La llegada del COVID al país y las restricciones supusieron un gran desafío para muchos sectores, y sobre todo para el de la salud mental. Por las nuevas limitaciones impuestas, muchas de sus prácticas debieron ser repensadas para que sus servicios pudiesen llevarse a cabo. El nuevo contexto también generó nuevos debates dentro del sector.
“Lo primero que se tuvo que organizar fue el espacio físico de atención, sobre todo para pacientes con trastornos más graves, los que necesitaban la atención presencial si o si y los que no contaban con acceso a la tecnología”, declaró Silvana Vilchez, psicóloga de planta de consultorios externos de psicopatología del Hospital Piñero. Ante esta emergencia, se empezaron a usar espacios al aire libre para atender a estos sujetos en lugares que hasta ese momento no estaban habilitados, como el parque del hospital.
“Con el correr del tiempo, teniendo al personal vacunado, se pudo a volver a trabajar con el resto de casos en la presencialidad con ciertas normas, como el uso de acrílicos y el trabajo exclusivamente en consultorios aislados”, agregó la entrevistada.
Falencias desatadas
Ante las nuevas condiciones, la atención móvil fue el dispositivo que predominó en gran parte de los tratamientos durante la pandemia. Sobre este dispositivo, Vilchez declaró que “fue un problema el que hecho de que se tuviese que tener un celular para tener atención telefónica o virtual. Quizás el paciente no disponía de un espacio donde tener su terapia estando al teléfono”.
También resultó problemático el tratamiento para chiques con patologías graves o autismo, con los que “en algunos casos se dificultaba mantener el dispositivo virtual”.
Asimismo, las restricciones generaron que algunos tratamientos se interrumpieran y tuviesen que generarse seguimientos o visitas al domicilio desde el área de promoción de la salud. A su vez, “a muchos pacientes que tuvieron que estar aislados se les despertaron ataques de pánico, angustia o incluso como no podían venir semanalmente al hospital se les desregulaba la medicación que tenían que tomar”, manifestó la psicoanalista.
Otra de las grandes secuelas que dejó la pandemia fue la de les familiares de pacientes fallecidos de COVID, que no pudieron velarles o ir al cementerio. Esto generó muchas crisis familiares que hubo que atender.
Agudización de los casos
Vilchez confesó que desde el área de Salud Mental aún no se encontraron con una patología nueva, pero sí se observaron “presentaciones más disruptivas y críticas” en los pacientes. Ante las ausencias dadas por las restricciones muchos lazos debieron ser cortados. “Si la persona se sostenía en algún equilibrio familiar eso trastabilló y generó problemas”, enfatizó.
Para contrarrestar esta urgencia, en varios casos se aumentaron las frecuencias de atención a les pacientes que lo requerían.
También los casos de violencia y abuso se elevaron en este último tiempo. “Hubo un aumento en casos de violencia familiar y cuestiones de abuso en niños, que incluso muchas veces detectaba la escuela por zoom”, declaró.
Aporte que realizó el área de salud mental durante la pandemia
Vilchez contó que la fuerza fundamental que cumplió su área fue la de “sostener un lazo cuando muchos pacientes se derrumbaban por el COVID, la falta de trabajo y el aislamiento.”. Ante estos fenómenos, el lazo terapéutico sirvió de lazo del cual agarrarse. Afirmó que “los pacientes sabían que podían venir al servicio del hospital cuando lo necesitaran”.
Esto también generó que muchos de les pacientes que habían abandonado el tratamiento volvieran. “A nivel emocional y psíquico, saber que podían volver a recurrir a nosotros fue y es importante”, afirmó.
Nuevos debates
Una de las nuevas discusiones que planteó la pandemia dentro del área de salud mental giró en torno a las condiciones de la atención virtual y su efectividad. “Discutimos que del cuerpo está presente en la virtualidad y que en la presencialidad, si lo virtual reemplaza la atención corporal”, explicó Vilchez.
A su vez, otro debate que se generó fue en relación al lazo entre las personas, tan importante para la salud mental. “Se generó un estado de precariedad y alerta a la vida, y esto genera un estado de angustia permanente. Eso nos llevó a preguntarnos si la angustia es por lo social o del cuerpo propio”, dijo para finalizar.