Este viernes 14 de enero llegó “Princesas, 50 Años Después” al escenario del Auditorio de Belgrano, Virrey Loreto 2348, CABA. Su autor, director y protagonista es Pepe Cibrián Campoy acompañado por Marta González y Esmeralda Mitre.
Un trío que da rienda suelta a toda la comicidad que llevan dentro, es una puesta muy desestructurada, con constantes salidas y entradas del libreto. La historia prometía ser muy divertida y delirante, y no faltó a su compromiso.
La obra muestra el hoy de clásicos personajes como Cenicienta, Caperucita y Blancanieves. Y la Madrastra también estaba invitada a esa noche de reencuentros, pero… ¿habrá dado el presente? Entérate en la crítica de Nota al Pie.
Puesta en escena
La puesta que dirige Cibrián comienza con su personaje en escena, Cenicienta. Es clave que como autor de la misma, la escribió con la intención de divertir a la platea, pero también con varios mensajes encriptados como la tolerancia de géneros y las diferencias sociales.
Al armar una propuesta teatral muy actual y fresca, desde una idea ingeniosa condimentada por mucho humor ácido. Suma con astucia, referencias de cuentos conocidos por todes, pero también hay espacio para la política y desdichas sociales.
Su interpretación de Cenicienta es muy divertida, verborragia al palo, piquetera y torta. Denota que el artista se lo pasa a lo grande, y deja su impronta en todo lo que realiza. Pero no deja de estar pendiente de la dirección, algo que se le escapa todo el tiempo por sus compañeras. Quienes lo desafían todo el tiempo, al olvidar parte del texto, improvisar con locura en momentos y no respetar lugares marcados.
Una historia que se va descarrilando
El argumento es sencillo, muy divertido, pero muy extenso, más el ritmo que impone la trama obliga al trío actoral a estar sincronizado. Algo que al principio sucede pero la dinámica y el estar atento va haciendo agua. El humor y lo desopilante se manifiestan desde el inicio y no pierden espacio en ningún momento.
El vestuario de Alfredo Miranda, está muy bien diseñado y funcional a cada personaje. La escenografía colorida de Daniel Feijóo escapa de lo minimalista, dos grandes columnas de libros enormes dan el perfecto marco a la acción de los actores, más algunos sillones y demás mobiliario.
Marta González está desde el principio en escena, y nunca la abandona. Una actriz de respetable trayectoria compone a Caperucita, pese a su innegable talento y ocurrencias, su personaje se lo nota desdibujado. Si tiene dominio escénico, y casi más de la mitad de la obra hace con fuerza una acertada contrafigura de Cibrián. Algo que con el paso de las funciones sabrá sin duda, hallar la manera de sacarle más jugo a su personaje.
Esmeralda Mitre irrumpe el escenario casi a la mitad de la trama, vestida como una Blancanieves moderna, entre una corona neoyorquina y colores estridentes norteamericanos. Su interpretación está colmada de ocurrencias y locuras, algo que divierte a la platea. De total desparpajo y agudeza, no tiene miedo al ridículo y su personaje baila, canta y exagera emociones. Comete su objetivo, entretener de seguro al público.
Original y con giros inesperados
Mientras pasan los minutos la historia se va diluyendo, la madrastra nunca llega pero si hace un llamado a sus compañeras. Y el final resulta algo abrupto y repentino.
La puesta resulta de todos modos original, roza todo el tiempo el absurdo, suma giros inesperados. La trama de ver personajes clásicos 50 años después, es muy graciosas por el destino que supo dibujar Cibrián a cada personaje. Una obra que no falta talento, quizá peca de sobrantes minutos, pero hay química en el grupo y la diversión planta bandera.
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