciones de lujo
Bruno, el arquitecto, es la contrafigura de Alex. El guionista, Guillem Clua, ha hecho un buen trabajo creando personajes principales, pero también secundarios quienes llevan sus propias y sólidas historias. Así tenemos a Albert, un personaje muy divertido y caracterizado por Eduardo Lloveras, y a su mujer Núria, en manos de la actriz Ruth Llopis, con quien Lloveras logra una muy buena química en pantalla.
De la vereda contraria a Alex y Bruno se encuentran dos excelentes actrices. Una de ellas es Meritxell Calvo en el personaje de Vera, socia del Bar Bero donde trabaja Alex. Mientras que Giannina Fruttero interpreta a Patri, la novia de esta última. Patri aún no sale del armario y no les ha contado su realidad a sus padres. La pareja lleva siete años de relación, pero siente que hay algo que no termina de funcionar.
Quien sobresale en un personaje entrañable es Pepón Nieto, en la piel de Javi, el otro dueño del bar. Javi hace drag y tiene un exitoso espectáculo, sin embargo, esto no lo distrae de buscar a su pareja perfecta. Cada vez que aparece en pantalla, Nieto suma momentos histriónicos y dramáticos a la trama.
Una serie de actores inolvidables, con relaciones distintas entre sí que aportan algo nuevo e invitan a les espectadores a querer saber cómo sigue y cómo se desarrollan a lo largo de la temporada.