Por Mariángeles Guerrero, Agencia Tierra Viva
Santa Fe cuenta con el 31 por ciento de vacas lecheras del país (1.050.027 animales, según datos del Senasa de 2018). Es la segunda provincia lechera después de Córdoba (33 por ciento) y antes que Buenos Aires (27 por ciento).
En el oeste santafesino, una de las cuencas lecheras más importantes del país, comienza a dar sus primeros pasos otra forma de producir: la del tambo pastoril agroecológico. “Me hizo mucho ruido que en la leche se encuentren restos de glifosato y que a eso lo estén tomando nuestros hijos”, afirma Leonardo Alloati, productor de Colonia Tacurales que desde hace tres años produce sin agrotóxicos y respetando los ciclos naturales del ambiente en el que se alimentan las vacas.
Cuando se le pregunta por qué decidió transicionar hacia la agroecología, Alloati describe: “Hubo cuestiones económicas, de trabajo, de cansancio, de ver que uno trabajaba y dentro del sistema convencional siempre estábamos parados en el mismo lugar. Íbamos a llegar por decantación a no poder seguir trabajando o a gastar cada vez más en insumos —explicita—. También empecé a darme cuenta de que mi suelo había perdido fertilidad y materia orgánica por la aplicación de agroquímicos”.
Para Alloati, la leche agroecológica “es una decantación de lograr el equilibrio del sistema” y evitar aplicaciones de agrotóxicos. En su campo, la forma en que se preparan los animales para el ordeñe es con un 85 por ciento del rodeo en sistema pastoril (alimentándose en el campo, a pasto);; un 10 por ciento con pasturas reservadas en silos y un 5 por ciento a base de granos. El productor explica: “Las reservas que usamos son alfalfa, tréboles, gramíneas, achicoria; se fue perdiendo la alfalfa pura porque justamente la agroecología apunta a la diversidad y no al monocultivo o a la monopradera. El grano y los forrajes utilizados no son transgénicos”.
El productor considera que el aporte más importante de la agroecología es “equilibrar de forma natural el sistema de flora y fauna en las pasturas y en el suelo, devolver fertilidad y materia orgánica en el suelo”. En el departamento Castellanos, donde se ubica Colonia Tacurales, el INTA registró un 50 por ciento de pérdida de materia orgánica. “La forma de devolver eso al suelo es con el bosteo de los animales; teniendo a los animales sobre los campos con buenas pasturas y praderas para equilibrar de forma más rápida y mejor el ciclo natural”, dice Alloati. “Mis padres me dejaron un suelo fértil; yo estoy de paso, y tengo que dejar a quien venga después un suelo que siga siendo productivo”, añade.
El tambo agroecológico produce 3000 litros diarios con 145 vacas en ordeñe. En promedio, estima Alloati, la cantidad de litros anuales ronda los 2500. “Lo que me duele es que en la usina láctea a la que le entrego la leche agroecológica, se termina con otras leches de producción convencional, que a lo mejor está contaminada con agroquímicos”, lamenta. Al respecto, piensa que él puede hacer la diferencia completando el circuito con el ensachetado, pero aún esa idea es un proyecto.
Un sistema en crisis y un tambo pastoril agroecológico como alternativa
La clave de la leche agroecológica es el alimento y el cuidado que reciben los animales. Un estudio de Alejandro Centeno, del INTA-San Francisco (en el oeste cordobés), explica la alimentación de los bovinos en los tambos santafesinos. Los principales insumos alimenticios utilizados, dice el informe que data de 2011, son el maíz y el expeller de soja (un subproducto que se obtiene a partir del procesado de esa oleaginosa). En 2016, Centeno publicó otro análisis que indica que “el costo de mayor impacto en la actividad tambera es la alimentación animal, que puede representar entre el 35 por ciento y el 50 por ciento de la facturación según la estrategia alimentaria seguida y los resultados productivos obtenidos”. Es decir, la alimentación de las vacas está íntimamente ligada a la dependencia del paquete tecnológico.
La Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) afirma que, según datos publicados por el Ministerio de la Producción de Santa Fe, correspondientes a la primera campaña de vacunación de 2018, en la provincia había, para ese entonces, 3.766 productores lecheros. La BCR explica que “el número de emprendedores lácteos transita una marcada tendencia decreciente en los últimos años ya que la escala mínima y el nivel de eficiencia necesaria para subsistir en el sector van en aumento”. Es decir: menos tambos chicos o familiares y más concentración. En el relevamiento de 2018 hubo 400 productores menos que en 2015 (4165), y 720 menos que en 2006 (4487).
Siempre teniendo en cuenta la forma de producción convencional, la BCR afirma que “en todos los casos el tambo es una actividad que demanda inversiones sostenidas y de largo plazo y que imponen un alto costo de salida y poca flexibilidad”. El aumento del precio de los insumos afecta actualmente a la producción de leche a nivel mundial.
Leonardo Alloati asegura que “los costos de producción se reducen con un sistema pastoril. Esto ayuda a que pequeños y medianos tambos puedan volcarse a un sistema rentable en los números”. Para el productor, la agroecología permite reducir los costos; competir con la agricultura en relación a los alquileres de los campos y mantener la existencia de los tambos pequeños. “Al desaparecer los tambos más chicos, los grandes se concentran: eso genera menos oferta laboral y un desarraigo del campo”, argumenta. La lechería —dice Alloati— es una de las actividades agropecuarias que más mano de obra genera. “Mi tambo, que es pequeño, mantiene a tres familias. Un tambo mayor con sistema pastoriles podría sostener a cinco”, grafica.
El productor agroecológico sostiene que esa forma de producción brinda “alternativas para los jóvenes del campo que no tienen grandes extensiones; muestra que se puede producir de forma más amigable y con menores costos”; y vuelve a poner su propia experiencia como ejemplo: “Antes me despertaba pensando que debía al proveedor las semillas o el glifosato, pero la agroecología te libera de esa vorágine”.
Nota originalmente publicada en Agencia Tierra Viva.