Hace 10 años, el Congreso Nacional sancionó la Ley 26.743 de Identidad de Género. El objetivo principal de esta ley consiste en garantizar el acceso pleno al derecho a la identidad de género.
Esto significa que toda persona puede solicitar el cambio de nombre en los documentos de identidad, sin que medie una autorización judicial. También se garantiza el goce de una salud integral a través de intervenciones quirúrgicas totales y parciales, y/o tratamientos integrales hormonales.
Los mismos están pensados para adecuar el cuerpo a la identidad autopercibida sin tener que requerir autorización judicial o administrativa, sólo se exige el consentimiento informado de la persona.
En cuanto a las personas menores de edad, el artículo 5 de la Ley legisla lo relativo al trámite de identidad de género que se debe seguir. Lo que expone la ley es que: “La solicitud de la rectificación registral del sexo, el cambio del nombre de pila e imagen deberá ser efectuada a través de los representantes legales del menor de edad y con expresa conformidad del menor”.
Esto está basado en la Convención sobre los Derechos del Niño y en la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes.
Les niñes, sujetos de derechos
Durante los siglos XIX y XX fue cambiando paulatinamente la concepción en torno a la infancia. En estos siglos la infancia, históricamente, estuvo gobernada por el complejo tutelar.
Bajo este modelo la niñez no era considerada como sujeto de derecho. Sino que por el contrario, se la definía por sus carencias concibiendo al niñe como un sujeto subordinado del Estado, la familia y la sociedad, incapaz de expresar sus opiniones y sus deseos.
En la última década del siglo pasado, se contempla una nueva posición sobre la infancia, basada en los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño. Allí se postula a les niñes, como sujetos de derecho con poder de decisión sobre si mismes.
La licenciada en psicología Valeria Pavan, hace referencia a esto en su libro “Niñez Trans. Experiencias de reconocimiento y derecho a la identidad”. Allí asegura que “el paradigma de protección integral de les niñes, establece que elles son portadores de derechos y atributos que le son inherentes por su condición de persona”.
La importancia de una ESI diversa
La Ley Nacional 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI), implementada en el año 2006, establece que todes les educandes tienen derecho a recibir ESI en todos los establecimientos educativos de gestión privada y estatal.
El cumplimiento de esta ley implica que se aborde la educación sexual de una manera formal, explícita e integral. Por lo tanto, dentro de los aprendizajes se debe ofrecer conocimientos significativos dependiendo de la etapa evolutiva, para ayudarles a comprender su crecimiento, los cambios, necesidades y problemáticas.
Si bien esta ley contempla los tres niveles educativos: nivel inicial, primario y secundario, hace 16 años que no ha sido actualizada. Se considera una ley avanzada en cuanto al acceso a la información, la emancipación de los cuerpos y la construcción de sujetos de derecho. Pero, ¿qué pasa con las niñeces trans?.
Las láminas que se encuentran en los distintos manuales muestran sólo dos tipos de cuerpos: el femenino y el masculino. En relación a ello, la directora de Programas de la Fundación Huésped, Cecilia Valeriano, explica: “Tanto es así que cuando tengo un niñe trans la ley lo encasilla como varón o mujer, sin reconocer lo trans o lo no binario”.
Esto implicaría volver a repensar los modelos binarios que se reproducen en la cotidianeidad, pero más que nada en las instituciones educativas. Poder eliminar las marcas que nos impone el binarismo, también sería positivo no solo para las identidades trans- travestis, sino para todos los cuerpos que no se corresponden con los estereotipos de género.
La historia de Luana
Luana (Lulú) fue la primera niña del mundo en recibir su DNI de acuerdo a su identidad de género sin tener que pasar por la justicia. Página 12 le realizó una entrevista a su mamá Gabriela Mansilla, quién contó: “Cuando Lulú empezó a decirme que era niña tenía dos años. En el año 2009 no existía absolutamente nada en el país a lo que yo pudiera recurrir para acompañarla”.
Fue entonces cuando en aquel año, Gabriela se contactó con la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), quiénes la ayudaron en este proceso. Un tiempo después, más precisamente en 2017, Mansilla fundó la asociación Infancias Libres, la primera organización que acompaña a las familias de infancias y adolescencias trans en todo el país.
“Tenemos grupos de niñez, grupos de adolescentes por las distintas problemáticas que les atraviesan según la edad. Y tenemos un fuerte mensaje que incomoda e interpela constantemente”, explicó Gabriela al portal mencionado anteriormente.
Mansilla además, problematiza: “El 65 por ciento de las escuelas no está preparadas para acompañar a un niñe travesti trans y el 80 por ciento de los profesionales de la salud, no saben cómo acompañar”.
Hacia un modelo de identidad de género desafiante
A lo largo de la historia, el patriarcado nos convenció de que hay una sola forma de ser mujer y varón en el mundo que vivimos. Los discursos biomédicos y mediáticos que circulan y que se legitiman como sentido común, han naturalizado que la identidad sexual es estática. Esto ha imposibilitado el deseo y la elección propia.
Entre estos discursos, reiteradas veces hablan de que las personas trans y travestis nacieron en un “cuerpo equivocado”. Lohana Berkins, activista trans argentina, se preguntaba: “¿Cuál sería el cuerpo correcto? ¿Cómo la sociedad va a desear nuestros cuerpos cuando ni siquiera se atreve a imaginarnos?”.
Las infancias trans desafían este paradigma y demuestran que la identidad es una construcción social y cultural. En los últimos años en nuestro país, se conocieron varios casos de niñes que han podido cambiar su identidad impuesta por su identidad autopercibida.