Muchas veces se cree que la lucha por la emancipación de las mujeres es cosa de ahora. Que nació hace algunos años atrás, que convocó a un par de pibas y que así surgieron las consignas feministas que hoy todes esbozan. Pero, la disputa por la igualdad de género data de hace muchísimos años. Es decir, desde un tiempo en el que ni siquiera existían la mitad de las cosas que hoy existen.
Por ejemplo, cuando todavía sólo los hombres podían ir a la escuela, Juana Manso apareció para engendrar el karma del sistema educativo de ese entonces. Aquel que sólo quería formar varones y someter a las mujeres a que cumplieran con las tareas domésticas.
Desde muy joven Juana se impuso ante la perspectiva patriarcal que la condenaba por mujer y se desempeñó como traductora, periodista, escritora, pedagoga, feminista e incluso fue la primera funcionaria pública del país. También se la recuerda por haber trabajado a la par de Sarmiento y por defender la educación desde una perspectiva inclusiva y transformadora.
Sin embargo, lo que ella promulgaba era mal visto en esa época y hasta fue catalogada como “rebelde”. Incluso esto provocó que se le negara un lugar para que repose su cuerpo después de muerta. Ante su rechazo por el cristianismo y al oponerse a recibir la extremaunción, Juana Manso no pudo ser enterrada en la necrópolis porteña. Finalmente, sus restos fueron llevados a un cementerio británico.
“Juana Manso gloria de la educación. Sin ella, nosotras seríamos sumisas, analfabetas, postergadas, desairadas. Ella es el ejemplo, la virtud y el honor que ensalza la valentía de la mujer. Ella es, sin duda, LA mujer», decía el poema que escribió la poeta Juana Manuela Gorriti, el cual leyó cuando Manso murió en un día como hoy, pero en 1875.
Sus comienzos
Juana Manso nació en Buenos Aires el 26 de junio de 1819 en el barrio de Monserrat, bajo el seno de una familia de clase popular. Su padre se llamaba José María y era inmigrante español, ingeniero y agrimensor. El hombre había llegado al país en 1789 y tiempo después se casó con Teodora Martínez Cuenca, una joven porteña de ascendencia hispánica. La pareja tuvo dos hijas.
Juana era la mayor de ellas y fue a la escuela Montserrat que era sólo para mujeres. Sin embargo, vivió en Buenos Aires hasta 1840, año en que la familia debió exiliarse a Uruguay primero y a Brasil después, como consecuencia del enfrentamiento que su padre tenía con las ideas de Juan Manuel de Rosas.
Se dice que fue en Montevideo donde Juana Manso comenzó a dar sus primeros pasos en la docencia. Allí creó el Ateneo de Señoritas, una escuela para las niñas de la élite uruguaya y que funcionaba en un espacio que ella misma había acondicionado en su casa.
Nuevamente por cuestiones políticas, la familia Manso debió desplazarse a Brasil, específicamente a Río de Janeiro. En ese nuevo país Juana conoció a un violinista con quien se casó en 1844. Ese año, además de seguir ejerciendo la docencia, se dedicó a la escritura y el periodismo.
Sobre esta última profesión cabe destacar que trabajó en el periódico brasilero O Jornal das Senhoras. En ese lugar publicó sus primeros artículos -aunque sin firmarlos- en los que reflexionaba acerca de la esclavitud, el racismo y la autonomía de las mujeres. También le sirvió para inspirarse en fundar su propio diario al que llamó “Álbum de Señoritas”.
Una feminista se encuentra con Sarmiento
En 1853, Juana Manso y su marido se separaron. Habían tenido dos hijas, pero él las abandonó y ella debió traerlas consigo cuando regresó a Buenos Aires. Lejos de ser una cuestión considerada, esto representó un nuevo estigma hacía ella y su maternidad.
De esta manera, una nueva causa se sumó a todas las cuestiones por las que ya venía luchando. Incluso, en 1854, cuando funda el “Álbum de Señoritas”, se centró específicamente en el rol de la mujer dentro de la esfera pública, pero también en la privada.
Allí, por ejemplo, en varios tomos cuestionó el sistema pensado por hombres y para hombres. En ese sentido, en la edición Nº1 del Tomo I de su diario, bajo el título “La emancipación moral de la mujer”, escribió:
“¿Por qué se ahoga en su corazón desde los más tiernos años, la conciencia de su individualismo, de su dignidad como ser, que piensa y siente? Repitiéndote: no te perteneces a ti misma, eres cosa y no mujer”.
Finalmente en 1859, el escritor José Mármol presentó a Juana con Domingo Faustino Sarmiento. Ambos docentes compartieron sus ideas sobre la educación como vehículo de la alfabetización y la necesidad de un sistema educativo para todes.
Tiempo después, “el padre del aula” nombró a Juana Manso como directora de la Escuela Normal Mixta N° 1. Sin embargo, esta escuela no fue como las anteriores, sino que se destacó por ser la primera en la que ambos sexos compartían las aulas. Sarmiento le había dicho “reciba a todos los que vengan”. Y Juana cumplió: hubo un importante incremento en las inscripciones y el nombre de esta directora empezó nuevamente a estar en boca de todes. Es que, otra vez, esta docente rebelde, se la había jugado por las mujeres y sus derechos.