La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, tras una histórica segunda vuelta contra Jair Bolsonaro, representa un horizonte de esperanza para muchos sectores sociales del gigante latinoamericano.
Uno de ellos, sin lugar a dudas, es el del activismo ambiental. ¿La razón? Un retroceso histórico en la materia tras los cuatro años de Bolsonaro en el poder, que trajo graves consecuencias no sólo para el país sino también para el mundo entero.
En este sentido, la selva amazónica, considerada el “pulmón del mundo” por generar el 6% del oxígeno del planeta, es el ejemplo más claro del resultado de las políticas anti-ambientales del bolsonarismo.
Tan solo en los tres primeros años de gobierno se talaron más de 33 mil km2 de bosque, número superior a la superficie de una provincia como Misiones o un país como Bélgica. De esta forma, las cifras de deforestación durante la gestión Bolsonaro alcanzaron niveles que nunca se habían visto en la historia de Brasil.
El gobierno de Lula, en consecuencia, se encuentra frente al enorme desafío de revertir el desmantelamiento de la legislación ambiental para poder salvar al bosque tropical más grande del mundo. Más allá de las numerosas dificultades con las que se topará en el camino, como el peso del agronegocio en la política brasileña, el flamante presidente de Brasil no solo asumió el compromiso de proteger a la selva amazónica sino que, asimismo, prometió “deforestación cero”.
Bolsonaro, un enemigo del medio ambiente
Según cifras oficiales, en la última década nunca se habían superado los 10 mil km2 de deforestación anual en Brasil. Sin embargo, esa barrera se rompió en el primer año de la gestión de Bolsonaro, hecho que confirmó la prometida indiferencia del presidente saliente en materia ambiental.
En este sentido, hasta 2021, la destrucción de la selva amazónica había aumentado un 73%. Este 2022, según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), la situación no parece ser diferente: tan solo en el primer semestre se quemaron 4.000 km2, un 10% más que el año pasado a esa misma altura.
Es por ello que la militancia ambientalista realizó, el pasado martes en Brasilia, una manifestación contra la desmantelación de la legislación ambiental que ocurrió con Bolsonaro en los últimos cuatro años. En este sentido, desde este sector advirtieron la preocupación por lo que puede suceder antes de que asuma el nuevo gobierno.
Según destacaron diversas organizaciones ambientalistas, en el Congreso de Brasil se encuentran en trámite al menos seis proyectos que amenazan con profundizar el daño realizado bajo la gestión de Bolsonaro. Las propuestas permiten facilitar la liberación de plaguicidas, la concentración de tierras públicas, el fin de la licencia ambiental para la realización de obras de infraestructuras y ponen en riesgo a las comunidades indígenas y sus territorios protegidos.
El compromiso de Lula con la selva amazónica
“En nuestro gobierno logramos reducir la deforestación de la selva amazónica en un 80%”, sostuvo Lula el pasado 30 de octubre en San Pablo, en su primer discurso como presidente electo de Brasil. De esta manera, tras una campaña en donde la selva amazónica fue uno de los temas más importantes, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) reafirmó su compromiso de revertir la dramática situación que vive el bosque tropical más grande del planeta.
Según datos ofrecidos por el Proyecto de Monitoreo Satelital de la Deforestación en la Amazonia Brasileña (PRODES), durante los años que Lula fue presidente (2003 a 2010), la deforestación en el área registró una disminución de un 72,4%%. Si además se consideran las cifras obtenidas bajo el gobierno de Dilma Rousseff, la reducción alcanzó un 82%.
En este sentido, sea por los contundentes datos que demuestran el enorme contraste entre ambas gestiones o por las promesas de campaña de Lula respecto de la selva tropical, pasada la elección empezaron a verse las primeras señales positivas para el activismo ambiental.
Unos días después de la victoria de Lula, tanto el gobierno alemán como el gobierno noruego, anunciaron que, una vez que asuma el nuevo presidente, desbloquearán sus aportes económicos para la protección de la selva amazónica. Los fondos (unos 3 mil millones de reales) se encuentran detenidos en el Banco Nacional de Desarrollo Social (BNDES) desde 2019, tras la decisión de Bolsonaro de despreciar los aportes destinados a la preservación del “pulmón del mundo”.