Un canto, una poesía y un zapateo. Una nación y un mismo sentimiento. El chamamé celebra por primera vez el galardón de ser reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y lo hace a todo esplendor. Corrientes reúne a toda la nación chamamecera durante diez días en la Fiesta Nacional y Mundial del Chamamé.
Regresó bajo la luna del anfiteatro Cocomarola en su 31° edición. Afuera, se disponen tres entradas distintas y el control sanitario que rigió fue la presentación del carnet de vacunación y el no requerimiento de aislamiento.
En frente del predio, entre la intersección de las calles Patagonia y Sarmiento, el despliegue es otro. Humo, parrillas y brasas. Un total de cinco parrillas comenzaron a calentarse para, más tarde, ofrecer choripanes. Eran las 20:25 cuando en el escenario mayor se impartió la bendición religiosa, con el recuerdo del Paí Julián Zini a flor de piel y palabra.
El intenso calor hizo que en ese momento todavía se distingan lugares vacíos y los aplausos sean tímidos. Sin embargo, ante la desaparición del sol el público se hizo presente, y con el correr de las horas, el anfiteatro se vio colmado de espectadores, de bailarines y turistas.
Las localidades del interior provincial también estuvieron representadas por parejas de bailes que danzaron al compás de la melodía del Grupo de Buena Fe, arriba del escenario Sosa Cordero. Allá, muy a lo lejos, una niña de unos ocho años sostiene un cartel con la leyenda “chamamecera desde la panza”. Mientras posa para la foto y un vendedor de sombreros y vinchas de colores pasa por su lado ofreciendo merchandising
Embajadores
Entre gritos y silbidos, les anfitriones de la fiesta anunciaron a la nueva Pareja Nacional del Chamamé. Ahora, quienes tienen la responsabilidad de llevar al chamamé por todos los rincones son Milagros Cerdán y Diego Jara, oriundos de la localidad de San Miguel, del interior de Corrientes.
“Estamos muy emocionados, con muchos nervios y presión porque es un gran título el que tenemos que defender en este momento, y que tiene que ver con todo lo que es nuestra cultura”, dijo la bailarina ni bien bajó del escenario, ya luciendo la banda que la oficializó como pareja nacional.
Por su parte, el bailarín, muy emocionado reconoció que estuvo demasiado ansioso.”Estuve con una mezcla de emociones y cuando salimos al escenario no lo podía creer, y me pregunté si era cierto todo esto que estaba viviendo”, afirmó. Sus palabras reflejaron la emoción del momento, ambos quedaron inscrites oficialmente en la historia de la música de antaño y que ahora le pertenece a toda la humanidad.
La alegría como premio
No todes tienen la suerte de subir al escenario mayor, y si bien la fiesta se extiende durante diez noches, y en cada una de ellas aparecen entre 27 a 30 números artísticos, muches se quedan con las ganas de subir. Por lo cual, les embajadores aseguraron: “Lo estamos disfrutando muchísimo. Es un orgullo para nosotros representar a Corrientes, con esto que amamos hacer, que es bailar nuestro chamamé y vamos a hacerlo con humildad, con cariño y con el corazón”.
Así, Milagros y Diego pasaron de la cotidianidad de su pueblo natal a los escenarios del mundo. Agradecida a su gente y su pueblo, la bailarina afirmó que “la alegría de esta distinción es mucho más grande, porque también lo es para nuestra gente, y ese fue el mayor premio para nosotros. Cortaron una calle, se vistieron y nos regalaron un momento hermoso”.
Héroes sobre el escenario
Aquel sapucay con el que se demuestra júbilo y alegría, ahora suma un nuevo significado: agradecimiento. Mientras algunes seguían manteniendo en orden el protocolo sanitario, otres subieron algunos minutos al escenario en representación de todo el personal de salud, seguridad y personal que hasta el día de hoy son esenciales ante los nuevos tiempos que atravesamos.
Los aplausos y gritos de agradecimiento erizaron la piel de cualquiera que fuera testigo de aquella demostración de grandeza. “Comenzamos a nombrar como esenciales a aquellas personas tantas veces olvidadas”, recitó la voz del Chamamé de la nostalgia, Chamamé de la Esperanza, mientras temerosos y con los ojos brillosos algunes se hicieron presente en el escenario mayor.
Así las horas y los números musicales pasaron sin quebrarse. Casi sin notarlo, el sol volvió a asomarse y a anticipar una nueva jornada calurosa, de esas que llaman a la playa o a la lluvia en busca de alivio. Las espuelas sonaron y las polleras danzaron. Los zapateos y los sapucays estuvieron más vigentes que nunca.
Segundo Sapucay
La segunda jornada quedó inaugurada después de que el niño Simón Morales irrumpiera en el escenario con uno de sus recitados que reza “yo no soy causa perdida, yo soy nacido acá, en la república de Corrientes”. Al finalizar el mismo, se escuchó el primer sapucay de la noche.
Más tarde, llegó el turno de la Banda Sinfónica de la Prefectura Naval Argentina, quienes hicieron vibrar sus instrumentos entonando los clásicos chamameceros.
A los costados del escenario mayor había espacios señalados para les bailarines espontánees, quienes se ven motivades por la música que sueñan y desean bailar. Con atuendos granates, sombreros y cintas parecen tener todavía mucha más energía, pues la noche recién comienza y elles ya llevan un récord de tiempo arriba de aquella plataforma de baile.
Tiempo de pelos rebeldes
“Chaque que llegaron las poras… el mundo no está preparado para las revoltosas que gritan la barbarie… y que el mundo se acostumbre a estos pelos rebeldes, ya no es tiempo de sumisión”, fue el recitado con el que Susy de Pompert decidió abrir su presentación. La voz de la recitadora Paola Fermanelli y su poesía anticiparon cada uno de los temas que la cantante entonó.
Poesía y música que hablan de realidad. Son las melodías revolucionarias que nacieron desde la matria del chamamé. En su canto “hablamos de nuestras niñeces vulneradas, de nuestros niños estigmatizados por su color de piel, o porque un muro divide un barrio del otro y se los estigmatiza. Entonces creo que es hora de reforzar que el chamamé también es una lucha de género”, dijo de Pompert a Nota al Pie.
La matria del chamamé fue un taller de más de tres meses, en el que se discutió y se re pensó la participación de la mujer y de las identidades disidentes dentro de la música. La cantante se mostró comprometida con un montón de realidades cotidianas, y reflexionó que “el mundo entero debe ver al chamamé como ese frente de batalla, como esa trinchera por la esperanza, que es lo que estamos haciendo, mostrando lo otro, ese paisaje que nadie muestra y que es tan cotidiano”.
Una noche inclusiva
Con el arte de José Cura en sus vestidos y con un guiño a la cultura afro, Susy de Pompert idealizó un show inclusivo. “Deseo que cada vez seamos más les artistas que tengamos ganas de soñar con algo diferente, de plantarnos con algo diferente y levantar la voz por estas cosas”, pronunció minutos después de bajar del escenario.
“Nos despedimos, abriendo caminos, por la diversidad, por la inclusión y por el amor”, dijo de Pompert cuando presentó a Demir Hannah. Ella es una reconocida cantante trans, que se abre camino dentro de la música, y lo demostró cantando “Pedro Canoero”, de la gran Teresa Parodi.
“Acá les dejé mi corazón”
Cuatro minutos pasaron de la media noche, y en el escenario se acerca una artista que dijo retirarse, pero que una vez más, el cariño de la gente la hizo regresar. Es la gran Ofelia Leiva, quien se presentó con un barbijo negro agitando eufóricamente sus brazos, mientras recibía la ovación del público que la esperó con ansias. “Esta música se hizo mundial –dijo- y eso merece un sapucay a lo grande”.
El público no la dejó bajar tan rápido, entre los gritos y silbidos se escuchaba “oootraa, oootraa” al finalizar cada clásico cantado con el alma. Y como cual chancha de fútbol, los “Ofeeeliiia, Ofeeeliiia, Ofeeeliiia, olé, olé, olé”, la hicieron emocionar hasta las lágrimas. “No, no me emocionen así”, dijo la artista mirando en su máximo esplendor a aquel público exaltado.
“Acá les dejé mi corazón”, dijo después de cantar a todo pulmón “Cielo de Mantilla”, y agregó, “si supieran el esfuerzo que hago para no llorar. Lo que daría por estar parada allá, viéndoles las caras, pero solamente cantando les puedo decir gracias”. Así fue como aquella mujer, convertida en leyenda musical, desde una silla de ruedas puso a bailar a todo el anfiteatro.
¡Qué mujer! Se escuchó por ahí. Y antes de cantar “Puerto Tirol” se despidió con un “hasta siempre, mi amada gente, chau”. Y con la ovación de todo un público de pie, la gran Ofelia Leiva se retiró del escenario, llevándose el cariño no solo del público correntino, sino también de toda la nación chamamecera.
El chamamé
Así resonaron los dos primeros sapucays. Hasta el 23 de enero, seguirán escuchándose desde el Anfiteatro Cocomarola y con el paso de renombrades artistas que van y vienen. Es la primera celebración mundial, por lo que el grito llega a todos los rincones del país a través de la TV Pública. Así como también a países vecinos que toman la señal y las transmisiones online en distintas plataformas.
El chamamé le canta al río, a la historia y a la tradición. Es cultura, crecimiento y rebeldía. El chamamé es Patrimonio de la Humanidad, es vuelo, es poesía y es canción. Es danza, horizonte y melodía. Es chamamé es la enchamigada de las naciones, pero sobre todas las cosas es correntino de ley.